La histórica jornada del 9 de febrero de 1966 fue determinante para el triunfo del Movimiento Renovador de la UASD y la democratización de la enseñanza universitaria. Las puertas de la institución restringidas desde el ámbito económico para la mayoría de las gentes sencillas del pueblo, fueron abiertas de par en par, originándose un progresivo incremento de la matrícula estudiantil. Esto provocó la necesidad de mayores recursos para la erección de una infraestructura que soportara el masivo ingreso de estudiantes, y la creación de nuevas secciones docentes. Pero las dificultades permanecieron intactas, al doblar de la esquina apenas tres meses después la rancia oligarquía trujillista recuperaba el poder, bajo el padrinazgo del invasor. De inmediato el nuevo pero muy conocido presidente, ordenó una ley de austeridad para todo el pueblo con la excepción de sus principales funcionarios. La UASD había sido vanguardia en la lucha por la destrujillización, faceta que implicó la expulsión como docente del susodicho mandatario, a guisa de vendetta política la institución fue uno de sus blancos primordiales para ahogarla desde el ámbito económico. Por varios años las autoridades universitarias trataron de persuadir al Gobierno por medio de cabildeos con funcionarios influyentes en torno a la necesidad de un reajuste presupuestal sensato, nunca se ofrecieron respuestas positivas. Solo quedaba un camino expedito: Para sobrevivir la universidad tendría que reclamar un mayor presupuesto movilizándose en el seno del pueblo.

El ilustre maestro Franklin Franco en su importante libro Historia de la UASD y de los estudios superiores,  estableció que Balaguer además de propiciar el estrangulamiento económico de la alta casa de estudios, en discurso pronunciado en diciembre de 1967 dejaba entrever su intención de aniquilar la institución:

[…] el mandatario expresó que la “UASD debe ampliar su labor cultural  y científica durante los próximos años, con financiamiento externo”. Con lo que dejaba claro su intención de conducir a la institución al cierre por asfixie económico u obligarla a su entrega a organismos internacionales que de seguro exigirían la reorientación de la Universidad hacia el elitismo y la limitación de la libertad de conciencia y de cátedra”.

No se equivocaba Franklin Franco, ya para esa época se denunciaba el Plan Camelot con pretensiones de elitizar las universidades latinoamericanas. De modo previo el Movimiento Renovador había extirpado el CUEG y su examen de admisión, colador elitista, diseñado por el agente imperial Rudolph Atcon.

Juan Francisco Martínez Almánzar (distinguido maestro de las Escuelas de Historia y Sociología) y la maestra Sergía Gómez Gutiérrez, en su muy interesante obra Cercos y ocupaciones en la UASD,  describen que la discriminación contra la universidad se hizo patente desde el inicio del Gobierno de Balaguer en junio de 1966, reteniéndole a la institución $156,528.82 remanentes de ese mes. Además el 4 de febrero de 1867 se amenazó con cerrarla imputándole una supuesta conspiración y fue militarizado el Instituto Cartográfico que funcionaba en la Zona Colonial.

Describen los autores de Cercos y ocupaciones en la UASD,  que ante los constantes atrasos en la entrega de las partidas presupuestales a la universidad, el 4 de julio el rector Julio César Castaños Espaillat denunció que el Gobierno pretendía su cierre.  Establecen que para hacer frente a la persistencia del ahogo económico fue convocado un claustro el 2 de septiembre, en la reunión se aprobó la moción del grupo estudiantil Fragua de reclamar el aumento de la subvención del Estado de $300,000 mensuales a medio millón.

La situación económica de la universidad fue agravándose con el ingreso libre de estudiantes y la congelación del presupuesto. Solo quedaba luchar o disolver la UASD. Para el 14 de febrero de 1968 los estudiantes bajo la dirección de Guaroa Ubiñas Renville, a la sazón secretario general de la Federación de Estudiantes (FED), tenían convocada una marcha al Palacio Nacional para reclamar el aumento presupuestal. El día previo a la actividad el centro de estudios fue cercado por efectivos de la policía y el ejército, con carros de asalto y tanques de guerra. Cerca de doscientos dirigentes estudiantiles y activistas se vieron compelidos a amanecer en la institución educativa, ante el hermético bloqueo militar al campus universitario. En horas de la madrugada los militares y policías iniciaron una balacera contra la universidad, ocupando todas sus edificaciones y apresando a la mayoría de los estudiantes, un grupo de dirigentes estudiantiles pasaron varios meses prisioneros.

El balaguerismo gobernante retomó la excusa baladí del Triunvirato desarrollada en junio de 1964 cuando ocupó la universidad y supuestamente “encontraron armas de fuego”, la opinión pública hizo caso omiso a ese malhadado cuento, que en esos momentos se pretendía reinventar. No obstante, la demanda por un justo presupuesto entró en una fase de letargo.

Pese a las graves dificultades, no quedaba otro camino que la lucha. En febrero de 1969 se forma un comité central coordinador de la jornada (Triple C) por un nuevo presupuesto, encabezada por los estudiantes Hatuey y Miguel Decamps, José (Chino) Bujosa Mieses (secretario general de Fragua) y otros dirigentes estudiantiles, también las autoridades: el rector Andrés María Aybar Nicolas, los vicerrectores Hugo Tolentino Dipp y José Rafael Abinader y los decanos. El 18 de febrero sale de los terrenos de la UASD una gran marcha reclamando: «Medio millón paˈla universidad», en la calle Juan Sánchez Ramírez próxima al perímetro universitario, la protesta fue embestida de modo grosero por tropas policiales dirigidas por el entonces coronel Eligio Bisono Jackson. Fue el bautismo de fuego de la lucha por el medio millón.

La demanda presupuestal como reguero de pólvora se extendió de inmediato a todos los liceos a nivel nacional reclamando el medio millón para la universidad, empezando por los de Santo Domingo y Santiago.  Dos días después en la Escuela Colombia, ubicada en el Ensanche Luperón, en la tanda nocturna fue ejecutado por la policía el dirigente estudiantil Ramón Augusto Suero (Flavio Suero), mientras se desarrollaba una movilización en apoyo a la universidad. El sepelio de Flavio Suero constituyó una enorme manifestación de duelo en repudio de su asesinato y en respaldo a la lucha presupuestal. El comité central de la lucha universitaria fue designado con el nombre de Flavio Suero.

Aunque en varios artículos de opinión se ubican otros asesinatos durante esta jornada, solo cayó Flavio Suero. El profesor Eladio Peña de la Rosa, fue víctima de un crimen horrendo por la policía en octubre de ese año, cuando cooperaba de  manera ordenada a estudiantes del liceo nocturno Eugenio María de Hostos (que estaba contiguo a las ruinas del monasterio de San Francisco) a retirarse en filas del liceo asediado por la policía. El estudiante Melanio de los Santos, fue ultimado por la policía en el entierro de Otto Morales en el año siguiente.

En el lapso de la lucha por el medio millón la universidad no tenía Centros Regionales, reiteramos los liceos y escuelas públicas a nivel nacional asumieron la lucha, y en todo el país durante febrero y marzo de 1969 solo se escuchaba «Medio millón paˈla universidad». Nunca olvido en una de las escuelas hogar de mi barrio de Villa Francisca, cuando los niños en edad preescolar salían rumbo a sus casas empezaron a gritar «Medio millón paˈla universidad», y la profesora salió desesperada a reclamarle que se callaran. Hasta en colegios privados los estudiantes hicieron protestas solidarias, entre otros el colegio de La Salle, el San Luis Gonzaga y el Santa Teresita, además  en la Universidad Católica Madre y Maestra de Santiago.

Para esa época Johnny Ventura tenía de moda un merengue, denominado «Merecumbe», que exclamaba: “Los indios, los mismos indios”, fue una de las consignas favoritas en todo el país para rechazar las agresiones de la policía balaguerista contra las manifestaciones por el presupuesto. Inicialmente se le vociferaba a la policía cuando llegaban en actitud de reprimir: “Los indios” y cuando ellos empezaban el ataque se insistía gritando: “los mismos indios”. También volvió a ponerse de moda el merengue «El medio millón», interpretado por Ramón Gallardo y su combo, aunque no con la intensidad del «Merecumbe».

El teatro universitario jugo un importante rol, en diferentes barrios y pueblos presentaban pequeñas obras y al final de modo súbito dos actores desenrollaban un rollo de tela y mostraban al público el lema inscrito en la tela cartel: «Medio millón para la universidad», recuerdo en esa actividad militante a Fiume Gómez, del teatro universitario y profesora de literatura. En la mayoría de los casos la exposición sorpresiva de ese letrero como colofón de la obra, era el detonante para que los asistentes a la actividad se marcharan al compás de  una improvisada movilización a favor del presupuesto.

Una de las marchas acometida con mayor rudeza por los “indios” salió de la universidad y fue interceptada en la avenida Independencia, se impidió que la actividad siguiera su curso. Los universitarios se sentaron de modo pacífico en medio de la avenida y fue lanzada una gran cantidad de bombas lacrimógenas para dispersar la protesta cívica. Eso ocurrió en la mañana, en horas de la tarde desde nuestro liceo Manuel Rodríguez Objio salimos en marcha por la calle Padre Billini rumbo a la universidad donde las movilizaciones continuaban dentro del campus. En la esquina de la Palo Hincado, nos interceptó la policía y también procedimos a sentarnos en el pavimento y nos lanzaron bombas lacrimógenas, acompañadas de culatazos y macanazos.

Para la época la universidad contaba con una flotilla de autobuses (Blue Bird) propios, para el traslado gratuito de los estudiantes. Se inicio de modo limitado un operativo de lucha que tiempos después adquirió mayor auge, consistía en trasladar las movilizaciones al seno del pueblo en diferentes barrios de la Capital. Autobuses repletos de estudiantes, de modo sorpresivo eran esperados por ciudadanos de una determinada localidad a través de coordinadores barriales. Se desmontaban los universitarios y con las gentes del pueblo se iniciaban movilizaciones de apoyo a la UASD.

Se recurrió en mayor grado a los micromítines barriales, se convocaban para una hora determinada, todos esperaban por los alrededores de una esquina preestablecida, hasta que el coordinador del micromítin se colocaba en el medio de la calle exclamando: «Medio millón paˈla universidad», de inmediato como por arte de magia todos los que esperaban la hora clave se integraban a la pequeña manifestación, lanzando al aire volantes mariposas (pequeños) con mensajes breves alusivos a la lucha y entonado consignas. Inclusive en las tandas matiné que tenían los cines los domingos tanto en Santo Domingo, como en Santiago a la salida de las funciones se improvisaban micromítines.

En nuestro liceo Manuel Rodríguez Objio, vespertino en la zona intramuros de Santo Domingo, asumimos el liderato de las movilizaciones en esa jornada, por encima del legendario liceo Juan Pablo Duarte. Casi a diario marchábamos en reclamo del presupuesto. La policía del área dirigida por el mayor Castulo Valdez Mieses (Mazámbula en la zona intramuros, porque en la UASD ese mote correspondía al obeso teniente Delfín Cordero) en dos ocasiones asaltaron el liceo para tratar de suprimir las movilizaciones. Tengo extraviados en mis archivos dos comunicados del Consejo Universitario, condenando los atropellos de la policía en nuestro liceo y en el Onésimo Jiménez de Santiago. En uno de esos asaltos policiales al liceo, fue agredido un profesor.

Para las movilizaciones contábamos con la colaboración del más importante gremio choferil de la época, Unachosin. Con los compañeros Iván Rodríguez, Danilo Rodríguez, Hugo Ysalguez y Rafael Cordero, nos trasladábamos a la calle Concepción Bona (Villa Consuelo) al local de Unachosin y con la cooperación de los dirigentes, principalmente Félix Alburquerque (hermano de Ramón), Jerónimo y otros, nos enviaban a la bomba de gasolina del sindicato y allí nos suministraban gasolina y gomas viejas que las transportábamos de modo furtivo en el baúl de un carro del sindicato y las guardábamos en el zaguán de la casa de una querida colaboradora (herida en el ametrallamiento del 9 de febrero) en Ciudad Nueva, próximo a nuestro liceo y en la tarde salíamos con las gomas para la calle Del Conde y otras aledañas a darle un mayor tono a la lucha del medio millón.

La demanda de la UASD se tornó plebiscitaria a nivel nacional. Febrero y marzo de 1969 de uno a otro confín se imponía el estribillo de: «Medio millón paˈla universidad». Sergía Gómez y Juan Francisco Martínez Almánzar en su libro refieren que:

“Ante las demostraciones, que se producían a nivel nacional bajo la consigna de: “Medio millón para la Universidad”, Balaguer proclamó el martes 25 de febrero que el tema de la UASD  lo tenía “cansado”.

“El jefe de Estado hizo su pronunciamiento al ser abordado por los periodistas: “…ya me tienen cansados con el tema… No voy hablar más de eso”.

Finalmente el cansancio y la tozudez que aquejaban al presidente fueron remediados con la muy efectiva terapia popular del «Medio millón», en el mes de marzo accedió a negociar con las autoridades de la UASD. Se acordó crear leyes impositivas para gravar las bebidas alcohólicas y obtener los fondos que completaran los $500,000 mensuales para la universidad. La jornada del medio millón le tumbó el pulso al distinguido mandatario.

La proyección de las leyes se quedó corta y la recaudación  fue muy superior a lo planeado originalmente. Como en la universidad el flujo de estudiantes ascendía cada semestre, en los años sucesivos se solicitó la entrega de parte de ese remanente a la institución, con la negativa absoluta del Gobierno. Esto provocó una nueva convocatoria de lucha por el 5% del presupuestos nacional, monto estatutario que corresponde legalmente a la universidad de acuerdo a la ley de autonomía que el propio Balaguer se vio conminado a aprobar a finales de 1961.  Ese tema es otro capítulo de la lucha por la subsistencia de la universidad en aquellos aciagos doce años, que abordaremos en otra oportunidad.