Este 6 de mayo, mi esposo y yo cumplimos 16 años de matrimonio. Aquel domingo por la tarde, rodeados de amigos y familiares, en la Capilla de Manresa Altagracia, prometimos, entre otras cosas, querernos como somos, hacer de nuestra casa un hogar para todas las personas y, si teníamos hijos, esforzarnos por educarlos con conciencia social.

Tuvimos dos hijos. El mayor pronto cumplirá catorce años y el menor cumplió doce hace un par de meses. Con los chicos en esta edad algunos días cuesta, pero en general tenemos fe en el futuro, alegría en el presente y por supuesto, nuestro corazón unido al de todas las personas que se preocupan por la educación, especialmente en los contextos sociales más vulnerables.

Por cierto, en muchísimos aspectos, para lograr una educación integral resulta imprescindible contar con la comunidad que rodea a las familias. La violencia es un buen ejemplo para ilustrarlo: cuesta mucho que la no-violencia se aprenda en un ambiente violento. Por eso, al fomentar un ambiente de cuidado, protección y paz en las escuelas, la Asociación Fe y Alegría Inc. está haciendo mucho por la República Dominicana.

Fe y Alegría Inc. es un movimiento internacional de educación popular y promoción social con presencia en República Dominicana desde 1991. En colaboración con diversas personas e instituciones comprometidas con la construcción de un mundo más humano, Fe y Alegría Inc. apoya los centros educativos públicos y sus comunidades, impulsando acciones que generen mejoras sociales. Además de procurar que el derecho a la educación sea realidad para los más pobres, impulsa en sus comunidades educativas la construcción de relaciones desde el cuidado y la convivencia pacífica en la escuela y su entorno.

Desde la oficina nacional, en un rinconcito de Gascue, y con la participación del personal docente de todas las escuelas que gestionan, se estructuran investigaciones y se presentan propuestas educativas para ser desarrolladas junto a los líderes comunitarios y los más de 35,000 estudiantes de 16 provincias y 65 escuelas, interesados en participar en los procesos de transformación de sus comunidades.

Ayudar a nuestros niños y jóvenes a cambiar la cultura de violencia de nuestro país no es tarea pequeña y también requiere del apoyo de voluntarios. Buscar maneras de cambiar las manifestaciones de violencia que nos rodean, desde el empujón en una fila o el insulto al conductor imprudente en las calles, hasta el asesinato de tantas mujeres por parte de sus parejas y ex parejas, es un desafío inmenso que necesita del esfuerzo de todos en la sociedad; pero, digámoslo con total sinceridad, es una tarea que tiene que hacerse principalmente desde el Estado. Un ambiente de violencia institucional (de pobreza, hambre, racismo, abuso, explotación) es decir, de políticas públicas injustas, con demasiada frecuencia suele engendrar el comportamiento agresivo que estamos viendo en las familias y en la sociedad.

Por eso el trabajo de Fe y Alegría Inc. trasciende lo estrictamente académico, porque la educación de calidad va mucho más allá de los índices PISA en matemáticas, lectura, o ciencias, que tanto nos acomplejan. La calidad en la educación que proponen hace referencia a la finalidad: qué tipo de persona y qué clase de sociedad queremos ayudar a formar desde la escuela, desde las comunidades y desde las familias. En Fe y Alegría Inc. importa que los estudiantes crezcan integralmente como personas, desarrollándose como ciudadanos y ciudadanas de bien, constructores de un mundo de nuevas oportunidades en el que cuente más incluir a todas las personas, que ocupar los primeros lugares.

Esto que hace Fe y Alegría Inc., es lo que intentamos enseñarles a los hijos y a los jóvenes con los que nos relacionamos. Aunque han sido solo dieciséis años de matrimonio, muy pocos como para pretender dar lecciones, me atrevo a compartir una pista que ha sido de gran ayuda: de los jesuitas, esos que entre otras muchas cosas gestionan capítulos de Fe y Alegría en más de veinte países, aprendí a preguntarme “a dónde voy y a qué”, no solo en la oración, sino también en el amor y en el cuidado de la familia. De esa manera puedo ordenarme en la dirección que deseo: una comunidad familiar que sirva para construir la paz y la justicia.

Para mantener la fidelidad a ese deseo, son tantas las personas que desde mayo del 2007 han sido fuente de inspiración, apoyo, motivación y ejemplo, que no lograría mencionar todos sus nombres. Igual no hace falta. Solo con pensar en sus testimonios, se nos llena el corazón de fe y alegría.