La muerte de Lico Alerte pasó desapercibida, como lo fue su vida, para la inmensa mayoría de la sociedad dominicana. Desde 1958 vivió confinado a los centrales azucareros del CEA y Central Romana. Trabajó hasta 14 horas diarias para mantener a su familia míseramente. En el 2005 solicitó su pensión, ya que había pagado 589 cotizaciones, pero no se la dieron, sus explotadores se robaron su trabajo y su pensión. Nunca recibió seguro médico, ni vacaciones, ni ninguna prestación que contemplan nuestras leyes. A los ojos de quienes se beneficiaron de su trabajo no era un ser humano, para muchos en este país no existía.

Para explotar el trabajo de una persona, para golpearla e incluso matarla, para negarle sus derechos, es necesario previamente considerarla inferior a un ser humano o simplemente creer que es un no-humano. Se crean categorías genéricas: las mujeres, los negros, los pobres, los homosexuales, los enfermos mentales, los comunistas, los gitanos, los musulmanes, los haitianos, los judíos, los palestinos, los tainos… Y todos los que caen dentro de esos conjuntos, o quienes suponen son parte de ellos, se les excluye de la condición de seres humanos. Colaboran con la tarea de deshumanizarlos muchos intelectuales, historiadores, economistas, políticos, activistas sociales, comunicadores, religiosos, entre otros. Estos aportan argumentos, construyen nuevos espacios de sentido común, legitiman los motivos para ejercer violencia sobre ellos, explotar su trabajo y hasta asesinarlos (ocurrió en la Alemania nazi y en el trujillismo). Todo esfuerzo por cuestionar la dignidad humana de los miembros de algún grupo apunta, consciente o inconscientemente, directa o indirectamente, a su posible exterminio. Dentro de cada propagador del odio contra alguna clase de persona vive un asesino buscando la oportunidad de actuar.

En el extenso territorio del pasado se buscan motivos para justificar las variadas formas de desprecio contra “otros”. No importa si son hechos o mitos, lo que importa es construir un discurso basado en el granito de la historia, inconmovible, para actuar en el presente. No es de extrañar que los discursos de extrema derecha se basen en la "historia", ya que poniendo a todos a mirar hacia atrás ayudan a ocultar el infierno futuro al que nos conducen, en eso el Nacional Socialismo dio cátedra. La antropología de fondo es determinista, los rasgos fenotípicos se consideran criterio para medir cuan humano es un individuo (vg. un varón es más humano que una mujer, un blanco es más humano que un negro, etc.), hasta la nacionalidad, lengua o religión son indicadores para establecer criterios de discriminación del grado de humanidad de un grupo de individuos.

La filosofía de fondo de esa explicación es el historicismo, hace décadas criticada con buen tino por Karl Popper. Suponer que el grado de desarrollo o atraso de una sociedad en el presente, o la condición de inferioridad de muchos tipos de seres humanos se deben al clima, el color de la piel, el género, la alimentación, o cualquier otra estupidez, supone que es posible determinar el futuro en base a tocar determinados factores en el presente. Las revoluciones marxistas, las propuestas fascistas y fascistoides, los procesos educativos conductistas, la imposición de sistemas religiosos, la promoción de migraciones de determinadas razas o culturas, y hasta el nacionalismo chovinista providencialista son historicistas en sus supuestos teóricos y sus consecuencias son la opresión y el oscurantismo. El terror de que el futuro sea indeterminado, sobre todo en mentes autoritarias o espíritus dominados por el miedo, provoca los discursos de odio, las practicas tiránicas y las construcciones sociales homogéneas.

El mito de la matanza de Moca de 1805 ha dado buenos réditos para justificar la matanza del 1937 y hasta brinda sus servicios a las políticas de deportaciones actuales. El mito de la batalla del Santo Cerro en 1495 sigue abonando el desprecio hacia la población aborigen y una mentalidad religiosa propia de la cristiandad, sin obviar que alimenta la identificación de lo dominicano con lo conquistadores. Sobre el primer mito sugiero una lectura del texto de Marte, Roberto. (2017) El pasado como historia. La nación dominicana y su representación histórica y en el segundo mito un artículo de José Rafael Lantigua: La leyenda del Santo Cerro: la batalla, la cruz, la Virgen. Diario Libre, 23 de septiembre del 2022. Por supuesto que estas lecturas no son para las pandillas nacionalistas que agreden impunemente a actores ejecutando un performance, como ocurrió en el Parque Colón el 12 de octubre, ni para sus promotores ideológicos cuyos prejuicios viscerales los inutiliza para la reflexión sensata.

Para que tengamos claro la importancia que tiene el clarificar ese mundillo de mentiras y prejuicios, sobre todo por su impacto en el presente, pongo tres ejemplos. El primero es el caso de Lico Alerte, que enriqueció a sus explotadores trabajando por décadas, cortando caña, viviendo en la miseria, sin recibir su pensión, ni prestaciones de salud, ni vacaciones. Y Lico es un caso, entre miles. El segundo caso es la deportación de mujeres haitianas y dominicanas de origen haitiano embarazadas, tratadas como animales, y lanzadas al otro lado de la frontera. El silencio de la sociedad dominicana sobre ese caso es brutal, horrible, incluso muchos de los que dicen creer en Jesucristo callaron, pero en cambio traen a payasos como Laje o promotoras de las armas como Sara Winter. Y el tercer caso es el escándalo en Santiago del confinamiento de centenares de ciudadanos haitianos en vehículos y espacios reducidos, sin comida, ni agua, ni lugar donde hacer sus necesidades. Salvo la solidaridad de muchos ciudadanos y ciudadanas dominicanos, las autoridades siguen mudas, pretendiendo que nada ha pasado. Pagaremos muy caro todos los abusos que estamos cometiendo contra esa población migrante indefensa.