Hay un pequeño pueblo en el país de Gales que tiene una librería por cada cincuenta habitantes. A uno de ellos, Peter Florence, se le ocurrió un día armar un gran encuentro entre lectores y escritores, probablemente para darle un aliento turístico a lo que era una pasión local. Le fue tan estupendamente bien que empezó a exportar su modelo a otras latitudes, incluyendo América Latina. El pueblo se llama Hay-on-Wye y el evento Hay Festival. Veinte años después, atravesando ciertas dificultades, este festival llegó a otro lugar encantador: Cartagena de Indias, en Colombia, que estaba siendo remodelada y acondicionada para atraer en mejores condiciones a más visitantes. Ayudó a la elección de esa ciudad el hecho de que Gabriel García Márquez tenía una casa allí y que la inauguración podía coincidir con el cuadragésimo aniversario de la publicación de “Cien años de soledad”.
Al haber tenido que sortear obstáculos para su realización, cuando finalmente se empezaban a ver evidencias de que efectivamente se podría realizar el evento, una de las organizadoras dijo “hay Festival”, así, en español, celebrando la realidad de que realmente habría un encuentro. Desde entonces los colombianos alternan entre la pronunciación lógica en inglés con la que añadía la connotación de logro, que en este año 2025 fueron numerosos.
Hubo casi doscientos exponentes de gran nivel profesional que discurrían sobre temas que iban desde el análisis de los clásicos griegos hasta el de la socio-política actual. Aunque entre los colombianos había ciertos políticos de importancia, las figuras internacionales presentes en esta edición eran más conocidas por su creatividad al pensar y escribir que por su capacidad de reunir y dirigir entusiasmo para la administración de estamentos públicos. En este festival se invitaba a hablar a escritores, aunque algunos de ellos también le dediquen esfuerzos a la actividad política.
Sin embargo, la preocupación por la gestión de los asuntos que son de todos, por la vida en la “polis”, fue un tema recurrente empezando por el trabajo del inglés Greg Clark sobre los retos de las ciudades. También estuvieron las exposiciones de la escritora norteamericana Susan Neiman quien, a título individual y junto a otros autores, expuso la tesis central de su libro “Izquierda no es woke”. Neiman define a la gente de izquierda como aquella que se ocupa de que haya una separación entre la justicia y el poder, que está comprometida con el universalismo sobre el tribalismo y que cree en la posibilidad del progreso. Los woke, por otro lado, serían aquéllos que, adoptando una derivación del término en inglés stay woke (mantenerse alerta) están continuamente preocupados por rescatar los derechos y la visibilidad de cada una de las minorías y todas las personas oprimidas (underdogs). Muy valioso también escuchar al célebre Salman Rushdie explicar cómo ha querido que su trabajo trascienda las circunstancias de su vida. En resumen, una oportunidad de aprovechar ideas desarrolladas por otros y que demuestra lo cierta que es la frase del psicólogo Kurt Lewin: “No hay nada más práctico que una buena teoría”. En este fin de semana los asistentes al festival pudieron disfrutar conocer nuevas ideas y los propietarios de los negocios de la ciudad de Cartagena de Indias vieron aumentar su nivel de ingresos.