Ética, más allá del cinismo

La inteligencia artificial (IA) en el cibermundo es quizá de las tecnologías más disruptivas de nuestros tiempos cibernéticos, con el potencial de cambiar todos los ámbitos de la vida humana, desde la cibercultura, salud, educación hasta la economía, política y ciberpolítica . Sin embargo, también plantea importantes desafíos éticos, sociales y culturales, que requieren una reflexión compleja y crítica.

En conferencia virtual y presencial siempre reitero que la IA se define como un sistema que permite a dispositivos inteligentes ejecutar tareas que habitualmente requieren inteligencia humana, como son: aprendizaje, razonamiento, planificación y resolución de problemas.

En el cibermundo lo que se va desarrollando a gran velocidad es la IA débil o estrecha, que es un tipo de inteligencia que no tiene conciencia ni entendimiento de sí misma y está diseñada para realizar una tarea específica, como traducir y producir textos, jugar al ajedrez o reconocer rostros.

Este tipo de IA no tiene conciencia ni entendimiento de sí misma ni en el contexto donde   funciona. También he explicado que la IA fuerte o general que tendría la capacidad de ejecutar cualquier tarea intelectual, con aprendizaje, razonamiento, conciencia y entendimiento igual o superior a un ser humano, se encuentra en la ciencia ficción, por lo tanto, no existe.

Se suele abordar un enfoque de un tercer tipo de IA superinteligente, mucho más por encima de la IA general, pero esto entra en el exceso de información, no de conocimiento, porque si la IA fuerte o general no existe porque gastar tinta en una tercera posibilidad que no se puede pensar sin la IA general. Esto pasa también con la revolución 4.0 que está expandiéndose sin embargo ya se escribe libro de revolución 5.0.

El cuidado de sí forma parte de la ética, como dice Foucault, uno de esos cuidados en el cibermundo es la infoxicación o información toxica que produce aturdimiento y vértigo y que se van produciendo discurso light que abordan tema sin haberlo estudiado, porque esto requiere años y décadas de consagración y dedicación.

La IA, como software virtual, implica un conjunto de valores y comportamientos que envuelven las relaciones sociales fundidas con lo cibernético, por lo que hay que abordar lo ético, lo moral y la relación con el sujeto más allá de todo cinismo.

El cultivar la resiliencia, la creatividad e imaginación en estos tiempos cibernéticos y transidos forma parte de la salud mental del sujeto cibernético que resiste ante los discursos estandarizados de estilo escritural estructurado en chatbots (caso chatGPT).

Ante un panorama convulso se ha de cultivar el pensamiento crítico que viene de la modernidad, de esa parte cuestionadora que hizo frente a la modernización tecnológica basada en las habilidades y que hoy se enseñorea con el conocimiento de la lógica y razonamiento emanado de la IA, para ofrecernos un mundo y cibermundo en llamas, con exhibiciones de drones y armamentos nucleares como estándar de guerra y ciberguerra entre Rusia – Ucrania- Estados Unidos y parte de Occidente .

Sin dejar de reconocer la importancia que tiene la innovación y los cambios tecnológicos de esta tercera década del siglo XXI para el bienestar social, no podemos dejar que estos nos cubran con un aire tóxico de cinismo caracterizado por sarcasmo, superficialidad y mezquindad.

El cinismo pretende escudarse del enfoque filosófico para destruir la filosofía, pretende negar que la ética inventada por los filósofos entra en el campo de la filosofía de la tecnología, de la inteligencia artificial, de todo lo que el cibermundo en cuanto sistema social, político, económico, educativo y cultural, atravesado por todo lo que es el poder de control virtual.

De ahí que algunos sujetos que no son nadie de repente se crean expertos en ética, sin haber dedicado parte de su vida al ejercicio de este saber tanto práctico como teórico. Lo terrible de todo es que opinan sobre áreas como la ética de la inteligencia artificial, solo porque en el mundo cibernético es un tema de tendencia o de actualidad global en las redes sociales.

Si las redes sociales se caracterizan por que los sujetos cibernéticos digan todo lo que tienen que decir, con la entrada acelerada de los chatbots estos sujetos están escribiendo lo que tienen que escribir en los medios tradicionales de información, los espantoso de esto es que están escribiendo como si fuese experto en cierta área del saber, que solo se consigue con los años de investigación, producto de la experiencia en la temática y no con la posexperiencia virtual, al margen de toda compresión crítica de la cultura-lengua-sociedad.

La entrada en escena de estos chatbots impacta en la ciberpolítica y las empresas, que son caldo de cultivo del sujeto cibernético cínico, el cual ama lo instantáneo, lo acelerado, sin importarle los valores éticos que son los que le dan sentido a la existencia.

La vida de estos sujetos va por lo vicioso no por lo virtuoso, sabe más de precio que de valores, las relaciones amistad, de amor la envuelve en el precio, en una visión tecnológica como instrumento, y en lo light, despreciando el valor. Ya Oscar Wilde, llegó a escribir a finales del siglo XIX la obra de teatro El abanico de Lady Windermere (2016), en la que puso de manifiesto lo que era el cinismo en la sociedad británica.

Ese cinismo evidenciado por Wilde forma parte de su espíritu crítico el cual no tiene que ver con época y modernización social y tecnológica, sino con valores contra la hipocresía y las murmuraciones. En esa obra de teatro, sale a relucir qué es un cínico; es un hombre que sabe el precio de todo e ignora el valor de nada. Para el cínico, lo importante son los resultados, maximizar el rendimiento sin importar valores en el cibermundo.

Contra ese enfoque escritural de rendimiento, razonamiento lógico y algorítmico de la IA, se ha de apostar por los sentimientos, el conocimiento, la formación, no por simples datos e información; ante todo apostar por la vida auténtica como bien lo reflexionaba Ortega y Gasset, que se incline por el amor y la amistad, porque de lo contrario el egoísmo, la complicidad, la falta de ideales y las inclinaciones por el interés de las cosas, de las cibercosas seguirán corroyendo la convivencia social.

Por consiguiente, el cinismo en política se inclina por la corrupción no por la justicia social, desprecia la función pública ética y se regocija con la impunidad, va por todo acto de guerra y ciberguerra no por la paz, fomenta el resentimiento y el odio no los sentimientos de ternura y de solidaridad humana.

El combatir el cinismo es ir contra los que razonan con los criterios de la IA en cuanto a que esta va a sustituir a la inteligencia humana, sin comprender que esta será copiloto en el ámbito de lo que es la cibernética, ya que el verdadero piloto es el sujeto, un individuo viviente que articula el lenguaje y el pensamiento en lo social.

La ética no se puede asumir como adorno o como si fuese un enjuague bucal, que se utilizaría para higienizarse la boca, con el objetivo de mitigar los alientos desagradables que salen de ella cuando descalifican sin argumento al otro. Los resentidos, los viciosos y los que viven de chanchullos, como el caso de los cínicos que son los protagonistas de estos tipos de enjuague.

El sujeto cibernético ético va por la autoética (Morin, 2006) desbrozando toda moralina que causan bacterias que no se curan con enjuague bucal utilizado por almas cínicas atormentadas, de esas que carecen de estrategia cibernética más allá de la tecnología, como instrumento o herramienta social, vaciada de conocimiento, reducida al dataísmo y a la mera información.

Este sujeto ético va más allá de lo que es el cinismo y trata no solo de reflexionar sino de autoreflexionar, no solo de evaluar sino de autoevaluarse, conocer lo que se conoce, de comprender, y en el ejercicio de la comprensión, el pensar- escribir con la manía de corregir, porque lo importante es la construcción de un discurso cargado de sentido, de orientación de vida, no de muerte. El sujeto cibernético ético no es algo dado, sino que se va haciendo en su diario vivir, sin pretender imponer verdades, más bien, fijar posiciones sobre el mundo y el cibermundo.