Tomo la idea para el título, de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, quien hace 9 años revoluciono los TedTalks con su ponencia “Todos debemos ser feministas”.

Chimamanda se preparó para su primera clase en la universidad, tomando especial cuidado en que su vestimenta inspirara respeto y se viera profesional ante sus alumnos.  Me recordó a mí misma iniciando clases en la universidad, con poco tiempo de graduada, cómo seleccionaba mis atuendos con el mismo objetivo.

Supongo que en la medida en que mi conciencia feminista aumentó, evolucioné en mi autopercepción y en mi manera de presentarme ante los demás en un medio profesional, sin renunciar a mi feminidad tropical.  De hecho mi amiga y colega Matilde Balcácer me lo recordó, al citar cómo en una reunión de mas de 15 personas, donde sólo éramos 3 mujeres, yo me atreví a presentarme en un vestido, y estampado de colores (¡para colmo!).

En muchas circunstancias he sido la “única mujer” presente la mesa, con motivo del ejercicio de mi profesión.  No ha sido fácil el aprender a preservar mi voz, mi opinión y el reconocimiento y debido respeto de la misma.  Casi sin percatarme, me fui haciendo feminista.

Chimamanda en su TedTalk habla sobre Nigeria; yo tengo que ser realista y reconocer que la República Dominicana es una sociedad patriarcal, en la que no sólo se educa a la mujer para que esté al menos un peldaño por debajo del hombre, sino que se educa al hombre para que sea “macho”, y tenga que probarlo constantemente en sus actitudes, en las relaciones con las mujeres, con sus hijos, con sus amigos, en su trabajo.  De ahí la palabra “machista” en nuestro vocabulario.

Pero resulta curioso que el machismo, tantas veces usado para describir el comportamiento de ciertos hombres latinoamericanos, está vigente más allá de nuestras fronteras.  Resulta que mientras me desempeñaba como decano de derecho en la Universidad APEC, el rector a la sazón, Dr. Franklin Holguín Haché me designó junto a otra colega también mujer, Inmaculada Madera (E.P.D.) para que negociáramos en su nombre un acuerdo interuniversitario para impartir un programa de doble titulación con la Universidad APEC.

La reunión fue pautada con el rector de una de las universidades más prestigiosas de Paris, a instancia de uno de sus profesores, reconocida eminencia en derecho privado.  El rector universitario francés, con su manejo de un protocolo y maneras principescas, no podía estar más sorprendido.  Para su sorpresa negociaría un acuerdo interuniversitario para un programa de nivel de maestría con dos mujeres y latinoamericanas/caribeñas.  Es lo que en ingles doble fuente de discriminación.  El rector francés puso cuantos obstáculos se pueden imaginar por descartar la posibilidad del acuerdo.  Al final la creatividad femenina y caribeña primó, “le buscamos la vuelta” a los impedimentos del rector francés y el acuerdo se produjo y el programa se impartió en la UNAPEC por algunos años.

El rector latinoamericano resultó ser mucho más avanzado que su par del viejo mundo.

Con esta anécdota muestro que en el tema del feminismo es arriesgado tener preconceptos, pues pudieran ser prejuicios injustificados.

Es un corolario, el hombre es distinto de la mujer, así que cuando se habla de igualdad en el entorno feminista, no se trata de igualdad fisiológica, se trata de igualdad de derechos y oportunidades.

Típicamente cuando se escribe sobre feminismo se abordan los grandes temas, tales como los derechos reproductivos, la no violencia, el acoso sexual, la paridad de acceso a posiciones de poder, entre otras.

Sin embargo, en esta ocasión quisiera llamar la atención sobre las formas sutiles en que la igualdad de derechos de la mujer es vulnerada por los hombres y por otras mujeres (también podemos tener actitudes machistas) en el ambiente laboral.

Por ejemplo, cuando aun poseyendo calificación equivalente a tus compañeros masculinos, no eres considerada para la promoción.  El robo de ideas planteadas por las mujeres, en reuniones de trabajo, o en trabajo de equipo.  El “mansplaining”, que son las explicaciones innecesarias que “generosamente” ofrecen algunos hombres sobre asuntos que saben son conocidos por la mujer con quien hablan.  El retirarles el derecho a concluir sus ideas, o completarles la frase. La descalificación de tus conocimientos o tus experiencias por el hecho de ser mujer (“las mujeres no saben de eso”).

La realidad es que probablemente hombres, y mujeres ni se percatan de que en su comportamiento se encuentra imbricada la vulneración los derechos de las mujeres.

El 8 de marzo pasado se observó el Dia Internacional de la Mujer (antes se decía “de la Mujer Trabajadora”).  Este día fue declarado por la Asamblea de las Naciones Unidas del 1977.

(https://www.un.org/es/observances/womens-day/background)

El feminismo debe extenderse como forma de educación a todos, adultos y niños para que desarrollen una cultura de respeto a la dignidad humana de todas las personas.

Debe también normalizarse el señalar la conducta discriminatoria, no como agresividad, sino como enseñanza.  Debe ser aceptado de forma general que las mujeres somos seres humanos capaces de tomar decisiones conforme a nuestra conciencia.

Para ser feminista no es necesario suscribir toda la “agenda”, como le llaman, ni dejar de lado la feminidad o la masculinidad, según sea el caso.  Basta con públicamente reconocer y abogar por los derechos a la dignidad humana de las mujeres, su acceso a iguales oportunidades en condiciones similares.

El feminismo es para todos.