El jueves 28 de mayo del 2015 Francisco brindó una serie de orientaciones a los obispos dominicanos con motivo de la visita Ad Limina Apostolorum de la CED. Uno de los temas fue precisamente los emigrantes haitianos en tierra dominicana: “La atención pastoral y caritativa de los inmigrantes, sobre todo a los provenientes de la vecina Haití, que buscan mejores condiciones de vida en territorio dominicano, no admite la indiferencia de los pastores de la Iglesia. Es necesario seguir colaborando con las autoridades civiles para alcanzar soluciones solidarias a los problemas de quienes son privados de documentos o se les niega sus derechos básicos. Es inexcusable no promover iniciativas de fraternidad y paz entre ambas naciones, que conforman esta bella Isla del Caribe. Es importante saber integrar a los inmigrantes en la sociedad y acogerlos en la comunidad eclesial. Les agradezco que estén cerca de ellos y de todos los que sufren, como gesto de la amorosa solicitud por el hermano que se siente solo y desamparado, con quien Cristo se identificó”. En ese párrafo está sintetizada una agenda de trabajo que solicita el Papa a la iglesia dominicana desde hace más de 7 años.

Es cónsona con esa solicitud la carta pastoral de enero del 2016 donde nuestros obispos señalan: “Acogemos el llamado sobre el tema migratorio que nos hiciera el Papa Francisco, en nuestra última visita Ad Limina, a tener una atención pastoral caritativa con todos los inmigrantes –en especial a los de la vecina República de Haití-, así como ayudarles a integrarse en la sociedad y darles nuestra acogida en la comunidad eclesial. También asumimos la exhortación a brindar nuestro apoyo “a las autoridades civiles para alcanzar soluciones solidarias a los problemas de quienes son privados de documentos o se les niega sus derechos básicos”. Existen documentos pretéritos a ese en que los pastores de la iglesia dominicana reafirman el compromiso con los pobres y en especial por los migrantes pobres. Los laicos y sacerdotes que han expresado juicios anti-haitianos o rechazan -afirmando falsamente que son provida- la atención a mujeres haitianas parturientas, no comulgan con el Evangelio, ni con el Santo Padre, ni con las enseñanzas de la Conferencia Episcopal Dominicana. Varias veces he advertido que en nuestro entorno eclesial han penetrado ideologías de extrema derecha disfrazados de defensores de la vida o la familia, que en su esencia son contrarias a la vida, la familia y sobre todo opuestas al Evangelio. Separar el trigo de la cizaña es una tarea permanente.

La enseñanza de la CED de la obligación de los creyentes de defender la dignidad de todos los seres humanos no es coyuntural. En las conocidas cartas de enero del 1960 (al pueblo de Dios una y al sátrapa otra) los obispos reafirman su compromiso con la defensa de los derechos fundamentales de todos los seres humanos. El punto de partida -no podría ser otro- es el amor por el prójimo. “La caridad debe ser la compañera y hermana inseparable de nuestra vida, siendo ella la ley fundamental del cristianismo, la "cédula personal" de identidad de los seguidores del Evangelio, de los discípulos de Cristo, de los redimidos en su sangre y en su gracia”. Con la referencia a la “cédula personal” los obispos tocan la llaga del tema de identificación. No es posible ser cristiano y valorar más el trujillismo o el nacionalismo. No es posible ser sacerdote y valorar más su rango militar. No es posible ser creyente y colocar por encima de la Fe criterios racistas, xenófobos, homofóbicos o misóginos.

Y enfatizan los obispos ese punto medular: “¿Quién podría rechazar esta gran lección valorada con tan magnífico ejemplo de "amaos los unos a los otros, como Yo os he amado"? (1n 15, 12). Os rogamos, por lo tanto, recordar siempre y no olvidar nunca jamás que por ser verdaderos discípulos del Maestro, nuestra caridad tiene que ser "más grande que la de los escribas y fariseos" (Mt 5, 20)”.

De cara a las insensateces de muchos -cristianos y no cristianos- que hoy se burlan de los derechos humanos, señalaron los obispos dominicanos en dicha pastoral: “Cada ser humano, aun antes de su nacimiento, ostenta un cúmulo de derechos anteriores y superiores a los de cualquier Estado. Son derechos intangibles que, ni siquiera la suma de todas las potestades humanas puede impedir su libre ejercicio, disminuir o restringir el campo de su actuación”. La dignidad de todo ser humano, de toda persona, se expresa en dichos derechos, y están por encima de cualquier Estado o legislación.

Y partiendo del derecho a la vida los obispos señalan todos los derechos que se desprenden de manera armónica y esencial con la existencia misma. “…el derecho a formar una familia, siguiendo cada cual, en la elección del cónyuge respectivo, los dictados de una sana conciencia, recta y libre”; “…el derecho al trabajo, como medio honesto de mantener el hogar y la familia, y del cual no puede privarse a nadie”; “…el derecho al comercio, para intercambiar productos naturales o artificiales, que debe ser protegido por el Estado con medidas razonables y leyes justas” y señalan también “…el derecho a la emigración, según el cual, cada persona o familia puede abandonar, por causas justificadas, su propia nación para ir a buscar mejor trabajo en otra nación de recursos más abundantes o gozar de una tranquilidad que le niega su propio país”. Derecho, este último, que reconocemos en nuestros compatriotas dominicanos, pero también debemos reconocer en los hermanos haitianos que llegan a nuestro país.

Destacan también los obispos uno de los derechos más desconocidos en el presente, sobre todo desde el anonimato de las redes sociales, que a nivel local siguen las pautas del trujillismo y su perverso Foro Público: “…el derecho a la buena fama, tan estricto y severo que no se puede pública ni privadamente, no solo calumniar, sino también disminuir el buen crédito que los individuos gozan en la sociedad bajo fútiles pretextos o denuncias anónimas, que sabe Dios en qué bajos y rastreros motivos pueden inspirarse”. Precisamente muchas de las cosas que hoy leemos en espacios como Twitter están inspiradas en bajos y rastreros motivos.

Concluyen el tema de los derechos con la siguiente indicación: “No queremos, amadísimos hermanos, entretenernos en señalar y comentar brevemente los demás derechos naturales que acompañan a los arriba aludidos, pues es bien sabido cómo todo hombre tiene derecho a la libertad de conciencia, de prensa, de libre asociación, etc. etc. Reconocer estos derechos naturales, tutelarlos y conducirlos a su plena perfección material y espiritual, es misión sublime de la autoridad civil y de la autoridad eclesiástica, trabajando cada cual desde su propia esfera y con sus medios propios”.

Seguiremos la próxima semana, que será la primera del 2023.