1.- García Godoy: un presidente provisional en medio de la tormenta.

Enmarañada y preñada de complejos desafíos sería la misión que, entre el término de la guerra de abril de 1965 y las elecciones del 1 de junio de 1966, correspondería jugar al destacado jurista, político y diplomático mocano Héctor García Godoy Cáceres, tras su escogencia como presidente provisional de la república.

Las palabras liminares de su discurso, al asumir el cargo en la tarde del 3 de septiembre de 1965, ponían de relieve la gravedad de aquellos decisivos momentos: “creo que todos los dominicanos se dan perfecta cuenta de que en estas horas de dolores inenarrables el alto cargo que empiezo a desempeñar entraña para mí un verdadero sacrificio, sacrificio que van a compartir los demás miembros del gobierno, y que se hace evidente con sólo contemplar el actual panorama nacional. Somos un país dividido por el odio y la incomprensión, debilitado por apetencias  impuras y  colocado al borde del abismo…”.

No erraba el periodista Fernando Más, el último en entrevistarle semanas antes del infarto fulminante que provocara su sentido deceso, en póstumo elogio de este notable dominicano: “quizás solo él pudo desempeñar medianamente bien ese papel en esas circunstancias tan críticas: Héctor García Godoy era uno de esos hombres pacíficos que logran destacarse en un país violento. Era un componedor, un diplomático en mangas de camisa; tenía esa abnegación que suele encontrarse en algunas familias patricias que sienten sobre sí que el interés nacional está por encima de todo lo demás”.

Recibía presiones tanto de la derecha como de la izquierda en un país intervenido por los Estados Unidos. La izquierda le acusaba de derechista y pro norteamericano y la derecha golpista, por el contrario, le sindicaba favorecer a la izquierda. Pero un balance justo de este complejo periodo -que el fenecido Hamlet Hermann definiera en uno de los pocos libros escritos sobre el mismo, “El eslabón perdido”-, balance pendiente aún de realizarse en la historiografía dominicana contemporánea, tendría que dar cuenta de sus esfuerzos para reencausar el país después de la cruenta contienda abrileña.

Apenas iniciaba su efímero mandato, cuando inmediatamente debió manejar una crisis de envergadura suscitada por la reticencia de Wessin a abandonar sus fueros de San Isidro. Una de sus primeras medidas fue la supresión del poderoso CEFA (Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas) dirigido como una especie de coto privado por el líder golpista.

Pero más complejo aún fue el momento en que se plantea al poderoso militar su salida al exterior, la cual, aunque acatada en principio, no fue ni mucho menos resuelta en términos amigables. Tras su repliegue en su reducto estratégico, fue necesaria la intervención de la controvertida Fuerza Interamericana de Paz para materializar el propósito de su salida del país.

2.- El intento de asonada golpista en Santiago encabezado por Ramón Alcibíades Espinosa.

Menos de tres meses después de que García Godoy asumiera la Presidencia otro hecho pondría de manifiesto el enrarecido clima de pasiones desbordadas y profundos enconos de aquellas horas sombrías, en que le correspondería ejercer su mandato.

Entre la noche del domingo  21 de noviembre de 1965 y la madrugada del lunes 22, sorprende al país la noticia de que en la ciudad de Santiago se estaba produciendo un complot subversivo, encabezado por el disidente dirigente de Unión Cívica Nacional Ramón Alcibíades Espinosa, pasado secretario de estado de Salud Pública durante el Gobierno del Triunvirato.

El Dr. Espinosa había aglutinado un grupo de civiles descontentos en Barahona, su tierra natal,  Santiago, Higuey y otras latitudes del pais. En la noche del domingo 21 de noviembre de 1965 tomaron el edificio de la Secretaría de Agricultura, en Santiago y desde la emisora local Radio Tamboril, en una nueva manifestación de conchoprimismo, fue anunciado  el desconocimiento del gobierno de García Godoy.

Una de las primeras medidas anunciadas por Espinosa en su alocución sería la de designar al Dr. José Tapia Brea como ministro de Relaciones Exteriores.

La víspera del intento golpista, el presidente y el secretario de las Fuerzas Armadas Francisco Rivera Caminero zarparon a bordo de la fragata Mella. Con ellos viajaba el embajador norteamericano ante la OEA, Ellsworth Bunker. El crucero tuvo que ser interrumpido debido a los acontecimientos de Santiago.

Conforme informara el entonces ministro de Interior, Manuel Joaquín Castillo, se trataba de unos  200 insurrectos. Según declaraciones del entonces jefe de la policía nacional, Herman Despradel Brache, contaban  únicamente con dos revólveres, dos escopetas y “gran cantidad” de cuchillos y navajas.

Desempeñaba entonces el cargo de procuradurador general de la República el Dr. Manuel Román Cerda, quien, conforme revelara al autor de esta columna, enterado del hecho, procedió a impartir instrucciones al procurador de la Corte de Apelación de Santiago, a los fiscales de Baní y Barahona y demás lugares donde se sospecha tenía ramificaciones el foco subversivo, disponiéndose la detención de los mismos en coordinación con las autoridades policiales.

La prensa de entonces señalaría entre los comprometidos en la trama conspirativa a Ramón Tallaj, al ingeniero Víctor Hugo Espinosa (sobrino del Dr. Espinosa), médico oriundo de Barahona, al Dr.  José Tapia Brea, quien al momento se encontraba en Río de Janeiro, a Robinson Ruiz López, al general Miguel Ángel Ramírez Alcántara, Fernando Muñiz y Pilillo Flores, hermano del entonces alcalde de Santo Domingo.

Otro grupo, portando armas, sería detenido en la provincia de Barahona, entre los que destacaba Guaroa Vásquez Acosta, el Dr. José A. Galán, Dr. Andrés A. Colón, Dr. Beltrán Pérez Espinosa, Leo Vidal Batista, Ramón A. Berroa y Tancredo Matos.

Incluso se hizo mención como participante en el golpe del expresidente Rafael F. Bonnelly, velada denuncia que el veterano político y jurista se dispuso de inmediato a desmentir, calificando la misma como “una calumnia premeditada”, que atribuyó a los mismos sectores que, según señalara, el 26 de abril de 1965, ya cuando había estallado la revolución, intentaron asesinarle cuando junto a su esposa se encontraba alojado en casa de una hija en la ciudad de Santiago.

3.- Las razones de Ramón Alcibiades Espinosa.

En manifiesto que a principios de diciembre de 1965, ya detenido en la cárcel de la Victoria, diera a conocer a la opinión pública nacional, Ramón Alcibíades Espinosa, a través de Leonte Bernard Vásquez, explicitaría las razones que le condujeron a la orquestación de los aprestos conspirativos.

Se definiría a sí mismo como miembro de la “protesta anticomunista de Santiago” y líder de un “movimiento democrático y nacionalista, civil, popular y revolucionario”.

Afirmaba que el mismo estaba integrado por diferentes sectores sociales, entre ellos campesinos sin tierras, obreros agrícolas, pequeños terratenientes y miembros de la clase media (médicos, abogados, ingenieros), entre otros, los cuales estaban “alarmados y angustiados por la grave situación nacional”.

En virtud de lo expuesto, se habían propuesto “romper la inercia que el terror constitucionalista (con la indiferencia del “gobierno provisional) ha seguido imponiendo a la sociedad dominicana, aún después de  haberse firmado la llamada Acta de Reconciliación Dominicana entre la Comisiòn Ad Hoc de la OEA, los “constitucionalistas” de Ciudad Nueva y las Fuerzas Armadas.

Afirmaba, al respecto:

Somos católicos militantes y cursillistas de cristiandad en su gran mayoría (en nuestro movimiento no permitimos la infiltración comunista), y, por consiguiente nuestra ubicación doctrinaria sólo puede enmarcarse dentro de la doctrina social de la Iglesia Católica.

Aunque nuestros adversarios políticos, radicalizados por la izquierda demagógica que en nuestra Patria ha mostrado ser una calamidad incontrolable, se empeñen en deformar y proyectar una imagen totalitaria sobre nuestro Frente Democrático y Nacional, los hechos han demostrado que somos un movimiento masivo y dirigido por hombres ordenados que luchan contra la infiltración comunista en nuestra atormentada tierra y que lucha, además, por la recuperación de nuestra soberanía hoy mediatizada y mancillada por una oprobiosa intervención que ha venido a consolidar el comunismo en la República Dominicana.

Mientras se procede con agilidad pasmosa contra los luchadores democráticos, nosotros nos preguntamos: ¿dónde están los responsables de los asaltos a las oficinas públicas, donde están los responsables del asesinato, ante los ojos de muchos ciudadanos, del Doctor Ángel Severo Cabral, líder de un partido político que sería un posible candidato a la presidencia, si es que se celebran elecciones libres y democráticas en el país?

¿ No sabe, acaso, el señor Presidente Provisional, que no hay un sólo día en que turbas “ constitucionalistas” ejerzan el terror en contra de familias democráticas que no estuvieron con los horrores de la rebelión felona del 24 de abril?.

Por las calles de Santo Domingo, y otras ciudades de la República, andan sueltos los asesinos y saqueadores del llamado movimiento “constitucionalista”. Siguen ejerciendo su terror en contra de la mayoría del pueblo dominicano.

A la luz de las precedentes consideraciones, eran más que notorias las motivaciones derechistas que orientaron aquel mayúsculo desatino político, invocando los mismos fantasmas que sirvieron de sustento a quienes anteriormente habían propiciado el derrocamiento de Bosch.

4- Reacciones del liderazgo nacional ante los aprestos subversivos de Santiago.

El complot subversivo de Santiago moriría en ciernes. No pudo determinarse en el mismo participación militar alguna. El mismo, además, concitaría el abierto rechazo de los principales líderes políticos de entonces y de toda la opinión pública.

En palabras del expresidente Bosch se trataba de  una “conspiración monstruosa, pues aunque el gobierno constitucional no fue “elegido por el pueblo… es un gobierno legal, y como tal, es la única autoridad que deben reconocer todos los dominicanos”.

Y defendió que la legalidad del gobierno encabezado por García Godoy se fundamentaba en el hecho de que era el producto de negociaciones con las autoridades legítimas que había en este país, que era el gobierno que presidiò el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Por su lado, Joaquín Balaguer, quien ya para entonces era el candidato presidencial por el Partido Reformista, y quien meses después resultaría electo presidente de la República, todavía con la presencia en el país de las botas interventoras, definiría el apresto golpista como “una insensatez y un  acto antipatriótico”.

Afirmaría entonces: “lo que el país necesita es retorno a la normalidad bajo un gobierno que tenga base legal, y que goce del respeto de todos los países civilizados del mundo, circunstancias que se dan en el gobierno actual producto de un acuerdo moralmente aprobado por la Organización de Estados Americanos y la organización de las Naciones Unidas”.

Caonabo Javier Castillo, de su lado, secretario general del Partido Revolucionario Social Cristiano, calificaría los aprestos subversivos de Santiago como “un  acto de la extrema derecha y a ciertos sectores militares que no entienden que el pueblo dominicano anhela la paz política”.

5.- Un frente en defensa de los conspiradores

Abogando por la liberación de los golpistas, tuvo participación pública el entonces denominado Frente Nacional de Unidad Democrática, quienes montaron piquete frente al palacio nacional reclamando su inmediata liberación. Entre sus dirigentes, destacaban el poeta Antonio Fernández Spencer y Leonte Bernard Vásquez.

El poeta Fernández Spencer solicita libertad de los implicados en los aprestos golpistas de Santiago.

En una de sus comparecencias afirmaría: “si la intervención de la Fuerza Interamericana de Paz en el país hubiera sido para acabar con los comunistas hubiéramos estado complacidos”. Al preguntársele si el frente estaba en disposición al diálogo con el presidente García Godoy afirmaría: “el directorio no habla con gobiernos impuestos por extranjeros”.

6.- A juicio los implicados en la trama conspirativa. La mediación de Monseñor Clarizio.

Apresados en cuestión de horas, por sentencia de la Suprema Corte de Justicia fechada el 26 de noviembre de 1965, se dispuso que los acusados fueran juzgados en la Tercera Circunscripción del Distrito Nacional, acusados de violar la ley 36 del 17 de octubre de 1965, sobre porte y tenencia de armas de fuego y los artículos 87 al 90 y 103 al 106 del código penal, alusivos a los crímenes contra la seguridad interna del Estado. 38 acusados figurarían en el expediente entregado al juez instructor Doctor Armando Perelló Mejía.

Serían liberados el día de reyes de 1966, mientras se encontraban detenidos en la cárcel de la victoria. La orden de libertad la dispuso el  jefe de la Policía Nacional, Herman Despradel Brache, alegando haber recibido la misma mediante una supuesta llamada del presidente de la República, versión que fuera negada por el mismo García Godoy, por lo que ordenó a las autoridades judiciales que Espinosa y sus compañeros fueran recapturados.

Sería el 25 de febrero de 1966 cuando fueron presentados a la Policía Nacional, por mediación del entonces nuncio apostólico de la Santa Sede en el país, monseñor Emanuele Clarizio, que tan activa participación tendría procurando conciliación y avenencia en medio de las discordias patrias de aquellos días convulsos.

Momento en que monseñor Clarizio entrega a los conspiradores. Segundo a su derecha, en camisa manga corta, el Dr. Espinosa.

Así terminaría aquella fallida intentona golpista, que el veterano periodista Rafael Herrera, en un famoso editorial, calificaría como el  “Absurdo en Santiago”, publicado en el Listín Diario, dos días después de los aprestos subversivos. Cuánta razón llevaba al afirmar: “durante mucho tiempo los dominicanos hemos vivido una pesadilla de Kafka. Lo que pasó en Santiago fue una escena de teatro de lo absurdo… Lo que pasó en Santiago, la ciudad más sana del país, fue un ejemplo, in extremis, de la pérdida de sentido de la vida dominicana”.