En esta mi primera entrega del año 2022, la fuerza de la prudencia me convoca a tratar un tema vinculado al carácter social y hasta tradicional de la ritualización que se acostumbra practicar como motivo de la finalización de un año y el comienzo de otro nuevo, por cuya causa convergen grandes emociones que se sintetizan en que los que quedaron bien o impactados de alguna manera, pero vivos del año viejo, celebran dicho acontecimiento y asumen que el año que entra es un nuevo desafío que representa grandes retos que en el fondo resultan con profundas etiologías de incertidumbres –por no saber lo que le depara el destino de 365 días a cada quien y hasta de forma colectiva- y, por tanto, en dicho tránsito -el nuevo por el viejo- a punto de la doce de la noche se ritualiza la manifestación de un deseo que de forma marcada se sintetiza en el término "¡Feliz navidad y próspero año nuevo!", término o expresión que en el diccionario tiene las acepciones siguientes: 1) Que es favorable y conlleva éxito o felicidad, 2) Que se desarrolla de forma favorable, especialmente en el aspecto económico y social. En consecuencia, implica un deseo fervoroso que desde la óptica sociológica -a mi juicio- es un desahogo manifestado a través de una felicitación porque se vio -no se vivió-, un año entero- y quizás venciéndose tantas tribulaciones y amenazas que habría implicado vivirlo y llegar a la meta final e iniciar otro nuevo.
En torno a lo dicho, por lo menos desde mis razonamientos, la llegada de ese nuevo año resulta ser como encontrar en el camino -como le sucede a las manadas cruzando un desierto-, o riachuelo de agua fresca que les resulta haber recibido el elixir de la vida o el manjar de los manjares. De lo que se desprende que a la llegada de un nuevo año, después de tantos avatares, las personas asumen el mismo como una especie de catarsis espiritual al ver que ha podido beber el néctar de la esperanza en la fuente de un nuevo comienzo.
Por lo tanto, en esta modesta entrega -un tanto filosófica de pie en tierra- he querido conectarme con mis amigos y amigas -chiquitos y grandes- para más que felicitarlos por un nuevo año, declararlos sobrevivientes de un azote que ha tenido la categorización de calamidad, descalabro y desastre motivado por varios infortunios de diversos índoles, colores y matices. Y quizás el más acuciante-no el único-, refiera el impacto de la pandemia Covid-19 que llenó por completo y algo más el 2021 de una malaventura espantosa-Y sigue su agitado curso-, dejando profundos daños a la salud, las emociones, los impactos de noticias de que el del lado, tu compañero, tu compadre, tus padres, hermanos y personas cercanas de una misma generación, sucumbieron ante la guadaña de la muerte.
Sin embargo, no sería esa la única razón para que en vez de desearles prosperidad y venturoso 2022 a mis gentes, pida o invoque el concepto creado por mí a propósito de la entrega de hoy, ¡Felisalud!. Y aun a riesgo que no se entienda porque me salgo del cliché de desearle feliz y venturoso nuevo año, me permito confesar sencillamente, que es porque el núcleo social, como organismo vivo está enfermo de cáncer como organismo vivo. Con metástasis incluida, sin dudas. ¿Y por qué? Sencillamente, porque casi todos los órganos del cuerpo social están afectados. Lo está la familia, con un desgarramiento abismal de su cohesión interna. Miles de madres asesinadas por sus parejas, dejando en el desamparo a miles de hijos, y sobretodo, cercenando vidas inocentes que quizás su única falta, es, o dejar de amar a su pareja porque este se ha convirtió en un felino, o exigirles responsabilidades antes las atenciones de sus hijos-, porque solamente puso su bragueta alegre en la traída de unas vidas que son sus vástagos. -Y con pocas respuestas del Estado-, por igual, así de enferma está la administración de justicia. La gente entiende que está capturada por la sintomatología de la inercia, la compra de sentencias y los vericuetos de expedientes mamotretos, y si se quiere, con la percepción de infundados. De igual forma, hay cosas espantosas en las iglesias. Llena de falsos profetas que usan la fe como trampolín para conseguir dos glorias. La celestial y la terrenal, pero, esta última manifestada en la etiqueta de la opulencia.
En ese mismo orden, se nota muy famélico el sistema político. Viene presentando el síntoma de la enfermedad de la corrupción y su alto afán de conquistar el poder a como dé lugar, porque a través del mismo, amasan fortunas del erario público en detrimento de la salud y la calidad de vida de las personas. Ahora, no menos enferma está la sociedad en su conjunto. Acusa unos profundos trastornos de degradación, una gran picada hacia el piso, de su escala moral, y sobre todo, la cultura de la indiferencia que envuelve y arropa el universo societario. Así vemos también como anda exangüe la moral de grandes núcleos de entramado social –comunicadores, sociedad civil, hermandades, gremios, etc.- que han perdido su rol de grandes voluntariados y de escudo de la sociedad para convertirse en frente de masas o amasadores de fortunas por prebendas a cambio de sus silencios o sus discursos complacientes.
En tal sentido, ya colofonando, no puedo desearles un feliz y venturoso año 2022, porque con el cuadro visto hasta aquí, como cada responsabilidad fallida del tejido social deben concatenarse para que así sea. Y no ajeno y sin mencionar, está la gran carga de endeudamiento que en el año 2021, a través de que el congreso aprobó 13 préstamos por valor total de 1,074.9 millones de dólares que comprometen nuestra independencia económica, y por así decirlo, pasa a un renglón de enfermedad financiera. Pero si en este reglón, también comparamos el presupuesto del 2022, sometido por el Poder Ejecutivo al Congreso Nacional, para su conocimiento y aprobación, que contempla erogaciones totales para el Gobierno Central por un monto de RD$1,155,565.3 millones, de los cuales se proyecta un gasto total de RD$1,046,280.7 millones y aplicaciones financieras por RD$109,284.6 millones. Pero en torno a ese presupuesto, según el de Hacienda, el estimado por los ingresos fiscales al cierre de 2021 ascenderían a RD$830,007.2 millones, equivalentes a 15.6 % del Producto Interno Bruto (PIB) proyectado del 2021… (https/www.hacienda.gob.do del 21 de noviembre del 2021) por lo tanto, nuestro ¡Felisalud!, de este nuevo año, también debe abarcar, además de todos los aspectos vistos, también va orientado a la realidad que se aprecia en el desequilibrio financiero en base a lo recaudado vs. lo presupuestado, y máxime, que se aumentó el monto del presupuesto y no se hizo la reforma fiscal que debería amparar el mismo. Y termino, entonces, ¡saludando o deseando felisalud 2022, y veremos si a partir de cualquier momento que no sea este, podría entonces, desear feliz y venturoso año nuevo. Pero, por ahora, no quiero caer en esa pose, aunque deseo lo mejor para todos.