Con lástima, vergüenza y espanto observamos las fílmicas desde el Perú en donde con rimbombantes discursos se efectuaban los actos funerales al expresidente y dictador Alberto Fujimori fallecido el pasado 11 de septiembre (la misma fecha en que el líder del Sendero Luminoso Abimael Guzmán en el 2021). La ignominiosa ceremonia, cargada de cinismo, petulancia y febriles áulicos por parte de la actual e ilegitima jefa de Estado del Perú Dina Boluarte estuvo encabezada además por los hijos del fenecido, su hija Keiko y Kenji quienes no escatimaron todos los adjetivos de nuestra lengua española en adular los logros del extinto dictador durante su mandato.

Como un outsider y relativamente desconocido, Alberto Kenya Fujimori Inomoto ganó las elecciones de 1990 frente al famoso escritor Mario Vargas Llosa. Un ex rector de la Universidad Agraria La Molina.  Fujimori concito la confianza de un electorado cansado de la impopularidad, uso patrimonial de los recursos del estado, hiperinflación y aislamiento de la gestión de Alan García.

Fujimori de inmediato despejo la desconfianza y escepticismo en la cúpula militar y empresariado a granjearse un equipo de asesores que le permitieron forjar una política de alianza tanto a nivel nacional como internacional. Es así como inicia Vladimiro Montesinos, designado como asesor presidencial en cuestiones de seguridad. También el economista y aliado Hernando de Soto, logrando el respaldo tanto de los organismos multilaterales, así como del sistema financiero nacional e internacional.

Sin embargo, las diversas contradicciones del régimen con la cúpula militar, el sector empresarial, los tecnócratas, las masas populares y Washington desembocaron en el autogolpe del 5 de abril de 1992 y que en lo adelante habría de definir la naturaleza castrense y autoritaria del régimen.  Tras el autogolpe, el Perú inauguraba un tenebroso interludio caracterizado por la suspensión de las libertades civiles, cierre del Congreso, imposición de una nueva constitución, un nuevo aparato Legislativo unicameral y una encarnizada represión de la disidencia escondida tras la guerra en contra de la guerrilla del Sendero Luminoso y MRTA

La impronta instaurada por Fujimori fue autoritaria, personalista y neoliberal. Campeo la corrupción, el enriquecimiento ilícito de una oligarquía extranjerizada, racista y anti-pueblo que holgadamente saqueo las arcas públicas vilipendiando los bienes nacionales.  Si mientras el promedio de crecimiento del 1993-1995 fue de un 8%; de 1996-2000 este solo alcanzo un magro 3% equivalente al crecimiento anual de la población.

La falta de escrúpulos, extorsiones, matanzas de poblaciones mayoritariamente indígenas arrojaron un saldo total de 70 mil muertes, 21 mil desaparecidos, y un numero aun indeterminado de ejecuciones extrajudiciales. Matanzas como las de La Cantuta y Barrios Altos aun permanecen en la siquis colectiva y por las cuales el tirano nunca pidió perdón.  A tal punto de vileza se llego que comunidades enteras de indígenas fueron esterilizadas de manera forzosa en una mezcla de racismo y menosprecio a las comunidades pobres, afrodescendientes e indígenas.

Aunque en principio gran parte de la población perdono el autoritarismo del régimen por la lucha frontal en contra del Sendero Luminoso y luego el MRTA; la sórdida concentración de poder en una camarilla gobernante mientras se desatendían los distintos estamentos sociales del Perú, los famosos videos dados a conocer en donde se observaba al flamante Vladimiro Montesinos pagar sobornos a diputados y otro escándalo del avión presidencial sorprendido con 176 kilos de cocaína;  hasta  el saqueo burdo de las alcas publicas (estimados en 6 mil millones de dólares); terminaron de hundir al régimen.

Todos recordamos cuando en noviembre del 2000, Fujimori viajo a Brunei para una dichosa reunión de la APEC y desde allí envió el histórico fax (no existían los twiters todavía). Tras su vergonzosa conducta de enviar su renuncia vía un fax; intento escudarse en su ciudadanía japonesa postulándose con tamaña desfachatez al senado en el Japón siendo derrotado.

Posteriormente es capturado en el 2005 tras un viaje a Chile y es extraditado al Perú en donde fue condenado a 25 años de prisión por diversos delitos incluyendo asesinato con alevosía, secuestro agravado, lesiones graves, peculado doloso, apropiación de fondos públicos entre otros.

A pesar de su muerte, el fujimorismo mantiene una sorprendente popularidad en amplios sectores poblacionales. No obstante, el desdén y menosprecio que el clan Fujimori siente hacia las masas empobrecidas del Perú, el difundo Fujimori como todo buen sátrapa supo de la importancia de llegarle al corazón de los menesterosos mediante dadivas, planchas de zinc, cemento, zapatos, comida, caminos vecinales, escuelas y clínicas rurales. Nada transforma mas que ver un jefe de estado besando o cargando un niño/a mocoso y descalzo para luego tomarse una foto y ponerla en primera plana de los periódicos.

Su muerte, no detendrá la alocada búsqueda del poder de su hija Keiko Fujimori, quien a pesar de haber participado en tres elecciones y ser derrotada (2011, 2016 and 2021) considera que, como efecto de osmosis, la popularidad y encanto que una vez represento su extinto padre hoy le pertenece. Ella misma ha sido acusada de asociación criminal, lavado de dinero y obstrucción a la justicia por lo cual hay un pedido de hasta 30 años de cárcel. No obstante Fuerza Popular, el bastión del Fujimorismo; posee mayoría absoluta (70 diputados de un total de 130) y han entorpecido, la marcha y proyectos de ley de cada uno de los presidentes de turno desde la oposición.

Las exequias deshonrosas que recién finalizaron en el Perú solo añaden al dolor y escepticismo de una población que vio una vez mas ahogada en sangre y fuego sus anhelos de democracia y justicia social con el golpe dado al Pedro Castillo, y en donde la actual ocupante del solio presidencial Dina Boarte traiciono a su compañero de fórmula al formar parte del complot legislativo-judicial que lo depuso de la presidencia en diciembre del 2021.  De ahí, que, ante el dolor e impotencia, seamos recordados una vez mas que las elites gobernantes de nuestro continente no escatimaran ningún esfuerzo en preservar su poder, aunque para ellos tengan que aumentar las víctimas de la represión en cada uno de nuestros pueblos.  ¿Cuántos muertos más quieren?  Como lo expreso Dina Boarte ante amenazas de manifestaciones en el Perú recientemente.