Félix Méndez (Junior), era uno de los periodistas más acucioso en el periodismo de profundidad, siempre reivindicaba la construcción de una semántica revolucionaria y emancipadora, que partiera por el motor de la historia y por el sepulturero de la burguesía que, a diario, cava la tumba del capitalismo para que todos acudamos a celebrar su deceso.
Cuando llegaba a su casa, siempre me decía: “Tenga camarada, lee ese libro, los revolucionarios no solo debemos leer literaturas nuestras; sino culturas universales, para enriquecer nuestros léxicos y poder escribir y ser leído”. “Necesitamos una gran revolución en la construcción del relato”.
La historia de las luchas humanas, especialmente de las luchas revolucionarias, ha estado a expensas de una variedad de “filtros ideológicos, de léxicos paupérrimos y de conceptos mediáticos (jamás ingenuos) sobre los que siempre es bueno tender mantos de dudas o de francas sospechas.
Una herramienta, no ontológica, muy útil, según Félix Méndez Junior, bien ponderada, sería la autocrítica para empezar por preguntarse: ¿Quién soy para contar esta historia? ¿Qué me habilita, qué me da el derecho, desde dónde la cuento y al servicio de qué intereses? Incluso, recomendaba Méndez interrogarse ¿Tengo el vocabulario, destreza técnica, las habilidades pertinentes y los dispositivos creativos para huir del tedio, la rutina, los estereotipos, las repeticiones y los plagios, las citas de los clásicos del marxismo? ¿Tengo sentido del humor y sentido de la proporción asociados al sentido del ridículo?
Para socializar esos elementos planteados por Junior, organizamos un curso taller sobre redacción periodística con dirigentes sociales, populares, campesinos y políticos en Bani,provincia Peravia, porque para él, no importa si se trataba de escribir poemas, novelas, cuentos, telenovelas, radionovelas, ensayo, reportes populares de obreros y campesinos, o de películas. La pregunta “dura” era, ¿Esta mi relato a la altura de la historia? Responda primero lo más difícil, sentenciaba.
Victimados como nos tienen la ignorancia y la no poco pésima educación que hemos recibido en materia de semántica, sintáctica e interlocución; aporreados por todos los vicios “didácticos” que nos transfiere el empirismo de quienes nos enseñan mal la teoría y la practica; acorralados por los miles de modelos narrativos acantonados y por la dictadura del mercado que imponen estereotipos estéticos a mansalva y normas aberrantes para “gustarles “al público-la producción de nuestros relatos se debate en linderos en los que siempre es más fácil errar que anotarse triunfo. Y por colmo en orfandad casi total de la autocrítica.
“Desespera ver (o escuchar) como sucumben las mejores intenciones en aras de las frases hechas, en aras de los planos obsecuentes, en aras del facilismo, el individualismo y la chabacanería. Da rabia ver que el empirismo carcome una inmensa cantidad de relatos mientras, también, la arrogancia pudre el trabajo y lo ahoga en subjetivismo que inventan realidades con toda impunidad. Sálvense las excepciones que se puedan”, sentenciaba Méndez Junior.
Félix Méndez fue mi profesor a escondidas, siempre que llegaba a su casa, acompañado por Benedita Fortuna de Méndez, y rodeado por Marcel y Laura; sus hijos(a), aprovechaba para explicarme que “no se puede narrar con balbuceos erráticos la magnitud de las luchas humanas ni la magnitud de los desafíos por venir. “No se puede y no se debe tolerar la chabacanería teórica ni el simplismo practico”. “La cosa esta que arde, la humanidad se debate contra la barbarie y el escenario se recalienta cada minuto, al fragor de la lucha de clases que sigue expidiendo a borbotones las líneas narrativas centrales que la humanidad protagoniza en el camino de su emancipación. ¿Estamos listos para contar esa “epopeya” de nuevo género? Ni todos ni siempre.
En los relatos de Junior, con un cigarrillo en la mano sin encender, nos decía: “Exaspera ver batallas magnificas contadas con “vocabularios” a veces miseros. Desespera ver que en manos impertinentes los temas revolucionarios cruciales aparecen contados como melodramas ramplones. Nos inundan los ripios, decía, las jerigonzas, los galimatías y los cuernos. “Vamos de la petulancia al abismo, acorralados por los Mesías de la estética y los genios de la moda, cualquiera que exhiben sin pudor el compendio completo de sus aberraciones vanidosas, y luego se auto llaman artista”.
Para Héctor Rafael Peña (el Morocho), Félix Méndez Junior era un experto en los debates; siempre usaba como comodín, con quien debatía: “¿Es usted un ciudadano, con consciencia de deberes y derechos o es solo un habitante? Porque si es esto último, no perderé mi tiempo debatiendo.
Pero, según explica Morocho, Junior se iba más lejos aún: ¿Es usted un ciudadano latino o es usted un ciudadano del mundo, como usted se define?, para saber con quién estoy debatiendo”.
“Y si es un ciudadano del mundo, debe saber que este está que arde, y que la clase obrera se ve traicionada o ignorada, porque el himno de sus batallas se desfigura en los muladares de la pobreza léxica o de las pretensiones esteticistas de los iluminados. Y en eso radicaba la mayor preocupación de Junior, en que el mensaje social, revolucionario, no se quedara en una pasarela del léxico rebuscado o en una autosatisfacción intelectual, sino en una herramienta útil y efectiva de la educación del pueblo como protagonista de su propia historia y su lucha de liberación social. Félix Andrés Méndez Saldaña, conocido musicalmente como Félix Junior, falleció el 13 de enero del 2021, hace un año y algunos meses por problema de salud.