El doctor Ernesto Guerrero mal revela que fueron “20,800 los fallecidos, en vez de las 4,250 muertes por COVID-19, acontecidas hasta diciembre 2021”. Sus “ilusorias” afirmaciones (pues también se opuso, en diversos grupos de reflexión, a la tercera dosis y otras medidas que resultaron de impacto), derivan de una lectura incompleta del artículo hipotético dedicado a las “estimaciones de sobremortalidad” realizadas por el investigador Haidong Wang.
Nuestro aludido publicó en el periódico El Nacional, edición 18,888 del pasado domingo 27 de marzo, un artículo repleto de mentises sobre la pandemia COVID-19. Afirmando que “El propio presidente ha tomado la cifra para promocionar el éxito del país en el control de la misma”.
Sus afirmaciones dan la idea de que ni las mortalidades ni las letalidades de la COVID-19 son las que certifican los tres centros mundiales más citados y reconocidos en el estudio y seguimiento epidemiológico universal de esta pandemia. Así como los reportes epidemiológicos del Ministerio de Salud y las sociedades especializadas de medicina de República Dominicana.
Destacamos que las afirmaciones de Guerrero son entendibles, especialmente para naciones como Rusia y India, que acumularon más fallecidos que los reportados, dado la gran cantidad de casos que manejaron, muchos de los cuales fueron excluidos por sus servicios de salud y terminaron falleciendo en sus hogares.
Asimismo en otras naciones como México, donde su Ministerio de Salud impuso un mandato irracional por más de cinco meses, de no considerar “muerte por COVID-19” a las neumonitis intersticiales, que es precisamente la causa más precipitante de la mortalidad por esta enfermedad. En México, muchos fallecimientos caseros se dejaron de etiquetar como COVID-19, así como otras defunciones intra-hospitalarias que si lo eran, hecho que los condujo a reportar una mortalidad inferior a la real.
Se olvida que en República Dominicana, existe un registro de mortalidad certificado por la Organización Panamericana de Salud (OPS), entidad centenaria que a su vez ratifica los valores de nuestra nación en su informe diario de casos confirmados, probables y fallecidos de COVID-19. Ver enlace: https://ais.paho.org/phip/viz/COVID19Table.asp
Los supuestos 20,800 fallecidos en República Dominicana de Guerrero implican que por cada caso reportado por el registro de mortalidad se generaron un máximo de 4-5 fallecidos no certificados. A todas luces una falsedad de falsedades. Tergiversa que el Instituto de Salud y Métrica de Evaluación (IHME) de Washington Seattle, haya indicado ese gran volumen en sus proyecciones periódicas. El valor aceptado por IHME, para el 21 de diciembre 2021 es 4,229. Así esta registrado en el sistema de información del enlace www.covid19.healthdata.org. Una cifra muy lejana a la publicada por Guerrero, y muy próxima a la presentada por el Ministerio de Salud.
Si a dos años el doctor Guerrero plantea que acontecieron 20,800 fallecidos, convirtiendo certezas, las hipótesis de Haidong Wang, quiere decir que son 10,400 muertes anuales, lo que arrojaría un promedio diario de fallecidos de 29 personas/día. Esta cantidad de fallecidos cada 24 horas, se hubiera notado en diversas fuentes. Desde las funerarias y los cementerios, hasta los vigilantes medios de comunicación nacional. No citamos los registros oficiales, pues nuestro aludido desconfía de ellos.
Sin embargo, similares conclusiones objetivas sobre la República Dominicana validan los registros formales de salud pública. Así se deriva y demuestra en el tablero de decisiones sobre COVID-19 del Centro de Ciencia e Ingeniería de Sistemas (CSSE) de Universidad Johns Hopkins. Que el pasado martes 29 de marzo, 2022, registraba unos 4,375 fallecidos de un total de 577,841 casos. Observar enlace: https://coronavirus.jhu.edu/map.html
En República Dominicana, la gran mayoría de casos que llegaron con síntomas de dificultad respiratoria a las unidades de emergencia públicas-privadas, fueron evaluados con imágenes pulmonares que si aportaban evidencias de sospecha, se internaban y trataban como COVID-19, hasta que se demostrara lo contrario. Este uso inteligente de las imágenes, antes del resultado definitivo de las pruebas serológicas, entre otros abordajes que comentaremos en próximas colaboraciones, contribuyó al éxito sobre la mortalidad y letalidad.
La tasa de mortalidad es el cociente que se deriva de colocar en el numerador el total de defunciones de una patología y en el denominador, el total de población en riesgo, multiplicados por una constante K de 100,000 pobladores. En cambio, la tasa de letalidad es más precisa para evaluar la calidad de la gestión de diagnóstico precoz y tratamiento oportuno, dado que deriva del cociente de dividir el total de fallecidos entre el total de enfermos, multiplicados por 100, en un tiempo determinado y en un lugar concreto. El tope crítico de una letalidad para afirmar “mala o buena gestión terapéutica”, es 10%.
Hasta el pasado martes, los 4,375 fallecidos por COVID-19 de un total de 577,841 casos provienen de una población de 10,621,938 dominicanos. Es decir estos valores, arrojan una mortalidad de 41 fallecidos cada 100 mil habitantes y una letalidad de 0.7%. Ambos indicadores son de los más bajos del mundo.
Esto quiere decir que si aceptamos como validas, las cifras hipotéticas de Guerrero, por cada fallecimiento que registró el gobierno, dejó de certificar 4-5. Una proporción de 1:5; o mejor dicho 400% de sobre-ocultación. Eso rompe con el principio de las matemáticas de Gauss. O sea estaríamos a varias desviaciones estándar de un promedio diario de fallecimientos, dado las grandes diferencias entre lo reportado por el Estado y los números hipotéticos aludidos.
Los procedimientos objetivos para evaluar la calidad de las tasas de mortalidad y letalidad; y también todas las tasas, han sido compilados como herramientas en el libro clásico de Epidemiología, Principios, Técnicas y Aplicaciones de los epidemiólogos canadienses Milos Jenicek y Robert Cleroux.
Los autores exponen la conocida metodología de Sartwell, o análisis lógico de las tasas. El doctor Philip E. Sartwell en sus conceptos epidemiológicos generales y su aplicación en la planificación, programación y organización de programas, así como en otros trabajos, publicados por OPS/OMS, hace una exégesis de todas las tasas. Philip E. Sartwell fue profesor de Epidemiología de la Escuela de Higiene y Salud Pública, Universidad de Johns Hopkins, Baltimore, Maryland, Estados Unidos, y aporta una técnica elemental para cuestionar los numeradores y denominadores de las tasas.
Ni en Estados Unidos, democracia liberal, ni en China, ni Rusia con democracias especiales nadie se hubiera atrevido a decir que al presidente de la nación lo han puesto a ocultar 16,425 muertes de cualquier patología o epidemia. En este país de democracia en construcción, lo que hacemos con este artículo es responder a lo que consideramos un agravio a nuestra simple inteligencia. Las mortalidades percibidas, registradas y reales pueden variar, pero no en una proporción de 1:5 como nuestro aludido sugiere. Las hipótesis debatibles sobre tasas y valores epidemiológicos concretos atraviesan el prisma objetivo de la evidencia científica registrada.