A pesar de los malos ejemplos, los seres humanos hemos sabido dirigir nuestros caminos hacia sociedades fundamentadas en la moral, los valores y las normas sociales, lo que ha permitido la convivencia pacífica. Los preceptos morales y las reglas de convivencia han permitido el incremento de nuestras libertades individuales y la protección de los derechos de los demás.
En el libro Los cambios chinos encontramos una especie de mandato moral que comparto: debemos fomentar caminos existenciales en los cuales la persona pueda elegir las responsabilidades que desea cargar sobre sus hombros. La responsabilidad y la disciplina son las bases de una vida significativa y permiten la generación de seres humanos fuertes, libres de espíritu y con capacidad de autodeterminación.
Cuando hablamos de libertades tendemos a relacionar estas solamente con las libertades civiles y derechos individuales (libertad de asociación, circulación, expresión y pensamiento, reunión, prensa, religiosa, sexual, empresarial). Otro enfoque es que la libertad se gana al admitir las debilidades y tendencias negativas del ser humano, transformando en positivas estas particularidades del ser a través de valores éticos, que habiliten el mejoramiento de la persona y la colectividad.
El próximo mes celebramos el Día Nacional de la Ética Ciudadana, establecido en honor al expresidente Ulises Francisco Espaillat y con el que la Dirección General de Ética Ciudadana (DGEC) pretende fomentar la búsqueda del bien común y rescatar las buenas conductas del ciudadano en su ejercicio público y privado.
Por llevar su nombre la provincia Espaillat debería encabezar junto con la DGEC la organización de una serie de charlas, conferencias y escritos para mostrar a nivel nacional que es posible lograr la moralización de la administración pública, regulando celosamente las erogaciones del gobierno.
Espaillat demostró que no es suficiente para un individuo, más en posiciones de poder, ejercer su autonomía en búsqueda de una mejor vida, con más trabajo, posesiones materiales y dinero. La virtud de un ciudadano debe ser la de asumir los derechos, deberes y valores éticos que mejor sirvan al desarrollo personal y social.
Una persona con criterios fundamentados en valores y disciplina será exitosa en sus metas. Un país con ciudadanos responsables, que promuevan y practiquen la ética en el comportamiento y con objetivos claros, podrá alcanzar el desarrollo y la paz social tan anhelada por todos.