Las religiones durante siglos han servido de medio de construcción de la fe para todos quienes creemos en la existencia de fuerzas superiores al entendimiento lógico-racional. Pero estas, en su proceso de adaptación de sus diversos textos sagrados, La Biblia, El Corán, La Torá, El Talmud, Upanishad, Vedas, Cánones del Budismo, Libro de Mormón, Tipitaka, Rig Veda, Mahabharata, Bhagavad Gita, Kojiki, Zend Avesta, Guru Granth Sahib entre otros.

Dichas religiones, se han olvidado de lo fundamental, que es el respeto a la propia condición humana. Y es cuando surge el fanatismo religioso. Movimiento radical con fuerte apasionamiento en la defensa de su creencia; justificando crímenes y atrocidades como defensa a sus posturas.

Durante siglos, este movimiento con característica fundamentalista ha permitido el exterminio de minorías étnicas, violaciones a menores de edad por parte de sacerdotes y pastores, genocidios, terrorismo y diversas formas de violación a los derechos de mujeres; vetando hasta la propia condición de estas.

Este arsenal de intolerancia religiosa fue que produjo el intento de asesinato a Salman Rushdie, quien es un importante escritor indio condenado por una decena de naciones islámicas por sus “insultos” al Islam y cuya una culpa ha sido expresar mediante sus libros el ejercicio de la libertad de expresión.

El acto de cobardía contra Salman Rushdie, es uno de los tantos que los fanáticos religiosos ejecutan para intentar callar las voces de quienes se “oponen” a sus ideologías. Pero mientras el fanatismo religioso continúa utilizando mecanismos para sembrar el miedo; las voces de quienes los desafían nunca serán sepultadas.

Porque esos inadaptados, se apegan a mecanismo de manipulación de masas; todo en nombre de la fe. Esa misma fe, que produce una ceguera ante aquellos que se autoproclaman como hijos del Dios y quienes pretenden burlar las sociedades en su nombre.

Es contraproducente, que aquellos que están “llamados” a predicar paz y amor sean los que durante tanto tiempo provoquen un efecto contrario; ya que se vive en un mundo donde exponer posturas contrarias a quienes profesan la fe, son enemigos del cristianismo, el Islam, el judaísmo, la doctrina ortodoxa, etc. Y no se supone que así debemos continuar viviendo, empleando la religión para seguir tolerando más violencia de la que ya existe como consecuencia del fanatismo; por medio del amedrentamiento colectivo a quienes estos ven como enemigos.

Es necesario que la moderación y el civismo como comportamiento sean las reglas que rijan las diferencias de punto de vista. Ya que cada vez más -insisto- nos acercamos al establecimiento de sociedades tribales, que se alejan de los aspectos que nos acercaban a lo humanos.

Aprender a respetar las posturas de los demás, nos aleja de la falacia del hombre de paja, que son quienes refutan los argumentos de otros, sacándolo de contexto y luego de manera muy exagerada, contradicen dicha opinión, a la persona y lo atacan de manera tal hasta desnaturalizar el argumento de la primera.

Las sociedades deben propiciar el respeto a posturas e ideas, sin dañar física, moral o emocionalmente a los demás. Ya basta de fanáticos religiosos, que vuleneran derechos y matan inocentes.

¿Es hora de poner un alto y preguntarnos hasta qué punto podremos continuar viviendo bajo esta sombría neblina de temor e incertidumbre de ejercer un principio universal como lo es la Libertad de expresión?