La novena Cumbre de las Américas, evento al que asisten la mayoría de los mandatarios latinoamericanos desde el lunes 6 y hasta el próximo 10 de junio en Los Ángeles, California, se encuentra amenazada por forcejeos y desencuentros que parecen nublar su éxito. Si bien es cierto que históricamente dicho evento no ha producido resultados tangibles para el bienestar de las grandes mayorías de la región, hoy nos enfrentamos al posible fracaso del cónclave mucho antes de su inicio oficial.

Por principio de cuentas, la cumbre recién inaugurada se desarrolla en un contexto marcado por una guerra en Europa en donde la actual administración Biden se encuentra envuelta defendiendo a Ucrania en contra del ataque ruso que empezó en febrero. La abierta guerra económica en Asia, donde China continúa presionando por más influencia y los tambaleos económicos que experimenta EE. UU. luego de la calamitosa pandemia. De ahí que muchos escépticos consideran que América Latina no representa la prioridad en estos momentos para Washington.

De igual manera, tenemos un Washington reacio a invitar a ciertos mandatarios considerados hostiles u enemigos. El jefe de la diplomacia estadounidense para el continente americano, Brian Nichols, adelantó hace un tiempo que el respeto a la democracia era condición para participar en la Cumbre de las América, luego de que el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, y su homólogo boliviano, Luis Alberto Arce, condicionasen su asistencia a la no exclusión de ninguna nación en dicho evento. Obrador se refería a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Otros mandatarios como Alejandro Giammattei de Guatemala, la hondureña Xiomara Castro también se excusaron de asistir.

A juicio del representante de EE. UU., desde la primera celebración de dicha cumbre hemisférica en 1994 en Miami, a instancias del expresidente Bill Clinton, el fortalecimiento de la democracia ha sido un tema central del evento, mismo que fue reafirmado en el 2001 cuando se aprobó la creación de la Carta Democrática Interamericana.

La posible ausencia de López Obrador daría un rudo golpe a la posibilidad de concretizar un acuerdo migratorio a máximo nivel en momentos en que los Pinos y las Casa Blanca no comparten la misma visión en materia migratoria. Desde un principio, el mandatario mexicano ha esgrimido la consigna de que el problema migratorio ha de atacarse desde sus orígenes; la administración Biden, en contraste, mandó un rotundo mensaje por medio de la vicepresidenta Kamala Harris: “No vengan”. López Obrador replicó: “EE. UU. es protagonista del fenómeno migratorio y debe, en consecuencia, ser corresponsable en darle solución, modificando sus políticas migratorias y ayudando a combatir las condiciones que obligan a millones a abandonar sus logares de residencia”.

De hecho, López Obrador, dentro de las políticas públicas que ha implementado su mandato, puso en marcha un programa que otorga 250 dólares mensuales a unos 10,000 pequeños agricultores y otros 180 dólares a 10,000 jóvenes. López Obrador inclusive reclamó de EE. UU. unos 4,000 millones de dólares para programas de desarrollo en Centroamérica. También indicó: “El Capitolio resuelve en unos días enviar 30,000 millones de dólares para la defensa de Ucrania y llevamos cuatro años sin que autoricen el dinero para Centroamérica… Eso están pidiendo los presidentes de la zona, que haya desarrollo” …. Si bien es cierto que EE. UU. ha venido suavizando su política migratoria con relación a Cuba y hasta disminuyó las sanciones petroleras a Venezuela, todavía queda mucho camino que transitar. Temas vitales como el afianzamiento de la democracia, seguridad, la agenda anticorrupción, energía limpia, migración irregular, Haití, salud pospandemia, infraestructura, etc… Son problemas multilaterales que afectan a la región  y deben abordarse al través del diálogo y la negociación y, para ello, es menester la participación de todas las naciones del continente.

Esperamos pues, que ante las expectativas truncas que la cumbre ha levantado, su anfitrión pueda con su discurso concitar la confianza de los lideres asistentes y que de manera exitosa se puedan lograr acuerdos que puedan a corto plazo enfrentar los acuciantes problemas que enfrenta la región sin excluir a ninguna que no responda a banderías políticas afines.  Recordemos que Biden asumió la Presidencia estadounidense ante los ojos de una región a la expectativa de un nuevo rumbo tras la nefasta gestión de su predecesor Donald Trump. Todavía es tiempo para que su administración canalice de manera exitosa las inversiones que la región necesita en materia de infraestructura y otros rubros vitales para su desarrollo e inserción en un mundo globalizado e interdependiente.