Tratar de ignorar lo evidente resulta inescrutable, incomprensible.  Veamos la paradoja: la República Dominicana es un país de hombres y mujeres alegres, cálidos, expresivos, en su inmensa mayoría gente buena y decente. Un país que hace días ando diciendo está de moda por su gente, sus playas, montañas, peloteros, cantores, bellezas, cultura e historias.

¿Qué pasa adentro, a lo interno del hogar, donde se esconde y nace el primer núcleo social de un pueblo?  Acontece que el macho alfa se considera dueño y señor de la vida de su actual o excompañera. Y si un gran disgusto le nubla la mente la mata y se convierte el hecho en noticia que se comenta con horror, y se olvida.  Mientras, los datos del Observatorio  de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de la CEPAL ubican el país, en el 2020, como el segundo de la región con la tasa más  alta de femicidios, 2.4 mujeres asesinadas por cada 100,000.  Un deshonroso lugar donde no quisiéramos ser famosos y donde no se vislumbran cambios de la data 2020.

Vaya incoherencia ¿o contraposición?  Somos amables y encantadores, pero al final del día matar mujeres es un vergonzoso acto que contrasta con la descripción cuasi humanista supra citada.

¿Cómo es posible que con tanta información y comunicación  disponible en esta época post moderna, nuestros influyentes grandes pensadores, políticos y dirigentes no hayan percibido una realidad que se nos estalla en la misma cara? ¿Qué hay que hacer un esfuerzo grande, sincero, continuo, para que esa barbarie desaparezca, en un país y población digna de mejor suerte? Confieso que para los que amamos nuestra tierra esa indiferencia duele, desmoraliza y avergüenza, totalmente.

¿Y será que a quienes históricamente se les asigna la responsabilidad de la conducción escolar de los descendientes nunca se les ocurrió que la génesis de los femicidios se fundamenta en una educación carente de principios de respeto y méritos ciudadanos; una educación con un contenido de total ignorancia del concepto de equidad e igualdad de derechos y valores entre  hombres y mujeres?

Lo expresé clara e intencionalmente “conducción y educación escolar”, porque es cruelmente evidente que seguir delegando solo en los padres y la familia la “educación y concientización humanitaria de niños y niñas” ha dado resultado negativo. Por décadas hemos tenido como resultado la misma historia. ¿Hasta dónde y hasta cuándo el Estado dominicano entenderá que más de lo mismo ni cambia actitudes ni suma beneficios?  El Estado tiene la responsabilidad de formar ciudadanos con respeto a la vida como referente. Con ese derecho se nace, y en sí  mismo se expande a derecho pleno, centrado en la persona, mismo que conduzca a una vida sana y productiva.

Que nadie hable de delincuencia y criminalidad aduciendo ignorancia, total ignorancia al hecho de que los huérfanos terminan siendo los hijos de la calle. Ojalá nuestro cuasi nuevo gobierno se empodere del hecho de que la educación debe ser integral y cualitativa para poder cambiar el triste sendero de nuestra historia.  Sin dudas que tendríamos menos luto, menos desgracias y las mujeres mejor suerte.