Toda persona presenta cierto grado de extroversión y de introversión, pero dependiendo de lo que predomine, será catalogada como extrovertida o introvertida. Este concepto fue desarrollado por Carl Gustav Jung en sus “tipos psicológicos”, pero en la actualidad es de manejo popular.
Hans Eysenck (1916-1997) tuvo una marcada influencia en los estudios de la personalidad, aunque su trabajo fue un tanto polémico, realizó interesantes contribuciones. En su teoría de la personalidad, retoma el concepto de extroversión de Jung y lo correlaciona con lo orgánico (estructura cerebral y la genética). Eysenck intentó demostrar su teoría de que la personalidad estaba determinada por elementos biológicos que eventualmente podían ser predictivos de condiciones de salud mental, aunque sus evidencias científicas fueron consideradas dudosas y su método de estudio, deficiente. Consideró que en los extrovertidos se presentaban niveles más bajos de estimulación cerebral, los filtros sensoriales como el sistema reticular activador ascendente (SRAA) frenaban una mayor cantidad de sensaciones. En cambio, los introvertidos, por tener una mayor excitabilidad cerebral se sentirían más cómodos estando apartados del “ruido” de la multitud. Equilibrar sería: que el introvertido no descuide la vida social ni el extrovertido su mundo interior.
Muchas personas apuestan a un determinismo biológico o genético, “así naciste y así morirás”, pero no es razonable ni conveniente tener ese enfoque, al menos no de forma rígida. No es razonable porque si bien los genes heredados condicionan con mayor o menor fuerza lo que se manifestará, la genética no es inflexible. El camino simple es que los genes se manifiesten tal cual son, pero la epigenética muestra que una vida dirigida por nuestra inteligencia podría determinar transformaciones que antes no creíamos posibles, impidiendo que algunos genes desfavorables se manifiesten.
Esos descubrimientos de la epigenética nos dicen que si nos superamos tenemos posibilidad de asumir el control. Puedes ser lo que quieras ser. Hay un desarrollo básico que muestran todos los seres humanos, pero hay la posibilidad de evoluciones extraordinarias conectándonos con nuestros niveles superiores de conciencia. Basta con observar el proceso que ha seguido la evolución, para comprender que la tendencia del desarrollo de los organismos es hacia la perfección y no a la inversa. Pero mostramos una visión pesimista cuando nos sentimos frustrados. En pocas palabras, todo mejorará en alguna forma y lo que no pueda mejorar, sencillamente desaparecerá.
En la actualidad se valora de forma excesiva la extroversión, eso determina que las personas sin darse cuenta pierdan contacto con su mundo interior. Mostramos mucho interés hacia lo externo, pero olvidamos nuestra realidad interior y esto tiene un costo muy elevado en nuestra calidad de vida.
Elementos que contribuyen a nuestra extroversión: los teléfonos celulares, internet, la televisión, el radio, las computadoras, largas jornadas laborales, pocas horas de sueño, contaminación acústica, excesivas actividades sociales, la superficialidad, hablar mucho diciendo poco, etc.
Debido a esa predominancia actual a la extroversión, ahora enfocaremos la introversión para comprender mejor el valor de equilibrar estas dos dimensiones de la personalidad.
Por motivos de seguridad aprendemos a priorizar los estímulos externos y en situaciones de peligro es necesario. Pero las personas que viven en estrés constante, sus cuerpos y mentes están enfocados en sobrevivir, pese a que a menudo las amenazas son insignificantes y realmente las reacciones son exageradas. Cuando en nuestro entorno hay algo que nos atemoriza se nos dificulta establecer buen contacto con nosotros mismos, por lo que, si estamos constantemente estresados, nos desgastamos y confundimos.
Para el autocontrol requieres cierto grado de introspección, de lo contrario tu vida será dirigida por otros. Las personas menos evolucionadas son más abiertas a las manipulaciones externas, de tal forma que los medios les dicen qué hacer, pensar o sentir. En las manadas, hacer lo que hacen los otros es la regla, pero el humano es capaz de descubrir nuevas opciones. En el mundo ser totalmente extrovertido es casi no ser y ser totalmente introvertido es casi no estar. Si te angustia pensar que los demás puedan rechazarte, es que no te amas lo suficiente, si encuentras la soledad desagradable, es que todavía no te conoces.
Para acoplarse a un grupo humano es preciso ser abierto, dialogar con sus ideas y acoplarse a su ritmo, pero sin desconectarte de tu propio yo, porque eso despersonaliza, deshumaniza y deja la sensación de no haber vivido, de que los años pasaron sin saber que pasaron. Es indispensable el equilibrio.
Si al pedirte tu opinión te limitas a repetir lo que escuchaste a otros, tus palabras serán un eco sin valor. Cuando logres hablar con tus propias palabras, tus amigos serán tus amigos.
Es preciso cultivar tanto la extroversión como la introversión, de la misma forma que necesitamos al día y la noche. Tienes que dominar lo superficial, pero también aprender a profundizar.
Como te gusta conocer gente importante, necesitas conocer a una persona maravillosa, a esa que siempre ves cuando estás frente al espejo.