De entrada, coloco el pensar como continuo, no como momento, porque en el pensador fluye para toda la vida todo lo que fue pensado por él y lo que piensa de eso que ya ha pensado y que se desparrama en escritura hasta el punto de que cuando escribe lo pensado han surgido nuevos acontecimientos en el mundo y cibermundo, como híbrido planetario.  Si a un sujeto no le gusta lo que el pensador escribe, este no puede hacer nada, ya que, como pensador, seguirá escribiendo para seguir existiendo, que es lo es mismo que seguir pensando la vida y la cibervida que lo envuelve. Esto es así, ya que la anulación del sujeto pensador no existe como pensamiento.

Hay que decir que el discurso escrito como continuo, va más allá del discurso en Youtube, porque el video es de jalón circunstancial, no implica lo intenso, la no premura que es lo que contiene en parte el proceso del pensamiento y de la escritura.

Es en esa intensidad de madrugada que viaja por mi pensamiento, el filósofo estoico Lucio Seneca, al decir que “La filosofía a nadie rechaza, ni elige; brilla para todos” (2012, p. 446), con esto los iluminados, los elegidos no existen, solo basta ponerse a indagar, reflexionar pasito a pasito para iniciar el vuelo de la intensidad hacia todo lo que es pensamiento.

Sin embargo, para filosofar hay que consagrarse a la filosofía, porque esta “nos despabilará, solo ella nos sacudirá del pesado sueño (…) La filosofía ejerce su realeza, señala su tiempo, no acepta el ajeno. No es cosa secundaria; es principal, es soberana, está presente y ordena”. (ibid.,475).

De ahí que, en estos tiempos transidos y cibernéticos, hay que filosofar lo transido como parte de la condición humana (Arendt,2005), en la que entra lo transido transitorio, en los aspectos social, económico y político que suelen sucederles a esas sociedades ultramodernas como la llamaba el poeta y filósofo Octavio Paz, porque el prefijo pos lo criticó como parte de una visión lineal o sucesiva del tiempo (posmoderno) y lo ultra como revuelta de la misma modernidad en sus diversas temporalidades.

Por el momento, el pensar lo transido de manera transitoria se encuentra eclipsado, solo lo transido y lo hipertransido articulados a lo cibernético son los conceptos que van configurando estos tiempos.

Lo transido expresado en lo desgonzado, abatido en lo material y espiritual ante los augurios de recesión e inseguridad alimentaria y la destrucción real del ecosistema y todo lo relacionado a la degradación moral y crisis de la democracia que hoy se vive.

Lo hipertransido tiene que ver con sociedades como la ucraniana que está en guerra ante la invasión rusa y cómo esta podría evolucionar a una nuclear.

La pandemia nos ha dejado lecciones aprendidas; sin embargo, en estos días que transcurren estamos presenciando un panorama de conflagración en Europa, en que   al uso de la inteligencia artificial (lo cibernético) de estos tiempos se le está dando un giro de 180 grados, para utilizarla más en lo comercial y en la guerra cibernética, mas no para el bien de la humanidad.

El pensar en lo transido en lo virtual y lo real, en el espacio y ciberespacio, implica la angustia, el dolor intenso moral y físico. Lo sombrío, el riesgo y la incertidumbre, entra en el valle de las reflexiones filosóficas de estos tiempos. Hoy se puede apreciar una vuelta hacia atrás, rearme nuclear, aumento de la desigualdad social, desempleo, intensidad del calentamiento global con la reapertura de plantas atómicas y de carbón que eran de un pasado supuestamente olvidado.

Hoy se vive en conflagraciones híbridas, entre guerra y ciberguerra, en seguridad y ciberseguridad. Lo híbrido combina ataques convencionales (militares) y ciberataques no convencionales (presión política, económica y ciberpolítica, desinformación, guerra de información, cibernética); a diferencia de otros tiempos, un ataque cibernético, no necesariamente se sabe de dónde proviene, camuflajeado como ataque financiero, cuando en el fondo puede ser ataque político, para desestabilizar a un país.

Cada día que nos levantamos, nos damos cuenta de que el mundo y el cibermundo son otros, van a la velocidad 5G. Todo lo pensado a largo plazo, debe redefinirse como corto plazo, y todo lo que fue pensado como corto plazo, entra la complejidad de un tiempo que es el aquí y el ahora.

Un aquí ahora, turbulento y de amenaza virtual y real de todo tipo: económica, política, militar y social; dada la infoguerra o guerra de información. La caza de información de primera cuesta dinero, el pensar los acontecimientos implica estrategia de información no toxica, de ahí de saber navegar por las profundidades del ciberespacio para lograr tener una lectura de esta crisis planetaria en que nos encontramos después de la pandemia de la covid-19.

La filosofía para estos tiempos es pensar en todo tipo de diablura que intenta imponerse sobre la cordura. Por lo que es necesario poner resistencia a la no prudencia y a la seducción por lo fácil y lo light o ligero, al no comprender que vivir es resistir, y quien resiste pone su inteligencia, justo donde lo vicioso se quiere confundir con lo virtuoso, con eso que vale, por su carga de valores como la honestidad, la dignidad y la libertad.

Un filósofo caminante no desbroza su camino, sin que tenga una chispa de resistencia. La resistencia va más allá de la capacidad física, aunque está contenida en esta, pero no es reducida al cuerpo, porque su accionar no es solo esfuerzo físico sino moral.

No solo es vivir en actividad y competencia física, de resistencia del cuerpo bajo cualquier circunstancia; además de esta se encuentra la inteligencia no fracasada, que busca siempre resistir contra todo prejuicio, dogmatismo y verdad absoluta, tal como lo explica el filósofo Antonio Marina, en el texto La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez (2005).

Termino pensando en una vuelta hacia atrás, a un pasado que implica todo lo pensado hasta este momento y que tiene que ver con la filosofía de los estoicos como fortaleza para estos tiempos transidos y cibernéticos. Esta filosofía constituye un antídoto fundamental por el coraje que contiene y que ha de tener el sujeto de estos tiempos para enfrentar las adversidades de la vida.