Máximo López Molina, fundador del Movimiento Popular Dominicano.
Junio es para nuestra memoria histórica mes de inevitables recuerdos; de insoslayables remembranzas (Cayo Confites, Luperón, expediciones de junio de 1959). Evocación de cruentos e incruentos sacrificios y heroicas audacias signadas por juveniles entusiasmos , no pocas veces reñidos con la razón, pero nacidos de esa ansia prístina e incoercible de libertad a la que no cabe renunciar so pena de perder lo que de grande y digno nos define y nos singulariza.
En aquellos años de gloria, de dolor y de espanto se estrenaron en la fragua de la lucha patriótica Tiberio Castellanos y Máximo López Molina junto a otros nobles y esforzados. Tiberio junto a Rafael Moore (Fellín), Gilda Pérez, Cuco Peña, Brunilda Soñé, Julio Raúl Durán, Amiro Cordero Saleta y toda una pléyade de jóvenes valerosos que hicieron parte de la Juventud Democrática (JD) y el Partido Socialista Popular (PSP) en el “interludio de tolerancia”, como bien lo ha catalogado el historiador Bernardo Vega.
Máximo López Molina, en cambio, junto Bienvenido Creales, José Alonso Puig, Fernando Spignolio, José Augusto Puig, Fernando Suárez, Félix La Hoz y otros lo hicieron en los frustrados preparativos de Cayo Confites y en la expedición de Luperón. Tras esta última, Máximo y parte de sus compañeros fueron condenados a prisión; otros fueron asesinados.
Máximo, en medio del recrudecimiento de la represión tiránica, logró salir al exilio y llegó a la Habana, a donde también recalaría Tiberio, para junto a valiosos compañeros fundar el Movimiento Popular Dominicano (MPD), en febrero de 1956. Desde Cuba vinieron en 1960 para “enfrentar la fiera en su propia madriguera” y continuar la lucha contra los remanentes de la tiranía.
Máximo falleció en París el 22 de agosto del año 2021. Ignoramos si dejó para la posteridad sus memorias, que de existir, serían un documento de valor inestimable para estudiar la intrahistoria de los actores y protagonistas de aquellas luchas decisivas para encender la llama de la libertad contra el oprobio de la tiranía y tantos otros capítulos memorables de sus afanes redentores.
Entre tanto, y con relación a sus luchas y la fundación del M.P.D y sus principales actores y protagonistas, considero de justicia recomendar, sin menoscabo de otras obras que pudieran existir, dos libros imprescindibles. Me refiero a “Notas autobiográficas: recuerdos de una legión olvidada”, de la autoría del veterano luchador y dirigente de izquierda, Ing. Cayetano Rodríguez del Prado” y “Combatir la fiera en su propia madriguera. El MPD contra Batista y Trujillo. La resistencia en Cuba y la República Dominicana”, de la autoría del destacado historiador, investigador y gestor cultural Dr. Darío Tejeda, obra galardonada en el año 2019 con el premio “Miguel Cocco Guerrero”, en su cuarta versión, que patrocina el Museo de la Resistencia de la República Dominicana.
¿Y qué decir de nuestro admirado Tiberio Castellanos? Ahí está, rozagante, lúcido y entusiasta a sus 97 años. Prodigando afectos a los suyos; a los de cerca y los lejos; pluma en ristre acicateando la memoria y como diría el gran Fray Luis de León “ni envidiado ni envidiando”, aunque me tienta la osadía de enmendar al poeta y decir “envidiado sí”, ¿pues quién no siente sana envidia de la lucidez, el coraje y la calidez humana de Tiberio que quebranta manidos paradigmas y alienta nobles esperanzas?
Y termina aquí este necesario exordio. Pues ahora corresponde el turno a los verdaderos protagonistas de esta entrega sabatina de hoy: a Máximo López Molina y Tiberio Castellanos. Próximo a conmemorarse el vigésimo aniversario de las expediciones de junio de 1959, Tiberio publicó en las páginas del Listín Diario, en 12 de mayo de 1979, un interesante artículo titulado “Constanza, Maimón y Estero Hondo, 20 años después”, evocando la intrepidez heroica de los caídos; sus vivencias habaneras de aquellos días como militante del MPD y las razones políticas que determinaron que Máximo López, él mismo y la dirigencia del MPD decidiera no participar en la aventura expedicionaria.
Este hermoso y sentido artículo de Tiberio dio lugar a que días después, desde su exilio en París, el legendario luchador izquierdista Máximo López Molina, fundador del MPD, escribiera también, a modo de carta al Listín Diario, una lúcida y no menos sentida misiva, publicada el 23 de junio de 1979, evocando aquellos días de fraterno laborantismo junto a Tiberio, su querido compañero de lucha y los que junto a ellos soñaban y luchaban por un país más libre y digno, no obstante las divergencias en las concepciones tácticas y estratégicas que convergían en el heterogéneo conjunto del exilio dominicano.
Se publican ahora nueva vez ambos textos, 45 años después, como aporte a nuestra memoria histórica y a la necesaria como pendiente tarea historiográfica de continuar reconstruyendo las glorias y avatares de nuestro exilio y sus grandes aportes a la lucha por nuestra dignidad patria.
“Constanza, Maimón y Estero Hondo, 20 años después”
Por Tiberio Castellanos
“Cada vez que paso frente al monumento donde están sus nombres inscritos y donde reposan muchos de los héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo, recuerdo aquellas palabras de Manolo Lorenzo Carrasco: “Tiberio, esto es un holocausto”.
Era la mañana del 27 de febrero de 1959 y yo me encontraba en la puerta principal del Palacio del Ayuntamiento de la Habana, oficina donde trabajaba. Cumplía yo allí, una rutinaria guardia de vigilancia esa mañana. Manolo, había salido, por unas horas, del campamento donde él y los demás patriotas se entrenaban.
No hablamos mucho tiempo y ya no recuerdo nada más de lo que hablamos. “Esto es un holocausto”, me dijo. Se refería a la expedición que se organizaba para derrocar la tiranía trujillista.
En esos momentos, al calor del triunfo de las guerrillas de Fidel sobre el ejército de Batista, los cubanos y algunos dominicanos envueltos en la euforia de aquellos días, creían que aquello de la “invasión” era un paseo. Manolo no lo creía así. Y creo que entre los expedicionarios de junio del 59, muchos pensaban como Manolo.
En reuniones efectuadas en enero, en la imprenta de Pipí Fernández en la calle Monte, le había oído expresiones semejantes a Rinaldo Sintjago y a José Horacio Rodríguez. Pero ninguno había sido tan drásticamente concluyente, como lo fue Manolo aquella mañana del 27 de Febrero de 1959. Claro está, a Sintjago y a José Horacio los había oído hablar en las reuniones donde se nucleaba el grueso de los futuros expedicionarios.
Ahora, Manolo hablaba para mí solamente. Hablaba, exclusivamente para su compañero de 9 años de exilio habanero. Su compañero de exilio que en este viaje a la Gloria no le acompañaría, puesto que yo estaba fuera del grupo que se entrenaba en la montaña. Y me lo dijo casi como un secreto.
Recuerdo todavía la tremenda impresión que causó en mi entonces compañero de partido Máximo López Molina, el relato de esta conversación con Manolo. El, tanto como yo, conocía el temple viril de Manolo, y comprendió que no se trataba de una expresión derrotista, sino de una cabal interpretación de la realidad.
Máximo y yo militábamos en el Movimiento Popular Dominicano, grupo que semanas antes se había separado del grupo de los exiliados que luego formaron el glorioso Movimiento de Liberación Dominicana. Una polémica surgida en una de las reuniones en la imprenta de Pipí Fernández, dio lugar a nuestra separación.
Ya han pasado 20 años de aquellos días de 1959. A ratos se me hace difícil creer que haya pasado tanto tiempo desde entonces. Solamente el silencio y casi el olvido que se han ido acumulando sobre los nombres de los héroes de esa gesta, me convence de que es verdad. Que efectivamente pueden haber pasado 20 años desde entonces.
Sucede que uno se va muriendo un poco en cada amigo que se va. Sucede que somos en gran manera el cúmulo de nuestras experiencias, de nuestras vivencias, de lo que somos capaces de recordar. Por eso se ha estado uno muriendo un poco en cada amigo que se va y al que ya nunca podrá volver a preguntar: ¿Te acuerdas Fellín del mitin del PSP en La Vega en diciembre de 1946? ¿Te acuerdas Cuco de las reuniones del Comité de Unidad en la oficina de Pedro Bonilla Aybar? ¿Quién hace hoy conmigo en el recuerdo, y caminando junto a Pablo Antonio, la distancia entre la Habana Vieja y la Sierra, para ir a una reunión en casa de Juancito Rodríguez? ¿Y a quién pregunto ahora, y que entienda el motivo de mi pregunta, por el hijo de Manolo y la novia de Felipe Maduro?
Ahí está el monumento a los mártires de junio. Ahí están Manolo y sus compañeros de holocausto. ¿Comprenderán las generaciones dominicanas presentes y futuras, el verdadero sentido de su sacrificio? Quiero pensar que sí”.
Constanza, Maimón y Estero Hondo
Tiberio Castellanos
Compañero y Hermano
Leí tu artículo publicado en el LISTIN DIARIO de fecha 12 de mayo intitulado“ Constanza, Maimón y Estero Hondo” y me llené de emoción. Sí, recuerdo los acontecimientos de hace veinte años y también los de hace treinta años…
Para mí no son sólo vivencias, sino monumentos casi tangibles que han quedado esculpidos en mi espíritu y que veo no como un pasado, sino como si estuvieran plasmándose permanentemente. Sus protagonistas- los héroes y mártires- que son nuestros compañeros y hermanos con quienes compartimos el pan amargo del exilio y la lucha cotidiana por la libertad y la justicia, se han convertido en luz que nos permite reconocer el largo camino por el cual debemos transitar hasta alcanzar la meta de estas reivindicaciones y de otras aún más altas…
Recuerdas, Tiberio, que el Movimiento Popular Dominicano se fundó el 27 de febrero de 1956 en casa de Julio César Martínez. Estaban Pichirilo, Pablo Martínez, Andrés Ramos Peguero, José Moscoso, Alfonso Espinal, Francisco Ramos Peguero, Esperanza Font de Alfau, tú y yo.
Éramos pocos, pero todos convergíamos en la gran idea de llevar la lucha democrática al seno de nuestro pueblo. En esa época se agudizó la lucha en Cuba contra la dictadura de Fulgencio Batista y he ahí que el M.P.D., estimó que debía cumplir con su deber revolucionario y solidarizarse con las organizaciones cubanas enfrentadas al régimen de Batista.
Recuerdo que en tu casa escondimos a los héroes y mártires cubanos inmolados en la Calle Humboldt No. 7. Que Pablo Antonio Martínez representó al M.P.D., en el mitin de la escalinata de la Universidad de la Habana que sirvió para preparar las condiciones del desembarco de Fidel Castro, que el M.P.D. le dio al Movimiento “26 de Julio”; nuestro Pichirilo que condujo el Gramma desde México y la sangre de Pablo Antonio Martínez que figura hoy en el parnaso de los héroes y mártires cubanos; que Julio César Martínez fue un revolucionario infatigable en el “M-R-26-J” junto con el cubano Carlos Franqui; que el capitán Andrés Ramos Peguero participó en la insurrección armada en la Provincia de Oriente iniciada el día del desembarco de Fidel Castro cerca de Niquero, Manzanillo; que continuaron durante toda la guerra de Cuba como guerrilleros del Segundo Frente Frank País, dirigido por Raúl Castro; que todos los miembros del M.P.D dimos nuestro esfuerzo y sufrimos en carne propia las consecuencias del enfrentamiento a la dictadura de Batista y que resistimos allí hasta el día de la victoria que fue, en definitiva, no sólo el derrocamiento de la dictadura de Batista, sino también la liberación de Cuba único país verdaderamente libre de América.
El 1ro. de Enero de 1959 y en los días sucesivos llegaron a La Habana los exiliados dominicanos que residían en Venezuela, Estados Unidos, Puerto Rico, México y otros países. Nos encontramos todos en medio de la euforia del triunfo revolucionario de Cuba y nuestro pensamiento era liberar la República Dominicana de la dictadura más sangrienta y más vieja del continente.
Todas las organizaciones dominicanas estuvieron de acuerdo en ese pensamiento. Pero, ¿cómo llevarla a cabo?…He ahí el problema que dio lugar a la divergencia que motivó la separación del Movimiento Popular Dominicano del resto de los exiliados dominicanos que pensaban que la dictadura de Trujillo se vendría abajo al impacto de una o varias expediciones armadas.
El MPD sostenía que antes de lanzar las expediciones armadas era necesario organizar la resistencia dentro del país. Esa idea la sostenía yo cuando la invasión de Luperón y cuando se preparaba Cayo Confites en el 1946, junto con mis compañeros Bienvenido Creales, José Alonso Puig, Fernando Spignolio, José Augusto Puig, Fernando Suárez, Félix La Hoz y otros.
Desgraciadamente el M.P.D no pudo evitar la catástrofe que fue “Constanza, Maimón y Estero Hondo” en donde perdieron la vida llenándose de gloria nuestros compañeros y hermanos de exilio.
Es verdad lo que relatas de Manolo Lorenzo Carrasco, compañero que compartió conmigo, con Pablo Martínez y Tulio H. Arvelo las miserias del cuartico de la azotea de la Calle Mazón 208 en La Habana, que nos había cedido en el 1950 el compañero Alberto Henríquez.
Manolo vio con claridad y lo expresó que se trataba de un “holocausto”. En eso estriba, precisamente, la grandeza de los expedicionarios del 50. No sólo él tenía ese punto de vista sino muchos otros. En las conversaciones que sostuve con José Horacio Rodríguez, Santiago Felipe Maduro y Enrique Jiménez Moya, el deseo de enfrentarse con las armas en la mano a la dictadura de Trujillo dominaba con una vehemencia profunda el espíritu de esos compañeros que se inmolaron y que habían consagrado toda su vida a la lucha contra Trujillo.
Las tres expediciones de 1959 fueron duros golpes contra la dictadura de Trujillo que abrieron las fisuras por las cuáles surgieron con fuerza el movimiento interno de resistencia dirigido por Manolo Tavares y las hermanas Mirabal, las movilizaciones de masas de enero de 1960 y el regreso del M.P.D., en marzo de ese mismo año.
He ahí la concatenación de los acontecimientos que constituyen la historia de nuestra época en nuestro país: Todo tiene relación con todo y el acontecimiento aislado no existe.
Cuando recuerdo a los compañeros héroes y mártires del 50- y también a los que no fueron mártires- pienso en lo que nos une…Nos une, pues, la fuerza de la verdad. Te acuerdas de la frase “Y las verdad nos hará libres”. Pues eso es lo que nos une y nos lanza a la lucha y nos alienta para resistir la tortura y las persecuciones de quienes tienen inscrito en la frente y en la mano el signo de la bestia.
Nos une Jesús, aquel que se enfrentó al imperialismo romano y encabezó la insurrección de los esclavos contra los fariseos y los invasores extranjeros. Esa lucha de Jesús es la misma lucha de nuestra época, pues el reino de la Armonía, la Paz y la Justicia aunque está cerca, no se ha instaurado aún y todos nosotros debemos proseguir el combate alumbrado por su nombre.
La unidad de todos los que tenemos en común ese nombre, así como todos los nombres de los mártires y héroes que recoge el monumento que el pueblo les ha erigido es el mejor homenaje que podemos rendirle.
Salud, Tiberio, Compañero y hermano en Jesús.
Máximo López Molina