El boulevard del dominicano en el exterior inaugurado en Santo Domingo Este es un significativo homenaje a la dominicanidad y en particular a los millares de criollos que allende los mares nos han representado en el pasado y el presente con laboriosidad y enorme dignidad. No obstante, he decidido pergeñar estas líneas desaliñadas con el propósito de observar que entre los homenajeados con bustos ha sido omitido de modo inadvertido el más grande ejemplo de la solidaridad internacionalista dominicana con la lucha de los pueblos por su liberación: el generalísimo Máximo Gómez.
Sin mezquindad se debe reconocer que el alcalde de Santo Domingo Este ha sido un abanderado de la soslayada memoria histórica. En su mandato se ha reforzado este importante renglón para fortalecer la dominicanidad, desde la remodelación y acondicionamiento de la Plaza Juan Pablo Duarte y su anfiteatro, los monumentos y plazas a Francisco Caamaño el coronel de Abril, la inolvidable combatiente revolucionaria Hilda Gautreaux, el indómito panameño Omar Torrijos, el líder democrático Peña Gómez y su colaboración con la emblemática Plaza de los Palmeros en homenaje a los compañeros Amaury, Virgilio, La Chuta y Cerón, los cuatro titanes de la revolución.
Muy acertada la elección de los criollos que engalanan la plaza con bustos en homenaje a sus aportes portentosos, como Felipe Alou que siempre se ha manifestado como un puro embajador criollo en el béisbol de grandes ligas, estelar jugador y manager. La reina del tecnicolor María Montes. Mario de Jesús exquisito compositor criollo con múltiples composiciones musicales de trascendencia internacional. ·El doctor Rafael Lantigua con una persistente labor comunitaria en New York, que es la segunda ciudad que alberga más dominicanos y otros criollos destacados como Francisco Pachín Ramírez y Mercedes Frías.
Pero es pertinente insistir con Máximo Gómez. Al producirse la fementida anexión a España en 1861 era un simple soldado, capitán del Ejército dominicano, que de buenas a primeras debió cambiar de uniforme por la sorpresiva decisión de Pedro Santana de anexar el país. Al desencadenarse el glorioso estallido que perseguía restaurar la República el 16 de agosto de 1863, en Baní su pueblo natal la revolución cometió graves yerros a cargo del comandante Pedro Florentino (tenemos pruebas) quien incluso pretendió fusilar a oficiales como Modesto Díaz, Luis Marcano, Francisco Javier Heredia y Máximo Gómez. Todos siguieron la bandera colonial rumbo a Cuba, allí con la excepción de Heredia, los demás se integraron de modo militante en la heroica Guerra de los Diez años por la independencia de Cuba.
Luis Marcano fue escogido por Carlos Manuel de Céspedes (Padre de la patria de Cuba) como el coordinador del Ejército de Cuba Libre. Gómez ingresado con el rango de sargento llegó a la primacía militar en esa guerra. Entre sus grandes aportes fue introducir las cargas al machete, que fueron mortíferas en las filas de sus adversarios. Mecanismo de guerra que aprendió en el país mientras luchaba contra los criollos, que con sus colines vencieron al ejército colonial español.
Los dominicanos seguían con alto interés la participación heroica de Máximo Gómez en los campos de batalla de Cuba, como podemos apreciar al escrutar los periódicos locales de esa época.
La Guerra de los Diez años no prosperó a favor de los independentistas, que se vieron forzados a suscribir el armisticio del Zanjón. Arsenio Martínez Campos el famoso comandante de las tropas españolas, reconoció el extraordinario valor de Máximo Gómez en la contienda. Martínez Campos en el lapso de la rendición, cuando conoció al reputado general Máximo Gómez se sorprendió al observarlo ataviado con ropas de poco valor, le ofreció ayuda para que no fuera a su país con indumentaria tan miserable, a lo que Gómez respondió: “-General, no cambio yo por dinero estos andrajos que constituyen mi riqueza y son mi orgullo, soy un caído, pero se respetar el puesto que ocupé en esta Revolución […]
Al producirse su regreso al país, la juventud de Santo Domingo le hizo un bello recibimiento en la ciudad de Santo Domingo, el principal orador fue el insigne antillanista Eugenio María de Hostos. Con la colaboración de Juan Isidro Jimenes (futuro líder del bando de los Bolos) adquirió unas tierras en Montecristi, donde se dedicó a la labranza como un simple agricultor, un Cincinato.
Cuando apareció en el escenario de la lucha el inmenso combatiente José Martí, sin vacilación al organizar la Guerra Necesaria decidió que el jefe militar tenía que ser Máximo Gómez y vino al país a Montecristi a ofrecerle la jefatura de la nueva guerra, advirtiéndole que solo le pagaría con: La ingratitud probable de los hombres.
Tras el estallido en Cuba de la Guerra Necesaria el 24 de febrero de 1895, venciendo las vicisitudes que le impedían trasladarse desde Montecristi a los campos de batallas para asumir su cargo de comandante en jefe del ejército rebelde, Gómez junto a Martí logran integrarse a los combates. Con su lugarteniente general Antonio Maceo, blandiendo la bendita tea patriótica promueven la guerra revolucionaria en toda la extensión insular de Cuba, portentosa hazaña que llevó al célebre primer ministro español Antonio Cánovas del Castillo a proclamar que la guerra solo se resolvía con “dos tiros alegres”, uno para Gómez y otro para Maceo.
Aunque por una aciaga circunstancia coyuntural lograron eliminar en combate a Maceo, las balas coloniales no alcanzaron a Gómez. Por su intrepidez el famoso periódico londinense The London News lo bautizó como el Napoleón de las guerrillas.
Tras la derrota del ejército colonial, y la entrada del héroe a La Habana, Benigno Souza su biógrafo estelar, destacaba que: “No podía materialmente dar un paso en aquellos días el glorioso viejecito, sin verse agobiado por los besos y abrazos de las mujeres, desde las más encopetadas hasta las más humildes obreras […]
El héroe dominico-cubano visitó el país en abril de 1900, se le hizo un recibimiento apoteósico. El Listín Diario al describir la expresiva manifestación de solidaridad, apuntaba para la historia:
“Desde que el General y su lujoso acompañamiento emprendieron la marcha por la calle de Las Mercedes, de tiendas, balcones y azoteas empezaron a arrojar manojos de flores sobre su cuerpo venerable. Esta lluvia de perfumes le siguió en todo su camino hasta su llegada al local de la Amigo del País”.
El afamado orador Eugenio Deschamps, lo saludó manifestando: “¡Tú, oh paladín! Eres la resurrección de la epopeya! Ave, Hatuey! Al sentirse hollada por ti, se estremece de júbilo tu tierra. Acepta, héroe, sus viriles y ruidosos entusiasmos”.
A subsanar el yerro fortuito, incorporemos un busto de Máximo Gómez en el Boulevard del dominicano en el exterior.