Tiene tanta pertinencia revisar lo escrito por Bosch en el 1943 ahora que muchos de quienes estuvieron a su lado en la dirección del PLD y del PRD se desbocan pregonando un antihaitianismo trujillista, oportunista en su forma y racista en su fondo. Tendencia que ofende desde los litorales del PRM la memoria de José Francisco Peña Gómez. Es indudablemente que las tres fuerzas políticas más numerosas en nuestro país se mueven con cretina insistencia hacia posturas de extrema derecha, desconociendo derechos, valiéndose del populismo como herramienta electoral y favoreciendo la concentración de riqueza en pocas manos.
Bosch señala en la carta escrita a sus amigos Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Incháustegui y Ramón Marrero Aristy, que el trujillismo había creado un clima inmoral en la denigración de los hermanos insulares haitianos y que ese modo de pensar tardaría tiempo en ser erradicado, si es que se lograra en algún momento. Comparando ambos pueblos indica nuestro autor: “El pueblo dominicano y el Pueblo haitiano han vivido desde el Descubrimiento hasta hoy —o desde que se formaron hasta la fecha— igualmente sometidos en términos generales. Para el caso no importa que Santo Domingo tenga una masa menos pobre y menos ignorante. No hay diferencia fundamental entre el estado de miseria e ignorancia de un haitiano y el de un dominicano, si ambos se miden, no por lo que han adquirido en bienes y conocimientos, sino por lo que les falta adquirir todavía para llamarse con justo título, seres humanos satisfechos y orgullosos de serlos” (Vol. IX, p. 213). Y si eso era cierto en 1943, lo sigue siendo en el 2023, ya que la pobreza de la mayoría haitiana es poco menos que la pobreza de muchos dominicanos en zonas tan cercanas a la capital como Monte Plata, o tan lejanas como la frontera. Un buen ejemplo son las provincias de San Juan de la Maguana y Elías Piña donde la pobreza ronda el 68% de la población cuando en el país el promedio es el 36%.
Quienes denigran la situación del pueblo haitiano no miran hacia los pobres dominicanos, porque odian a los pobres, no importa de cual lado de la frontera sobreviven. Quienes desde la capital o Santiago lanzan discursos racistas contra la migración haitiana no tienen la menor idea de lo que es pasar hambre, y si la han padecido alguna vez en su vida detestan evocar esa experiencia y procuran ocultarla con más odio hacia los pobres haitianos y dominicanos, como si ellos fueran responsables de su miseria. Bosch lo dice con precisión: “El pueblo haitiano es un poco más pobre, y debido a esa circunstancia, luchando con el hambre que es algo más serio de lo que puede imaginarse quien no la haya padecido en sí, en sus hijos y en sus antepasados, procura burlar la vigilancia dominicana y cruza la frontera; si el caso fuera al revés, sería el dominicano el que emigraría ilegalmente a Haití” (Vol. IX, p. 213). Faltan a su condición de seres humanos quienes propagan la xenofobia y el racismo contra todos los que no han podido tener el nivel de vida que ellos han alcanzado, muchos por la explotación y la corrupción pública. Merecen, si es que tuvieran Fe, la amenaza de Montesinos a los encomenderos, que les señala que van camino del infierno por la forma en que trataban a los tainos.
La vena humanística de Bosch, ese sentimiento cristiano en el fondo de su corazón, más hondo que el de muchos sumergidos en una beatería indiferente al dolor de sus prójimos, se expresa en este párrafo. “El haitiano es, pues, más digno de compasión que el dominicano; en orden de su miseria merece más que luchemos por él, que tratemos de sacarlo de su condición de bestia. Ninguno de Uds. sería capaz de pegar con el pie a quien llegara a sus puertas en busca de abrigo o de pan; y si no lo hacen como hombres, no pueden hacerlo como ciudadanos” (Vol. IX, p. 214). Quienes así se comportan no son ciudadanos, mucho menos hombres, ya que la valía de todo ser humano y el grado de civilización de toda sociedad se mide por su capacidad de ser compasivo, de buscar la justicia y procurar la solidaridad con quienes lo necesitan. La maléfica herencia trujillista está dañando la sociedad dominicana a niveles extremos y pagaremos caro todo el odio que estamos permitiendo que se derrame contra los más pobres, los extranjeros necesitados, los negros, las mujeres y los marginados. En poco tiempo será imposible vivir en República Dominicana, ya que careceremos de dignidad, respeto y el bienestar que todo ser humano merece por el hecho de serlo.