Cuando escribo esta columna, siento que hablo con alguien. De ahí, mi estilo. Coloquial. En mi interior percibo una larga conversación con amigos y gente sencilla del pueblo, que escuchan y hablan conmigo y con otros.

Una de mis hijas, y los tres estudiaron en la UASD, me mencionó el nombre de uno sus profesores que le impartían docencia. Le dije que me le llevara un libro a dicho profesor. Su respuesta no se hizo esperar: "Papi, yo no voy a llevarle el libro al profesor porque él se daría cuenta de que yo soy tu hija". De esto hace más de dos décadas.

Los tres, mis hijos, se movieron en sus respectivas aulas de manera discreta para que los profesores no advirtieran que eran mis hijos. Se negaron a recibir alguna ventaja o privilegio a su favor, afectando a los otros. Ellos creyeron que no era una actitud ética vender el nombre de su padre frente al profesor que le impartía clases en el aula.

Quizás por lo dicho anteriormente fue que cuando llegué al congreso, una gentil joven me entregó un crayón para que yo definiera la palabra ética, y la definí diciendo que la ética era igual al bien común. Cuando se actúa sin ética, entonces a alguien del colectivo se afecta. Puede ser a una persona, una institución, un barrio, una comunidad o puede ser al propio país.

El miércoles de esta semana atendí a una invitación del Ministerio de la Juventud para que asistiera al "Primer Congreso Ética y Juventud". Este evento contó con la presencia del presidente de la República dominicana y de la Dra. Milagros Ortiz Bosch. Es uno de los eventos más participativos y plural que he visto.

Demás estaría decir que ese congreso es una de las actividades más importantes de las tantas en las que he participado, en materia de juventud, durante un poco más de medio siglo. Con una presencia de más de cuatrocientos jóvenes dominicanos, en el cual asistieron delegaciones de diferentes partidos políticos, representantes de iglesias, deportistas, ambientalistas, emprendedores, empresarios, gestores culturales y líderes comunitarios.

Todos conformando grupos en decenas de mesas de trabajo, los participantes discutieron los grandes temas nacionales vistos desde la perspectiva de la juventud y la ética.

El presidente Luis Abinader exhortó a que se instituyera el referido congreso para que se realice todos los años como un espacio de debate de la juventud. Si yo tuviera que, humildemente, agregarle algo, diría que, además, dicho evento se convierta en un foro internacional. El mundo de hoy es el mundo de los vínculos y las comunicaciones y el Ministerio de la Juventud ya cuenta con muy buenas relaciones internacionales.

Haciendo, como es mi costumbre, sociología, advertí y confirmé que en el escenario del mundo de hoy el liderazgo a nivel mundial está bajo la dirección de la juventud; aunque sé que muchos de los grandes monopolios sean propiedades de los viejos. Esto es simplemente ilusión óptica creado por el poder de una era que agoniza y da paso a otra nueva. Los propios jóvenes, cuando los provocaba, me expresaban que ya ellos dominan los acontecimientos y los espacios.

En la seguridad de que el próximo segundo congreso de ética y juventud a celebrarse el año próximo, será mucho más exitoso.