El 14 de junio del 1943 en La Habana, Cuba, Juan Bosch le escribe una carta a tres amigos que le habían visitado para que la recibieran personalmente antes de partir hacia República Dominicana. Ellos eran Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Incháustegui y Ramón Marrero Aristy. Es un texto clave en la compresión de la antropología subyacente en la narrativa y el pensamiento político de nuestro autor. La idea central de la misiva surge de inmediato en el texto. “…de mi reunión con Uds. he sacado una conclusión dolorosa, y es ésta: la tragedia de mi país ha calado mucho más allá de donde era posible concebir. La dictadura ha llegado a conformar una base ideológica que ya parece natural en el aire dominicano y que costará enormemente vencer, si es que puede vencerse alguna vez (…) Me refiero a la actitud mental y moral de Uds. —y por tanto de la mejor parte de mi pueblo— frente a un caso que a todos nos toca: el haitiano.” (Vol. IX, p. 212). Con el protagonismo que tiene la extrema derecha en sus discursos anti-haitianos en el presente -desde el gobierno, la oposición y la sociedad civil- no puedo menos que admirar la hondura analítica de Bosch al diseccionar un fenómeno social tan relevante y visualizar sus consecuencias a un siglo de distancia.

Bosch destaca que es un fenómeno ideológico, construido por la dictadura trujillista, que erosiona profundamente la racionalidad de nuestro pueblo (la actitud mental) y nos hunde moralmente. La dictadura trujillista dañó seriamente el cuerpo social dominicano, no solo en términos políticos y económicos, sino también en el orden de los valores, nos hizo más pobres, más viles, más ignorantes y más sumisos. Y mientras no reconozcamos esos hechos no podremos extirparlos.

Cinco años antes de esa carta él había salido del país al enterarse de la masacre cometida por la dictadura contra la población negra de la frontera y que el sátrapa tenía la intención de nombrarlo congresista para cooptarlo en la dictadura. El diálogo con ellos en La Habana le permitió evaluar la manera en que el trujillismo había justificado su crimen del 37 mediante un discurso denigrante de la población haitiana que había sido asimilada incluso por intelectuales de alto nivel como sus amigos. Frente a ese hecho Bosch formula en su carta una antropología del ser dominicano y haitiano que contribuya a desmontar la ideología anti-haitiana.

Sus argumentos son afines profundamente al mensaje del Evangelio. “Los he oído a Uds. expresarse, especialmente a Emilio y a Marrero, casi con odio hacia los haitianos, y me he preguntado cómo es posible amar al propio pueblo y despreciar al ajeno, cómo es posible querer a los hijos de uno al tiempo que se odia a los hijos del vecino, así, sólo porque son hijos de otro. Creo que Uds. no han meditado sobre el derecho de un ser humano, sea haitiano o chino, a vivir con aquel mínimo de bienestar indispensable para que la vida no sea una carga insoportable; que Uds. consideran a los haitianos punto menos que animales, porque a los cerdos, a las vacas, a los perros no les negarían Uds. el derecho a vivir”. (Vol. IX, p. 213). A pocos creyentes en nuestro país les he oído asumir una defensa tan hondamente cristiana como la de Bosch frente a los hermanos haitianos.

Su análisis se apoya además en el conocimiento de la historia de ambos pueblos -tan falseado en el presente por los voceros fascistoides- con una lucidez asombrosa: “El pueblo dominicano y el Pueblo haitiano han vivido desde el Descubrimiento hasta hoy —o desde que se formaron hasta la fecha— igualmente sometidos en términos generales. Para el caso no importa que Santo Domingo tenga una masa menos pobre y menos ignorante. No hay diferencia fundamental entre el estado de miseria e ignorancia de un haitiano y el de un dominicano, si ambos se miden, no por lo que han adquirido en bienes y conocimientos, sino por lo que les falta adquirir todavía para llamarse con justo título, seres humanos satisfechos y orgullosos de serlos” (Vol. IX, p. 213). Los resentimientos históricos contra Haití que hoy se propalan en nuestros medios sociales tienen la misma naturaleza que los propagados por los intelectuales trujillistas, igual en su propósito de ocultar la sangre y el trabajo esclavizado de los emigrantes del oeste, igual de falso y perverso en la manipulación de los datos.

El humanismo boschista surge con fuerza al argumentar él en su carta: “El pueblo haitiano es un poco más pobre, y debido a esa circunstancia, luchando con el hambre que es algo más serio de lo que puede imaginarse quien no la haya padecido en sí, en sus hijos y en sus antepasados, procura burlar la vigilancia dominicana y cruza la frontera; si el caso fuera al revés, sería el dominicano el que emigraría ilegalmente a Haití” (Vol. IX, p. 213). De hecho miles de dominicanos han muerto intentado atravesar el canal de la Mona para llegar a territorio colonial norteamericano, buscando una vida digna que les niega su propio suelo y los vemos humillados en aeropuertos de Centroamérica intentando llegar a Estados Unidos.

Y como estoy seguro que algunos de los tontos y codiciosos que hoy son dirigentes del PLD y FP, incluso con aspiraciones presidenciales, puedan argumentar que esa forma de pensar de Bosch sobre Haití correspondía a los años 40 del siglo pasado y que luego cambió de parecer, los enfrento a un párrafo de su discurso del acto de clausura del Cuarto Congreso Nacional del Partido de la Liberación Dominicana celebrado el 10 de marzo del 1991 en Santiago de los Caballeros: “En el caso de Haití debemos tomar en cuenta que el pueblo haitiano comparte con nosotros la isla que Cristóbal Colón bautizó con el nombre de La Española. Los haitianos, pues, son nuestros vecinos más cercanos, y eso nos exige que mantengamos con ellos una política de mutuo respeto y de solidaridad en los casos en que ellos por su parte o nosotros por la nuestra seamos objeto de daños o perjuicios materiales o políticos. Los daños podrían ser los efectos de un huracán o un terremoto; los políticos, una repetición de lo que sucedió con la matanza de los haitianos en el año 1937. Por el hecho de compartir la soberanía de la isla, los dominicanos y los haitianos debemos ser solidarios en los casos de adversidades comunes y debemos establecer políticas comunes claras en los diversos planes conjuntos de comercio, salud, reforestación”. Bosch siempre tuvo una postura íntegra sobre temas como la dignidad de todos los seres humanos y la solidaridad entre los pueblos sometidos a la explotación de sus burguesías y el imperialismo.

En la próxima entrega continuaré con aspectos de su carta del 1943.