El presidente Luis Abinader ha reafirmado este 25 de noviembre que los proyectos turísticos de Pedernales serán ejecutados mediante una alianza entre el Gobierno y el sector privado. El primero aportará las tierras y el segundo los proyectos, con una inversión preliminar de 800 millones de dólares, le ha respondido al periodista Miguel Febles, de los medios Corripio.
Las expectativas creadas por el mandatario con el tema turismo en aquel pueblo sembrado de empobrecimiento por el mismo gobierno y el dato del monto aproximado de la primera inversión introducido por primera vez este miércoles, confirman la decisión institucional de desarrollar las obras.
Plausible la actitud del presidente Abinader respecto de nuestra provincia.
Sin embargo, vista en seco, su declaración induciría a pensar en que el Gobierno no pasaría de aportar las tierras con vocación turística para que los inversores edifiquen sus hoteles y demás. Desde mediados de agosto (jura ante la Asamblea Nacional), él ha dicho que allí construirán un aeropuerto internacional y 3 mil habitaciones.
Cometería un error grave el Gobierno si concentrara el desarrollo en el entorno de Bahía de las Águilas, Cabo Rojo y otras zonas de playas cercanas, sin modernizar a la par al municipio de Pedernales, y hacerlo vivible. Los antecedentes indignantes han servir para algo a los planificadores oficiales. Ahí están las villas-miseria, la delincuencia y la prostitución en los entornos de otros polos.
En cuanto al rol de sus antecesores frente a Pedernales, el presidente ha mostrado un sello distintivo digno de elogios. Innegable. Pero él mismo echaría por el despeñadero los puntos ganados si se dejara inocular más de lo mismo. Es decir, replicar allí modelos conocidos ya como excluyentes, promotores de pobreza.
El Gobierno, aunque sea sin la integración del sector privado, debe intervenir ya al municipio Pedernales. Y no salir hasta convertirlo en un sitio digno de los seres humanos que lo sostienen viviendo en él, y atractivo para los visitantes.
El malecón no debe de ser el instalado en el imaginario de mucha gente: un muro largo de cemento que sirva de escenario de bebentinas. Deberían construir un Frente Marino con proyectos hoteleros y obras de recreación de bajo impacto en el ambiente, que también sirva de activación de la economía local. No hay que esperar meses para iniciarlo porque Palacio y Turismo tienen en gaveta un diseño completo a tiro de voluntad.
Urge la construcción de proyectos habitacionales –no de cajones feos-, calles, aceras, acueducto, carreteras, caminos vecinales y adecuación de senderos. Se necesita modernizar el alumbrado público y rescatar las viviendas simbólicas, como las de la calle Juan López. Apadrinar los grupos culturales, dotar de instrumentos de música a la banda municipal… Convertir a su gente en protagonistas del proceso, no en peones.
En Pedernales está todo por hacer. Y el Gobierno puede, y debe, si no lo mira como otros, en función de los pocos votos que aporta en las elecciones de autoridades nacionales. La provincia es millonaria en recursos naturales y redituará a los inversores, siempre que no la depreden.