El pasado viernes 11 del mes en curso inauguró su mandato como presidente de Chile el ex líder estudiantil Gabriel Boric con tan solo 36 años de edad y en medio de múltiples expectativas de cambio en la nación austral. Con una propuesta de izquierda, y declarándose como un socialista democrático, quien ahora ostenta las riendas de Chile surgió como una de las principales figuras del movimiento estudiantil que encabezó la lucha durante los años del 2011-2013 en contra de la desigualdad tanto educativa como social imperante en Chile.
Luego de ser electo a la Cámara de Diputados por Magallanes, en la región Antártica de Chile, el sagaz líder encabezó la propuesta de la reforma constitucional durante el estallido social del 2019, mismo que empezó por el aumento del pasaje en el tren y que fuese reprimido por las autoridades durante el mandato del presidente derechista y multimillonario hombre de negocios Sebastian Pinera. El hoy presidente concitó la admiración del electorado, derrotando al también líder de la bancada derechista Jose Antonio Kast, hijo de un exmilitar nazi quien, por el Partido Republicano, no tuvo empachos en admitir su admiración por el pinochetismo y el dogma neoliberal. En su campana política, Katz alardeó un programa de gobierno basado en las premisas de Ley y Orden, antiaborto, el matrimonio gay y el discurso antiinmigrante.
La nueva administración recién inaugurada quizás sea la primera en todo el mundo en contar con un gabinete encabezado por 14 mujeres como jefas de ministerios de un total de 24. En su discurso inaugural, el nuevo mandatario, en el balcón presidencial del palacio La Moneda, ante miles de espectadores y simpatizantes, agradeció la participación a todos aquellos que se movilizaron a partir del 2019. Indicó que el primer triunfo fue la convocatoria de un proceso constituyente que habrá de redactar una nueva Carta Magna que sustituya la odiosa constitución heredada durante la dictadura pinochetista. En esta nueva constitución, participan en la redacción comunidades indígenas y otros sectores históricamente marginados en Chile. El nuevo mandatario dijo que no había llegado al poder “para llenar cargos ni solazarnos entre nosotros y generar distancias inalcanzables”.
El nuevo mandatario prometió gobernar para “todos los chilenos”, al tiempo que se esforzará por expandir el estado de bienestar y combatir la desigualdad imperante en una nación en donde el 1% es dueño de un 25% de la riqueza nacional
Boric en su discurso también indicó que al término de su mandato “podamos sentir que hay un país que nos protege, nos acoge y nos cuida, que garantiza derechos y retribuye con justicia el aporte y sacrificio que cada uno de los habitantes hace para el desarrollo de nuestra sociedad”.
El reto pues, es mayúsculo. Revertir los daños estructurales infligidos por casi medio siglo de políticas neoliberales en la nación, que fue utilizada como laboratorio de los “Chicago Boys” en los 70s para implementar un modelo económico a todas luces inhumano y antisocial, será una tarea titánica. Quizás por ello, y en un giro radical nombró a quien fuese el ex presidente del Banco Central Mario Marcel al frente del Ministerio de Haciendas. Nombramiento que posiblemente suavice el nerviosismo de los grandes inversionistas y empresarios.
Cabe pues esperar que la anhelada transición pueda emprender un programa de gobierno centrado en las necesidades más acuciantes de la nación suramericana luego del paso de una pandemia voraz por todo el mundo. De ahí que es vital que, a tono con las demandas del estallido social del 2019, la nueva administración se disponga a emprender una reforma al sistema educativo considerado exclusivista y mercantilista a la vez. Otro rubro importante es una reestructuración del odioso sistema de pensiones chileno. Mismo que está diseñado para la extracción de ganancias, no en el retiro digno de la clase trabajadora. Un programa de construcción de viviendas que reduzca el déficit inmobiliario en Chile y que tanto afecta a los sectores populares.
Un acercamiento serio y sincero a las comunidades indígenas mapuches quienes exigen la restitución y entrega de sus tierras ancestrales sustraídas por el Estado chileno para el expolio latifundista. Una reforma tributaria que garantice el pago justo de los impuestos no tan solo por los sectores menos pudientes, sino por los grandes empresarios y monopolios existentes.
La tarea, como bien dijimos anteriormente, no será fácil. El Partido Apruebo Dignidad del joven mandatario no tiene una mayoría parlamentaria por lo cual tendrá que negociar con la bancada de oposición. Oposición que posiblemente se dedique al sabotaje permanente y al terror mediático de la poderosa oligarquía chilena que intentará por todos los medios de torpedear todo esfuerzo de un nuevo proyecto de nación inclusivo y democrático. Cabe esperar que la recién inaugurada administración Boric pueda lograr las expectativas de cambio y logre los ajustes y consensos necesarios que faciliten redactar una nueva constitución incluyente y democrática al mismo tiempo que la reforma fiscal pendiente redunde en beneficios de las grandes mayorías en aras de reducir la odiosa desigualdad y beneficie a quienes solo han recibido miseria, exclusión y despojo en la lógica neoliberal imperante en Chile desde hace décadas.