“Lo que llamamos “modernidad” no es solo un tiempo histórico, sino un modelo social. De hecho, hay enormes espacios geográficos que no han ingresado a la modernidad”. (Fabio José Quetglas: Deconstruir el Populismo).
Aquel concepto, categoría, de burocracia, creado por el insigne sociólogo y economista alemán Max Weber, cuando planteó la trilogía de liderazgo: tradicional, carismático y racional, al hacer hincapié en el liderazgo racional, la abordó como el conjunto de procesos y procedimientos administrativos para alcanzar un objetivo, una meta. La burocracia sería la base de la meritocracia, donde las personas accederían a los puestos por concursos, por sus competencias. Serían evaluados y promovidos en la administración pública, merced a una clara diferenciación de división del trabajo, decantando la impersonalidad.
Hoy, podemos decir que, en una administración pública en un Estado, el primer eslabón de una democracia de calidad es contar con una burocracia de calidad. En un Estado moderno el despojo político no existe como asalto al acceso a los cargos públicos. Algunas personas me preguntan cómo la actividad política en la sociedad dominicana, a pesar de la involución del sistema de partidos, de la esclerosis múltiple que los caracterizan, alrededor de un 30-35 % tiene determinada inclinación por uno de los 29 partidos reconocidos por la Junta Central Electoral.
Las respuestas, como hipótesis: a) Los miembros de los partidos tienen como escenario que si su organización partidaria gana, pueden llegar a trabajar en la Administración Pública, independientemente de sus competencias; b) La elite política que llega al poder, utiliza la Administración Pública como el caldo más expedito del clientelismo y el radar más expansivo en la búsqueda de adhesión electoral; c) Llegar al poder significa la cooptación y captación más segura de mantener en el redil a más personas a su alrededor; d) Al darse la crisis de las ideas, de las propuestas, de los debates, la partitocracia desconfiguró, desdibujó a la ciudadanía, vía el clientelismo, en sus distintas dimensiones, hasta llegar a la más cerril: las dádivas; e) La partidocracia dibujó el yo te doy, destruyendo la visión de un Estado moderno: el derecho a tener.
Todo ello explica por qué a partir del año 2000, el Estado dominicano, en su configuración organizacional, se convirtió en un gigantismo, un Estado macrocefálico. Para el 2014, conforme al Estudio de Participación Ciudadana denominado: “Estructuras del Estado Dominicano. Hacia una renovación pertinente”, contaba con 4,764. El tamaño del Estado se verifica del siguiente modo:
- Tenemos un empleado por cada 9 habitantes.
- Contamos con un empleado por cada 6 electores que conforman el padrón electoral.
- Actualmente tenemos 4.7 millones de empleados. 2.5 millones corresponden al empleo informal, para un 56%. Solo 2.2 millones de empleados son formales, para un 44%. De los 2.2 millones de empleos formales, 720,000 forman parte de la Administración Pública, para un 32.7%. (Elemento clave, para entender por qué los partidos políticos mutan).
- República Dominicana, con 48,442 km2, cuenta con dos Cámaras, somos bicameral: 190 diputados más 20 diputados al PARLACEN; 32 senadores, 158 municipios con sus alcaldes y 238 distritos municipales.
Cabe destacar que, en una gran parte de las instituciones de los anteriores gobiernos no existía objetivamente la transparencia de la nómina pública. En algunos casos había: a) Nóminas en el portal de acuerdo a la Ley de Libre Acceso a la Información Pública: 200-04; b) Nóminas, sin acceso, de los compañeros del partido; c) Nóminas que cobraban funcionarios. Esto es, tenían, por ejemplo: una nómina de 100-200 personas, esa gente no sabía que ellos “formaban” parte de esa institución. La nominilla era para 3 a 7 funcionarios. Execrable, inmoral, ilegal, ilícito, fuera de toda contemplación de la ética.
No obstante, todo lo expuesto, donde la sangría se derramaba sin control es cuando visualizamos la macrocefalia territorial y el número de ministerios. Para ello, hemos querido realizar una comparación con varios países, para entender la gravedad de la macro estructura del Estado dominicano y la necesidad de su renovación. Veamos:
- República Dominicana tiene 48,442 km2. 11.3 millones de habitantes y tiene 23 ministerios.
- Argentina cuenta con 18 ministerios. Tiene 45 millones de habitantes y una superficie de 2, 780,400 km2, esto es, 57 veces más grande que nuestro territorio y 4 veces más que la población.
- Chile: Cuenta con 23 Ministerios y 20 millones de habitantes y 756,700 km2.
- Costa Rica, s tiene 8 ministerios, una superficie de 51,100 km2 y 5, 200,000 habitantes.
- Panamá cuenta con 16 ministerios, 4, 500,200 habitantes y 75,320 km2.
- Guatemala tiene 24 ministerios, 108,889 km2 y 18, 607,184 habitantes.
- Honduras tiene 5 ministerios y 18 secretarias, cuenta con 10, 221,256 habitantes y 112,492 km2.
- España cuenta con 18 ministerios, 47, 615,034 habitantes y 505,990 km2.
- Francia 15 ministerios, 67 millones de habitantes y 643,801 km2.
- Uruguay 14 ministerios, 3.3 millones de habitantes y 176,220 km2.
Conviene observar que de los 23 ministerios que contamos, 7 fueron creados a partir del año 2000 (Mujer, Juventud, Cultura, Viviendas, Medio Ambiente y Recursos Naturales, Educación Superior y Energía y Minas). Precisamente, a partir del año 2000 se entronizó en el Estado dominicano el POPULISMO como corriente, no como ideología sino como pragmatismo salvaje. El populismo, que trae su nombre desde el Siglo XIX, acusó en América Latina a partir del Siglo XX, de manera específica en el umbral de los años 30, confluyó en la ruptura o la visión de una sociedad tradicional a una moderna y con ello, de nuevos actores sociales y políticos a la dirección del Estado. Hoy, no podemos contener su definición ni sus límites ni fronteras. Adquiere diversos matices y ramificaciones.
Lúcido sería mencionar ejemplos: cuando precandidatos señalan que necesitamos llevar a la administración pública más compañeros de su partido, eso es populismo. Cuando un pre candidato rubrica que estamos en presencia de un gobierno de blancos, en medio de una sociedad con un 80% de mulatos. Cuando otro precandidato te dice que estamos en presencia de un gobierno de “Popí”, eso es un populismo descarnado porque cualifica y filtra el resentimiento social. Cuando un candidato solo te habla de Haití y nos dice que hay tres millones de haitianos, está apelando a un populismo xenófobo, aporofóbico, hundiéndose en los escalpelos más profundos emocionales, en la cuneta de lo meramente instintivo y provinciano.
Cuando vemos que hace 3 años, en el Consulado de Nueva York, habían asignados 85 vicecónsules, que luego llegarían a 45 con la división del PLD en octubre de 2019 y hoy hay 7. Estábamos en presencia de un populismo clientelar, merced a una corrupción obscena y desgarrante. Lo mismo con haber tenido desparramado por todo el país a cientos de empleados nombrados de la Cancillería. Lo mismo sucedía desde el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo con empleados en cuasi todas las provincias, antes del 2016.
Como nos dice Laura Chinchilla, Ex Presidenta de Costa Rica, en la celebración del 75 aniversario del Caribe y 25 de CDN “Que el surgimiento de regímenes populistas en América Latina es la consecuencia de malas prácticas, las desviaciones y la falta de liderazgo democrático, lo que cuesta muchísimo reconocerlo”. En República Dominicana no nos encontramos frente a un populismo autocrático, aunque en el interregno 2016-2020 el deterioro de la democracia acusó un vértigo vertiginoso.
Cientos y cientos de “comunicadores” a lo largo y ancho de todo el territorio nacional, visibilizaban noticias que eran importantizadas y jerarquizadas desde el Palacio Nacional. Tenían que diseñar un “Periódico digital” donde se le pagaba, no importa si solo lo veían dos personas. ¡El desgarramiento del populismo vía los bolsillos de los contribuyentes!
Necesitamos, a mediano y largo plazo, rediseñar el Estado dominicano. No construir, como nos dijera Fabio José Quetglas en su libro Deconstruir el Populismo “una consensualidad vacía y la denuncia ruidosa”. Es la puesta en la praxis de un Estado donde prevalezca el imperio de la ley, un Estado regulador y creador de las condiciones generales de la producción y un Estado legitimador por sus acciones y decisiones.
Para ello, ameritamos un nuevo pacto político-social-institucional que posibilite la visión de Marina Mazzucato, de un Estado Emprendedor, que agilice un nuevo modelo económico, más centrado en el capital humano. Como nos señala Pedro Baños “Hay una corriente que propone un capitalismo sostenible, respetuoso con el medio ambiente, que no agote los recursos naturales ni ponga en peligro la supervivencia del planeta. Este capitalismo debería tener en cuenta, además del capital financiero, el valor intangible, el ecológico y el social”.