Un articulista muy conocido de un medio de comunicación y durante un desayuno en Garnier, con un rico café y un croissant, me dijo “ME HARTÉ DE OÍR, VER Y HABLAR LAS MISMAS PENDEJADAS CADA DÍA”.

“Que la basura se acumula, que los cortes de energía son un desastre, decenas de comunidades y barrios reclama acueductos, luz y pavimentación, las cárceles están sobrepobladas, no hay señalización de tránsito y los accidentes son comida diaria, los tapones nos tiene de rodillas, los semáforos colapsan, las cuencas hidrográficas se contaminan, deforestan áreas protegidas, la educación jodida por un sindicato politizado y unos maestros mediocres, demanda de más hospital y medicamentos, las casas de apuestas ya casi superan a los colmados, farmacias y gasolineras juntas, nadie respeta la ley y no hay castigo a los infractores.

Terminó con esa palabra de descargo emocional “Cooooooño, cuántas vainas que nos hacen dudar si la democracia vale la pena. Por ello, pienso seguir a los tres monos sabios: NO HABLAR, NO OÍR Y NO VER”.

Mi respuesta al querido amigo fue que eso era contrario a lo que debía hacer ya que tenía que hablar más alto, ver más allá y oír todas las voces, ya que debemos aprovechar al máximo la libertad que tenemos para expresarnos, la democracia en la vivimos para no tener miedo y la esperanza de que todo siga mejorando a pesar de las quejas y demandas de la gente que nunca se acabaran.

Y sobre esto quiero decir lo siguiente. En un país con un déficit educacional alto es difícil que los problemas al que mi amigo se refería pudieran resolverse.

Por ejemplo, la basura. ¿Qué gobierno tiene capacidad de resolver ese problema cuando muchos ciudadanos la tiran en las calles, en las cañadas, en solares baldíos, en las playas y desde cualquier medio de transporte?

Sobre la energía. ¿Qué país del mundo puede suplir energía continua a todos los hogares cuando 800 mil de ellos no la paga y grandes consumidores se la roban?

Los accidentes no ocurren por la falta de señalización sino por el salvajismo de conductores borrachos e irresponsables.

Sobre los tapones, el único responsable son los conductores. No respetan los semáforos, se parquean donde les da la gana, doblan donde está prohibido (aunque hay letreros grandes que te lo indican), motoristas suicidas te rodean en cada esquina, autobuses que son Kamikazes y no faltan unos cabrones que doblan en U donde es imposible, creando el caos.

Y si hablamos de deforestación o protección de las cuencas, la única solución es matar en el acto a los depredadores.

Es cierto que las familias pobres y de clase media merecen mejores servicios públicos del Estado.

Pero en esa misma medida no quieren que nada cambie. No quieren que modifiquen la Constitución, hablar de reforma fiscal es el apocalipsis, se oponen a la reforma de un estado petrificado y financieramente insostenible, la privatización de empresas públicas ineficientes, es traición a la patria, la reforma al Código Laboral eliminando la cesantía, viola el derecho de los trabajadores, nadie quiere pagar luz, agua ni basura, si suben el ridículo peaje de 60 pesos para mejorar el mantenimiento de las vías, se arma un escándalo, la evasión fiscal es de un 40% de lo que se recauda y quieren que todo se soluciones por arte de magia.

Hay una profunda frustración con las situaciones cotidianas que aquejan a nuestro país, pero también hay una la gran falta de voluntad colectiva para el cambio.

Y EN LA EDUCACIÓN ESTÁ LA RESPUESTA, SIN OBVIAR QUE UN CAMBIO DE PARADIGMA EN NUESTRO MODELO DE DESARROLLO ES IMPOSTERGABLE.