Doña Rosario Fermín Mera Vda. Perozo junto a sus hijos Alfonso, Agustín y Alfonsina al celebrar sus 70 años.

¡Qué tributo tal alto en sangre, dolor  y vejaciones innombrables el pagado por la noble y sufrida familia de los Perozo en su indoblegable combatividad libertaria contra la tiranía trujillista!Repasar el cruento catálogo martirial de esta pléyade de valientes, es asomarse, con horror y con rabia, con desazón y paralizante asombro a uno de los capítulos más tristes y a la vez heroicos de una etapa fatídica y brutal, hiriente y aborrecible.

Fueron ellos los gestores del primer complot para librar al país de la tiranía incipiente.

Gracias a varios escritos y testimonios, entre ellos, los recabados  o consignados por el jurista Manuel E. Cruz Díaz, el fenecido periodista Luis Armando Lora, el ya fallecido histórico dirigente y fundador del PRD Dr. Virgilio Mainardi Reyna, la acuciosa periodista e investigadora Ángela Peña y Doña Alfonsina Perozo, entre otros,  ha sido posible conocer más profundamente el calvario indecible de esta familia santiaguense, que debe figurar, para la posteridad, en la veneración y el recuerdo agradecido de cuantos dominicanos sientan amor por su historia y por la libertad.

El libro de Doña Alfonsina Perozo, publicado en el año 2002, con un interesante prólogo del historiador Bernardo Vega,  titulado “Los Perozo: su exterminio por la dictadura de Trujillo” (Editora Centenario, 2002 (primera edición; Editorial Santuario, 2008, segunda edición), constituye una fuente imprescindible para conocer a profundidad este amargo capítulo de nuestra historia contemporánea.

1.- Adhesión de los Perozo a Estrella Ureña y el desencuentro con Trujillo. Vejámenes del tirano al Lic. Andrés Perozo

Los tres primeros mártires de la familia Perozo (los hermanos César, Faustino y Andrés) eran fieles adherentes del partido republicano, liderado por el prestigioso jurista, orador y político Rafael Estrella Ureña.

Tras la alianza entre Estrella Ureña y Trujillo, y tras este  último asumir el poder, pocos menos de seis meses después  del golpe del 23 de febrero de 1930 contra Horacio Vásquez, los Perozo continuarían leales al entonces vicepresidente.

El Lic. Andrés Perozo, ocupaba para entonces el cargo de magistrado juez de la Corte de Apelación de Santo Domingo, pero a poco, vendría la ruptura entre Trujillo y Estrella Ureña y con ello las desgracias y sinsabores de los seguidores de este último.

Es aquí donde comienza a tomar cuerpo la determinación de los  hermanos Perozo, de dar un golpe destinado a colocar a Estrella Ureña en la primera magistratura de la nación, plan que implicaba, además, la eliminación física del tirano.

Al licenciado Andrés Perozo le fue solicitada la renuncia, reclamo al que no accedió, por entender tal requerimiento violatorio de los plazos legalmente establecidos en lo que concernía al ejercicio de sus funciones. Se mantuvo altivo e indoblegable ante las incesantes presiones del régimen.

Pero el tirano era alérgico a tales manifestaciones de entereza de carácter. El Lic. Perozo fue encarcelado en la Torre del Homenaje, en la Fortaleza Ozama. De forma compulsiva, le fue arrancada su renuncia, siendo sustituido en las funciones por el Lic. Héctor Tulio Benzo. Era  el mes de marzo de 1932.

Herido en su amor propio y en sus más elementales derechos como ser humano y como ciudadano, el Lic. Andrés Perozo retornaría a su Santiago natal, dispuesto a poner en marcha, junto a sus hermanos, la que sería la primera conspiración contra la tiranía fraguada en la ciudad corazón.

Testimonios recabados, entre los que destaca el ofrecido por el Lic. Manuel R. Cruz Díaz, dan cuenta de que en aquellos días subsiguientes a su forzada destitución y encarcelamiento, el Lic. Perozo comenzó a socializar con varios amigos cercanos sus aprestos conspirativos, expresando en actitud indignada: “esto ya no se puede aguantar más. Estoy desesperado. Tengo que tomar una decisión”.

Cabe significar que el Lic. Andrés Perozo  gozaba de alto reconocimiento público en toda la colectividad santiaguera, donde se había destacado como profesor distinguido en centros educativos de prestigio, como la escuela normal superior, la escuela México y en el prestigioso colegio “Alta Escuela Juan Pablo Duarte”, dirigida por el Profesor Manuel Serrano Acevedo.

Había servido, además, como inspector de educación en San José de Las Matas y junto a otro destacado educador y abogado santiagués, el Lic. Apolinar Morel, había escrito un importante texto sobre Moral y Cívica, que era libro de texto oficial hasta que fue sustituido por el régimen, en represalia por su gallarda actitud.

 

 

 

3.- La fallida conspiración de San José de las Matas y los primeros mártires de la familia Perozo.

Ya era sabido que a finales de mayo de 1932, Trujillo se trasladaría a la residencia oficial de San José de Las Matas, conocida como “La Mansión”, inicialmente sanatorio antituberculoso.

El propósito de los conjurados consistía en adelantarse a su llegada y ejecutar el plan magnicida antes de su entrada al poblado. Todo parece indicar que se le esperaba en San José de Las Matas el 24 de mayo de 1932, pero Trujillo retrasaría un día su salida. La prensa de la época destacaba que sería en la madrugada del 25 de mayo de 1932, cuando se produjo su partida desde Santo Domingo hacia las estribaciones de la serranía, “…con el propósito de pasar allí una temporada de descanso, aunque sin descuidar  sus altas funciones de gobierno”.

Un día antes de la esperada visita de Trujillo, es decir, el 23 de mayo de 1932,  se congregaron con propósitos conspirativos, en la residencia familiar de  Santiago de los Caballeros, los hermanos Faustino, César y Andrés Perozo, a quienes se les unirían Julio García, Antonio Tolentino (Toño), Bonifacio Rodríguez, Lorenzo Álvarez (Puchulo) y el Dr. Virgilio Mainardi Reyna, quien era para entonces estudiante de segundo año de la carrera de derecho en la universidad de Santo Domingo y vinculado a familias antitrujillistas.

Precisamente, Lorenzo Álvarez y Virgilio Mainardi Reyna serían los dos únicos seobrevivientes de la conjura. Gracias  al valioso testimonio que ofreciera Virgilio, entre otros, al fenecido periodista José Armando Lora, han quedado registradas para la memoria histórica las principales incidencias de aquella primigenia manifestación de la combatividad santiaguera contra el régimen tiránico.

A decir de Virgilio al periodista Lora:  “ éramos una juventud rebelde y adolorida por los excesos cometidos abiertamente por la dictadura; por eso resolvimos jugarnos el todo por el todo para irnos a juntar a los invasores que, según decían los Perozo, estaba organizando Estrella Ureña en Haití, o en último caso, acelerar su llegada”.

Protegidos por el denso velo de la noche, en un carro Ford modelo 1930, propiedad de Fernando Bermúdez, salieron el 23 de mayo de 1930  desde la residencia de Don Armando Menicucci, en Santiago de los Caballeros. El propio Fernando conducía el vehículo, internándose por la carretera que conducía a la barranquita y continuando hasta El Naranjo.

A partir de allí, no era posible avanzar en vehículo, quedando la opción de avanzar a pies o a lomo de animales. Fernando regresaría a Santiago, mientras que los ocho conjurados marcharían a pies, llevando consigo dos rifles, dos revólveres  y dos escopetas, por lo que dos de los integrantes iban desarmados.

Al clarear el siguiente día les dominaba la fatiga, pues no contaban con el entrenamiento físico para tan exigente andadura. La imprudente medida de alquilar mulos para continuar la marcha, fue acción impremeditada. Serían denunciados por los recueros en el puesto de guardia de San José de las Matas, comandado por el sargento Silién, iniciándose contra ellos la persecución.

Aquel día, conforme la versión de Virgilio Mainardi, sostuvieron dos enfrentamientos con la fuerza del régimen. La primera, en la localidad conocida como Jaramillo. Allí perderían los mulos, por lo que se vieron precisados a partir de entonces, a marchar a pies y dispersarse, sin que les fuera posible volver a encontrarse.

Los hermanos Perozo morirían el 26 de mayo de 1932  en combate fiero y desigual con las fuerzas del régimen, librado con gallardía admirable en la sección “El Carrizal”, de San José de Las Matas. De quienes le acompañaban, sólo Bonifacio Rodríguez fue tomado vivo, pero tras ser interrogado ejecutaron su  fusilamiento.

Mainardi Reyna y Lorenzo Álvarez tomarían senderos diferentes, para no encontrarse jamás. A decir de Virgilio, estaban cercados por un ejército de casi 400 soldados.

Virgilio pudo salvar la vida vagando incansablemente entre las espesas monterías y gracias a la solidaridad que encontró en Jánico, en la confluencia de los ríos Bao y Yaque, donde Don Mongo Adames le facilitaría un práctico (un guía campesino),  aunque luego terminaría abandonándole en las espesuras de la noche.

Pero pudo sobrevivir, especialmente, gracias a la colaboración encontrada de forma accidental, cuando pidiendo auxilio en un humilde bohío, se encontró con Manuel La Negrita, un humilde labriego que conocía a su familia, y el cual, dando muestras de un valor a toda prueba, caminando entre malezas y saltando alambradas, le condujo, evitando siempre el camino real, hasta la finca propiedad de la familia situada en el sector de la otra banda, en Santiago.

Indecibles fueron las peripecias de Virgilio para burlar la insidiosa persecución organizada en su contra por más de dos meses, hasta que a finales de julio de 1932, su padre Rafael Mainardi se entrevista con Trujillo en San José de Las Matas y alegando que su hijo Virgilio estaba padeciendo problemas mentales, le pidió que le permitiera salir al extranjero “a ver si recapacita”, petición a la que Trujillo terminó accediendo.

Lorenzo, con la ayuda de sus coterráneos, pudo tomar camino hacia la frontera, salvando la vida. Radicado en los Estados Unidos, terminaría ingresando al ejército norteamericano, sirvió como soldado en África y fue combatiente en Italia, teniendo destacada participación en la famosa batalla del monasterio de Monte Casino. Murió  en su hogar en la década de 1970.

En Santiago se desataría una persecución terrible no sólo contra toda la familia Perozo, familiares y allegados. Dos cuñados, Luis Ricardo y Tiberio Santillana serían asesinados, iniciándose así el terrible martirologio de una de las familias más sufridas durante el régimen.

Pero, además, serían objeto de la arbitrariedad de la dictadura, todos aquellos que directa o indirectamente se mostraron solidarios con la familia enlutecida, como fue el caso de los distinguidos educadores  Sergio Hernández y Ercilia Pepín.

Sobre este tema  y las nuevas estaciones de amarguras que aún faltaban al terrible calvario de la sufrida familia Perozo versará la segunda entrega del presente trabajo.