“En mi administración no va a perecer el glorioso Correo Dominicano, hoy arrinconado por el esnobismo de quienes prefieren grandes corporaciones americanas para traer comunicaciones personales, documentos importantes y pequeños paquetes. A estas se han unido un numeroso grupo de imitadores locales que se anuncian como una mejor opción hasta para recibir los estados de cuenta de tarjetas de crédito les eviten pagos por mora. Reconozco que nuestro gigante se durmió y olvidó la advertencia del poeta: Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos senderos, quien no cambia de rutina, no se arriesga a vestir un nuevo color.”

“Pero en las urnas nos dimos un nuevo color para terminar la rutina, abrir más rutas que vamos a caminar como amos de la innovación y vivir eternamente a máxima velocidad.  El correo dejará de avergonzar a Iris y Hermes, los dioses mensajeros estarán felices con estas medidas de ejecución inmediata: Ordenamos suspender la creación de nuevas empresas privadas llamadas couriers, las que están en operación de capital nacional tienen un plazo de seis meses para liquidar operaciones o trabajar como estafetas del correo oficial. Su personal será reentrenado en las prácticas se orientan a un servicio público no discrimina entre tutumpote y pobre de solemnidad, entregando a todos al mismo tiempo y a los mismos precios que cubren costos no incluyen el lucro fatal. Las extranjeras solo podrán abrir dos sucursales por año, en un lapso entre aperturas que exceda los cinco meses. Se termina con esa competencia desleal para que todos nuestros compatriotas usen el correo con el mismo fervor los invade al comprar azúcar de sus propios ingenios, volar en su línea bandera nacional, empañetar con el mejor cemento estatal y sentir en cada botella de espirituosas el pedazo de patria que FAVIDRIO le impregnó”.

El país tuvo suerte de que ningún presidente se empecinara de esa forma en evitar el dinamismo con que empresas privadas fueron sustituyendo al correo oficial en el transporte de correspondencia de todo tipo y paquetes. La causa era un servicio público donde la normalidad eran casos como este. Mandé mi aplicación y el cheque en dólares para tomar el GMAT en 1984. Un amigo me dijo que me curara en salud porque ya varios aspirantes a estudiar fuera se habían quedado esperando la confirmación de la recepción. “Llena otra y busca alguien que vaya a viajar a Estados Unidos para que la ponga en el primer buzón u oficina que encuentre. Con correspondencia personal no juegan, eso es un delito federal”. Esa llegó a su destino y la otra terminó en el zafacón, lanzada por el malandro del correo se encontró en carta ajena con cheque que no podía cambiar.

Los bancos terminaron con la excusa “No me llegó el estado de la tarjeta” contratando empresas de mensajería que garantizaban la entrega a los clientes en menos de dos días con pruebas de recepción para refutar la versión del indignado. Compañías como Delivery Express podían ofrecer al instante el dato del mensajero que entregó, nombre o descripción de la recepcionista o persona que recibió, fecha y hora exacta. Fueron compañías así que eliminaron la incertidumbre en la entrega también de invitaciones de bodas, facturas de las telefónicas, celebraciones de seminarios y todo tipo de correspondencia, en cualquier rincón del país.

Proveedores privados también eliminaron la gran incertidumbre de si con un boleto de Dominicana de Aviación iba a completar su plan de viaje. La empresa tenía un alto riesgo, inaudito en una línea aérea, de no poder despegar o no honrar su contrato de que le daría un asiento. Y lo mismo ocurría con todo bien o servicio que se espera recibir como contrapartida de una compañía pública (harina, cemento, azúcar, clavos, sal, chocolate, cigarros, luz). Eso era así y es un mentiroso el político que quiere conquistar votos de los jóvenes contando una historia de que estas ofrecían productos de alta calidad, al alcance de las mayorías, con finanzas autosostenibles y aportes netos al presupuesto.

Las empresas públicas eran demonios y privatizarlas, lo que hoy se ve como anatema o asunto que pasó de moda, era el único exorcismo efectivo. La privatización, en el sentido de que las pérdidas y utilidades serán responsabilidad exclusiva de los propietarios en circunstancias donde todo el que quiera competir puede ejercer ese derecho, era y es, la única salida viable y honorable del gobierno en la oferta de bienes y servicios donde no hace falta.  Siempre es el proveedor que llega tarde y en forma avasallante con la creación a su favor de monopolios y fuentes compulsivas de financiamiento. Tratar de expulsar a medias los demonios, vendiendo un chin menos que la mitad o con el conejo que ahora sale del sombrero como solución a todo, termina en el mismo embarre de siempre. En ambas formas se ignora que el emprendurismo competitivo solo es posible cuando se arriesgan recursos propios en una actividad de negocio en que a las pérdidas por quiebra no se les busca excusas para socializarlas con salvamentos.

El medio infierno, la venta del 49% y la cogestión administrativa, no es privatizar. Es invitar socios a una actividad con rentabilidad asegurada teniendo al gobierno de principal accionista y espantapájaros de competidores. Creer en eso es cómodo porque caemos en el cuento de nunca acabar con estudios para explicar que funcionó con fulano por esto; falló con mengano por aquello; zutano tenía la mezcla de competencias ideales que son estas; perencejo …

Si completo o a medias el infierno es malo, peor es cuando se viste con ropa de camuflaje. Este luce ser el caso del fideicomiso público planteado para una central eléctrica. Con este se quiere aislar a una administración de los rigores del mercado, la rendición de cuentas en entidades estatales y los avatares del ciclo político. Estos son muros incomprensibles cuando en otros países existen empresas privadas eléctricas que son públicas, en el sentido de que cotizan en bolsa, que cuentan con un patrimonio cercano o superior al PIB de nuestra nación y tienen gerentes en posiciones efímeras (pueden ser sustituidos por un cambio en la composición de los accionistas).

En realidad, el presidente que no quiera privatizar empresas eléctricas debe seguir con la forma tradicional de nombrar por decreto a los funcionarios que mejor entienda apoyarán los valores con que quiere se recuerde su gestión, con las mismas reglas de rendición de cuentas que tenían los pasados administradores. Es un absurdo crear una figura que parece una forma de garantizar permanencia a un mesías eléctrico con sus apóstoles en el escenario opuesto al traje de seda del emperador, algo que entiendo no es un reclamo de esos profesionales con competencias no están en discusión.

En el pasado reciente, la mayoría de los señalados para presidir el comité técnico aceptaron posiciones similares sometidos a los humores repentinos de una sustitución por decreto en una administración o a la acostumbrada con los cambios de partido de nuevos gerentes que traen sus equipos. Ellos también ejercieron esas funciones con los mismos trajes transparentes con que se permite ver los interiores de una gestión, esos que hoy han permitido a esta administración imputar de delitos a exfuncionarios o vinculados del sector eléctrico. Entonces, a nombrarlos ya al frente de la central por decreto, cerrar el tema que ha multiplicado lo que no nos sobra, diletantes, y seguir con otros que los hay en número para abrumar.