República Dominicana fue por muchos años uno de los principales destinos turísticos preferidos por los europeos. A finales del año 1999 llegaron al país, según datos oficiales del Banco Central, 2,147,742 turistas (extranjeros no residentes), de los cuales 1,206,007 procedían de Europa y 717,104 de Norteamérica. Es decir, cerca del 60% de nuestros turistas eran europeos. Esta situación fue cambiando, y como bien demuestran los datos estadísticos, 25 años después, hasta octubre de este año, habíamos recibido 5,880,586 turistas, donde verificamos que 892,880 son europeos y 3,221,556 norteamericanos; tan solo desde los Estados Unidos llegaron 2,353,597 turistas. Es decir, cada vez recibimos menos europeos en nuestro destino.

Hemos visto con preocupación cómo en los últimos años se han reducido considerablemente los viajes de larga distancia desde Europa hacia el Caribe y esto puede atribuirse a una combinación de factores económicos, sociales y ambientales, que están influenciando las decisiones de los europeos al momento de viajar.

Es definitivamente una realidad que después de la pandemia el mundo cambió y sobre todo cambiaron los requerimientos, gustos y preferencias de los turistas. Y a esto debemos de adecuarnos.

En el caso de República Dominicana hemos visto cómo en los últimos años se ha reducido la cantidad de turistas europeos, cediendo al mercado norteamericano el protagonismo, cuando de distribución de mercados emisores de turistas hablamos. Todos los huevos se están yendo a una sola canasta.

Si bien es cierto que la inflación y el aumento del costo de la vida han limitado el presupuesto para viajes de larga distancia, existen otros factores que influyen en los argumentos de los europeos al momento de tomar una decisión de a dónde vacacionar.

Lógicamente, los vuelos trasatlánticos y paquetes turísticos al Caribe suelen ser más caros que las opciones dentro de Europa, siempre fue así, pero ha sido la estrategia implementada por otros destinos de la competencia, sobre todo los ubicados en el Mediterráneo, como España, Italia, y Grecia, que poseen climas cálidos, cultura y playas paradisíacas, pero con tiempos de viaje más cortos y costos más bajos, los que han logrado imponerse, sobre todo en el último año.

Las restricciones pospandemia trajeron un cambio en las prioridades de viaje, con un aumento en la preferencia por destinos menos masificados y más accesibles. ¿Hemos adecuado nuestra oferta a estos nuevos requerimientos?

Los turistas europeos, especialmente los de países como Alemania, Suecia y los Países Bajos, están cada vez más conscientes del impacto de las emisiones de carbono de los vuelos de larga distancia. Por esto algunos turistas optan por destinos más cercanos o viajan en tren dentro de Europa para reducir su huella de carbono.

Fue muy conocido recientemente en Suecia el movimiento de “vergüenza de volar” (Flight Shaming), que promueve reducir los viajes aéreos debido a sus efectos en el medio ambiente, el cual ganó mucha atención en su momento.

Por estas razones, se hace sumamente importante que podamos implementar acciones que promuevan la sostenibilidad y que, al mismo tiempo, involucre a los turistas para que estos se sientan parte de la solución.

Bien pudiésemos ofrecer programas donde los turistas puedan compensar sus emisiones de carbono a través de proyectos de reforestación o de energías renovables.

De igual manera, debemos destacar los esfuerzos que se hacen, tanto en el país como en el Caribe, por el uso de la energía limpia en hoteles y servicios turísticos para reducir el impacto ambiental, al igual que promocionar actividades sostenibles como visitas a parques nacionales, reservas marinas y acciones que involucren a las comunidades locales.

Es necesario realizar campañas de marketing dirigidas a mostrar las experiencias únicas del Caribe a nivel de cultura, naturaleza, historia,  aquellas que no pueden encontrarse en destinos cercanos en Europa, y para que la experiencia del turista sea especial, es imprescindible enfocarnos en resaltar los aspectos culturales únicos como la música, la gastronomía y tradiciones locales, que ofrezcan una experiencia enriquecedora.

Al reposicionar la imagen del destino en estos mercados tradicionales, adecuando la oferta a los nuevos requerimientos (destinos exclusivos, menos masificados y accesibles), promocionando las acciones que realizamos en beneficio de la sostenibilidad del destino (es hora de evaluar nuestras acciones por la sostenibilidad), y ofreciéndoles programas de compensación por sus emisiones de carbono, estoy segura que pudiésemos recuperar parte de la cuota perdida de dichos mercados, cuyos turistas siguen viajando a pesar de los conflictos bélicos en la región.