El 30 de junio de 1922 se concertaba en Washington el Plan de Evacuación Hughes-Peynado entre el gobierno de los Estados Unidos y la contraparte dominicana, liderada por el destacado jurisconsulto Francisco J. Peynado y los representantes de los partidos políticos entonces existentes en el  país intervenido, a saber: Elías Brache Hijo, en representación del jimenismo histórico, Federico Velásquez y Hernández, líder del partido progresista y el general Horacio Vásquez, líder del Partido Nacional.

Por parte de los Estados Unidos, firmó el Plan el secretario de Estado Evans Hughes.

El referido acuerdo fue elevado el 12 de julio de 1924 a Tratado de Evacuación, ratificado por las Cámaras de la República Dominicana. Unos ocho planes precedieron al Plan Hughes- Peynado (Los dos del Dr. Henríquez (1919 y 1921), el Plan Wilson(1921), El Plan Harding (1921),  el Plan Estrella Ureña (1921), el Plan Vásquez(1921), el Plan del Ayuntamiento de Santo Domingo(1922) y el Plan Fiallo( 1922), sin que ninguno llegara a viabilizarse.

Resultado de aquellas controvertidas negociaciones, se produjo la escogencia de Juan Bautista Vicini Burgos como presidente provisional de la República, iniciando su mandato de gobierno el 21 de octubre de 1922 y concluyendo el mismo el 12 de julio de 1924, dando paso al gobierno de Horacio Vásquez, electo ese mismo año.

Aunque no simpatizaba plenamente con los postulados de los nacionalistas que defendían la desocupación “pura y simple” de las tropas interventoras, Rafael Estrella Ureña se opuso abiertamente a las pretensiones del Plan Hughes- Peynado, conocido también como el “Plan Peynado”.

Preciso es significar que en el año de 1920, asistiendo a una conferencia obrera en México, junto al líder obrerista José Eugenio Kundhart, Estrella Ureña, como ya se indicara,  había presentado un plan de desocupación a través de Samuel Gompers, presidente de la Confederación Panamericana del Trabajo.

Hizo públicas sus reservas contra el Plan, mediante telegrama enviado al Listín Diario, a través de la Asociación Independiente de Jóvenes Dominicanos, lo cual dio motivo a que en fecha 21 de julio de 1922 el poeta e intelectual Enrique Aguiar le dirigiera, a través del referido medio de prensa, una carta pública, a modo de “interpelación categórica”, a fines de que explicitara las razones en que sustentaba su posición pública.

En su carta a Estrella Ureña le señalaba Aguiar la atención que le había merecido su protesta, hasta el punto de ser una de las pocas reprobaciones al plan que le interesaba, “… por ser de una persona como Ud., acostumbrada a razonar…” al tiempo de no comprender, las razones por las cuales el notable orador y jurisconsulto se extrañaba “de esta nueva forma de reintegración en la cual el país ha visto, y ha sabido ver, el resurgimiento de sus muertas instituciones”.

Le razonaba Aguiar, además, que:

El movimiento contrario a este plan de liberación, presenta dos aspectos dolorosos, dentro de los cuales no medran sus tendencias políticas ni su desinteresado patriotismo. El primero de estos dos aspectos lo determina una pequeña claque impresionable que obedece por sugestión o por capricho.

 El segundo,  y esto es lo más terrible, es la obra de los enemigos encubiertos de los signatarios del Plan, que prefieren la ocupación americana si no han de obtener una solución que favorezca su propósito de lucro o la probabilidad de ejercer, a su manera, la función gubernativa.

 Por lo tanto, yo quisiera saber, porqué Ud., que no vive arrebatado a opiniones ajenas, y que ha puesto siempre su corazón al servicio de la causa nacional, y que no tiene inquina ni pendencias contra los señores representativos, protesta de este Plan cuya nacional finalidad comprende el ejercicio de nuestra absoluta independencia.

Debo añadirle que, en interés de atinar con una formula salvadora, muchos de nuestros políticos han concertado, de la mejor buena fe, planes tendientes a compaginar el interés yanqui con la aspiración del pueblo dominicano.

Ud. mismo ( y si estoy errado espero escucharlo públicamente presentó un plan, con el asentimiento de la Comisión Nacionalista en Washington, del cual sólo recuerdo los clamores de algunos periodistas que llegaron a conceptuarlo atentatorio a nuestro derecho y desintegrante de nuestra soberanía…Entonces no trataron de agitarse las masas; pero la República impuso el silencio amenazador de su protesta”.

Pecaba Aguiar, en las ponderaciones de su misiva, de ligereza y candidez, como muchos entonces, al preconizar las bondades del Plan Peynado, que en la práctica terminaría validando jurídicamente todos los actos de las fuerzas ocupantes.

Estrella Ureña ofreció respuesta pública a sus inquietudes a través de la misiva  que, tres días después, el  24 de julio del 1922, remitiera al Listín Diario desde Santiago en los siguientes términos:

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El poeta e intelectual Enrique Aguiar en sus años mozos.
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El Lic. Rafael Estrella Ureña manifestó su oposición al Plan Hughes-Peynado en 1922.

 

Santiago, 24 de julio de 1922

Señor

Enrique Aguiar

Santo Domingo

 

Estimado amigo:

 

En estos momentos acabo de leer la carta que Ud. me dirige desde las columnas del Listín Diario, con el carácter de interpelación categórica.

 

No era necesario que su carta tuviera este último carácter para obtener una inmediata contestación a ella, toda vez que, refiriéndose a una cuestión tan trascendental para la República, ningún ciudadano tiene el derecho de silenciar contestaciones necesarias, no ya solamente en el caso en que la amistad impone también este deber, sino aún en el caso de que la interpelación proceda de un individuo al cual no nos ligue afectos ni amistad.

 

Razón tiene Usted al afirmar que ninguno de los aspectos dolorosos que Ud. indica, pueden influir sobre mis tendencias políticas y mi labor patriótica. Es decir, sobre esto último solamente, porque en la actualidad no me considero ligado a ningún hombre, donde quiera que este se encuentre, porque entiendo que en las actuales dolorosas circunstancias de esta negra ocupación, no debe existir más que el pueblo dominicano compacto y unido en la defensa de sus derechos.

 

Es cierto que, a nuestro regreso de la Ciudad de México, donde realizamos la labor patriótica que ya todo el mundo conoce, nos detuvimos en la ciudad de Washington, por expresa invitación del compañero Don Samuel Gompers, Presidente de la Confederación Panamericana del Trabajo.

 

Nosotros enviamos a este Compañero un Memorándum para que él, de acuerdo con el Presidente Wilson, discutiera las bases de un Plan de Desocupación de la República Dominicana que no conllevase ningún peligro para la soberanía nacional.

 

De modo, pues, el Compañero Kunhardt y yo, no presentamos un PLAN al gobierno americano; nosotros, simplemente, presentamos al compañero Gompers, el programa que debía servir de base para sus conversaciones con el Presidente Wilson.

 

En ese MEMORANDUM nosotros no propusimos jamás la concertación de un Tratado previo a la Desocupación. Solamente puede aducirse contra la fórmula de ese MEMORANDUM, que ella no corresponde, exactamente, a la fórmula de la desocupación PURA y SIMPLE. Nosotros así lo hemos entendido también.

 

Por eso, nosotros no lo hemos defendido jamás contra ninguna crítica, y no hemos hecho de él una obra de amor propio para tratar de imponer nuestra voluntad al Pueblo Dominicano.

 

Mi actitud frente al Plan Hughes- Peynado está basada en los siguientes motivos:

 

Primero: El Plan Hughes-Peynado prevé la concertación de una Convención o Tratado previo a la desocupación.

 

Yo entiendo que esta Convención implica para la República Dominicana el reconocimiento, la legalización del hecho de la Ocupación.

 

Segundo: El Plan Hughes-Peynado validará algunas Órdenes Ejecutivas que son profundamente peligrosas para el porvenir económico del Pueblo Dominicano.

 

Una de estas Órdenes Ejecutivas es la que estable un Impuesto sobre la Propiedad y sus mejoras.

 

Yo no tengo que extremar razonamientos sobre los efectos desastrosos que esta Orden Ejecutiva ha producido en el bloque de la riqueza nacional.

 

La prensa del país ha hecho una crítica minuciosa sobre la trascendental cuestión, a esa crítica remito la conciencia y la razón del buen amigo que me interroga.

 

Además, debemos tener en cuenta que la validación de la Orden Ejecutiva que establece el impuesto a la propiedad y sus mejoras, conllevaría la validación automática de todos los actos de embargos ya hechos sobre más de un 70% de la propiedad dominicana.

 

Horroriza pensar que la validación de las Órdenes Ejecutivas que hayan creado derechos en favor de terceras personas, legalizará el despojo de esas propiedades embargadas que con la perspectiva de la validación de esos actos, harán posible la subasta por parte del Gobierno Militar y la adquisición de ellas por particulares en el interregno de la firma de la Convención hasta que el Gobierno Constitucional Dominicano, pudiera derogar las leyes en virtud de las cuales esas ventas son realizadas.

 

Yo quiero suponer que ningún dominicano será capaz de arrebatarle a un ciudadano el fruto de su trabajo y de sus desvelos. Pero, ¿Esta seguridad podríamos tenerla de los extranjeros que conviven con nosotros, o que esta perspectiva halagadora pudiera atraer?

 

Al mismo tiempo, ¿Cuál será la suerte de los laboriosos habitantes de las Provincias de Azua y Barahona que han sido víctima del secuestro de las aguas del Yaque del Sur y de sus afluentes?

 

Es muy doloroso admitir que para favorecer los intereses de la Barahona Company, pulpo del capitalismo americano en Santo Domingo, que amenazara convertir aquellas regiones en tierra de infelices peones, tengamos que condenar a la muerte y a la ruina a todos esos compatriotas a quienes debemos defender con todas las fuerzas de nuestro espíritu, como deber ineludible de solidaridad nacional.

 

Además, los derechos adquiridos que tienen las grandes Corporaciones Azucareras en la República, en virtud de la ley de Tierras, serían legalizados y aceptados como buenos y válidos. Yo soy contrario a esta validación, porque yo tengo al respecto el mismo criterio sustentado por el notable jurisconsulto Dr. Francisco J. Peynado, cuando en su luminoso informe al Coronel Lane, Oficial Encargado de la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública, la calificó de ley expoliadora de los derechos del propietario dominicano.

 

Tercero: Yo combato el Plan Hughes-Peynado, porque establece una extensión de la Convención de 1907, y que colocó a la República Dominicana en la condición internacional que dio el pretexto a los Estados Unidos de Norte América para realizar la ocupación; y porque deseo ardientemente, que ni por ese instrumento internacional ni por el nuevo que se quiere concertar, los Estados Unidos, sustentando interpretaciones acomodaticias a su intereses…y con la amenaza y  el peligro de sus cañones, puedan perpetrar en el futuro nuevas Ocupaciones del territorio nacional.

 

Cuarto: Estoy contra el Plan Hughes-Peynado, porque la MISION MILITAR subsiste, desde el momento mismo en que los oficiales que comandan la Policía Nacional Dominicana, son oficiales americanos destacados del Ejército de Ocupación.

 

De modo, pues, que tal como lo declara el Sr. Don Federico Velásquez al Listín Diario de fecha 22 de este mes y año No. 9956, los oficiales americanos de la Policía Nacional Dominicana, como los demás empleados públicos, no podrán ser sustituidos por el Gobierno Provisional.

 

En cuanto al Gobierno Constitucional, digo yo, podrá solamente sustituir a los empleados públicos que no estén prestando sus servicios en virtud de un Contrato validado por la ratificación de la Orden Departamental que la haya originado.

 

 

 

Y como, los oficiales americanos prestan sus servicios en virtud de Contratos que han producido en su favor derechos adquiridos, y estos serán reconocidos por la validación de la Orden Ejecutiva o Departamental creadora de esos derechos, es lógico afirmar, que la MISIÓN MILITAR subsiste, desde el momento en que el comando de las fuerzas de la Policía Nacional Dominicana, está en manos de oficiales americanos, y estará por todo el tiempo previsto en estos Contratos, que puede ser mucho después de iniciado el Gobierno Constitucional de la República.

 

Tales son, algunas de las razones, mi estimable amigo, que me han inducido a combatir sin prejuicios, sin odios, y sin malas artes, la obra de los representativos dominicanos, por considerarla profundamente peligrosa para el porvenir de la República.

 

Rafael Estrella Ureña

 

¡Cuántos tropiezos, contradicciones y vaivenes vendrían después en la atormentada y compleja existencia de Estrella Ureña, pero en ese entonces, cuando escribió aquella carta memorable, vibraban aún sus convicciones bajo el patriótico influjo del notable civilista Santiago Guzmán Espaillat, asesinado diez años antes, quien le consideró su discípulo más aventajado y le hizo legatario de su testamento político.