A pesar de que es una verdad de Perogrullo el hecho de que el pensamiento occidental no se entiende sin la filosofía griega o que, lo que hoy llamamos conocimiento científico o en su conjunto las ciencias, tiene su primera manifestación en los filósofos de la ciudad de Mileto, la realidad es que la pregunta para qué sirve un filósofo sigue inquietando y despertando nuevas opiniones.

Hace días, una estudiante de término de filosofía se preguntaba y luego me extendía la pregunta vía Twitter: ¿para qué sirve un filósofo? Ello a raíz de un artículo en una revista mexicana que se preguntaba: «qué hace un filósofo en el mundo profesional?». El artículo en cuestión desarrollaba una serie de espacios o ámbitos profesionales en el que un profesional de la filosofía puede ejercer: la política, la empresa, la docencia, la investigación.

Ahora me llega, por vía de un amigo poeta, un artículo de El Mundo, España, en el que se da cuenta cómo el número de alumnos de filosofía en las universidades españolas se ha incrementado significativamente y relaciona este aumento con las demandas laborales de la cuarta revolución industrial. Sí, como la oye, la cuarta… (todavía aquí estamos reflexionando sobre la primera).

No se trata solo de que la industria tecnológica ha necesitado la presencia de profesionales de la filosofía para que ayuden a sus profesionales de planta a «salir de la caja», esto es, a pensar de forma divergente o lateral (como diría De Bono, autor ya casi olvidado). Es que la construcción del algoritmo para descifrar las conductas humanas y predecirlas necesita primero de una mente analítica y conocedora del ser humano y las culturas. También se subraya que la idea es que la tecnología y la realidad virtual han abierto nuevas preguntas éticas por lo que la filosofía ayuda a pensar las repercusiones de estos avances en la vida humana (no creo que se les tome en cuenta, en definitiva).

No estudié filosofía porque existiera una demanda laboral o pensara en los cambios tecnológicos de la, en aquel entonces, tercera revolución industrial: la de la informática y la de la automatización. Aunque el mundo desarrollado, en ese momento, ya vivía la cuarta revolución industrial (ciberespacio, hiperconectividad) se nos preparaba, como en mi caso que estudié electrónica industrial, para ser obreros de Codetel o reparadores informales de electrodomésticos y telecomunicaciones. Como país del «tercer mundo», estábamos destinados al servicio y no a la producción de tecnología digital.

Si la memoria no me falla, porque la vida no es como fue sino como la recordamos y la contamos (García Márquez), estudié filosofía porque me entusiasmó el estilo de vida de Tomás Marrero sj. Para ser jesuita hay que realizar cuatro años de humanidades y filosofía (a Dios y a la Mínima las gracias por esta experiencia). Cuando inicié los estudios filosóficos tuve una serie de maestros jesuitas y no jesuitas que me alentaron hacia las humanidades y el saber filosófico con la sola utilidad de un compromiso social y un pensamiento crítico: Alberto García, Jorge Cela, Manolo Maza, Fernando Polanco, Pablo Mella, Guillermo Perdomo, Ton Lluberes, Marrero, Ignacio Lasaga (todos jesuitas); Ruth Nolasco, Filomena González, Raymundo González, Marcos Villamán, entre otros no jesuitas.

En el mundo laboral, aunque me desempeño en la docencia y la investigación en humanidades, he descubierto que muchos otros profesionales de la filosofía han tenido motivos distintos para estudiar la madre de todas las ciencias. Cada uno con sus historias y sus motivaciones muestra un abanico de causas y fines para estudiarla. Sin embargo, queda claro que solo hay dos espacios para el estudio de la filosofía en República Dominicana: los seminarios o la UASD. Fuera de ahí no se hable de filosofía en RD.

Aquí ninguna empresa, a no ser una institución educativa o un periódico, contrataría un filósofo. Jamás he escuchado o leído que, por ejemplo, el mundo de las telecomunicaciones necesite con urgencia un profesional de la filosofía. La motivación más noble es la de aquel que la estudia por ella misma, sin más. Mi admiración y respeto por esos soldados inquebrantable de la filosofía. Los demás, la vida nos puso en frente de un tesoro. Sea agradecido.