¿Por qué ocurren las guerras? ¿Cuál es su naturaleza, y qué relación se les atribuye con la condición humana? ¿Qué grado de asociación guardan con la gestión política? ¿Es moral o inmoral hacer la guerra? ¿Cuándo y bajo qué condiciones y principios se las justifica?

La reflexión filosófica explora respuestas fundamentales a preguntas abstractas y conceptuales sobre la realidad, el conocimiento, la moral y otros aspectos subyacentes de la condición humana; empleando como herramientas, la razón y el análisis crítico.

Desde sus fases iniciales, la filosofía se ha enfocado en desentrañar el porqué de las guerras. En des-cubrir la la causa esencial, razón o sin razón de los tiempos bárbaros a ellas asociados. Un lugar común ha sido el establecimiento de la asociación intrínseca con la naturaleza humana misma. La guerra es esencialmente un resultado derivado de la esencia humana.

Que hablen los filósofos.

El primero en desarrollar un pensamiento filosófico sobre la guerra fue Platón (427-347 a.C.); que, en su obra “La República”, concibió los conflictos bélicos como cosa natural, necesaria para defender el ideal de la “ciudad-estado”, preservar la justicia y defender la paz dentro de la comunidad. Concibió (sin llegar a desarrollar) la noción de la “guerra justa”, estipulando que todo emprendimiento bélico debe estar previamente justificado; y esa justificación debe basarse, necesariamente, en la búsqueda de la justifica y la paz.

El punto central de la reflexión platoniana es que, la guerra es un medio necesario para mantener la armonía y la estabilidad social, y para preservar valores fundamentales como la paz y la justicia, los valores de su justificación.

Más prolífico en la reflexión fue Aristóteles (384-322 a.C.); que, en “La Política” y en “Ética a Nicómaco”, enfocó sus disquisiciones y proposiciones de filosofía política en términos de i) la guerra como “último recurso”; que puede ser justificada si y sólo si han fracasado todos los medios pacíficos disponibles para resolver los conflictos. Concebía que, siempre y en todo lugar, la paz y la armonía son preferibles a la guerra.

Asimismo, ii) la justicia, antes que nada: la guerra se justifica si y sólo si el objetivo es la defensa de la justicia y el bien común. Concebía que una guerra injusta (en el sentido de negación de justicia) es inaceptable. También, iii) la ética en la guerra: incluso en las guerras, las acciones deben regirse por la ética. Tanto los soldados combatientes como los líderes y mandos han de regir sus acciones y decisiones atendiendo a determinados principios de moral y ética. Y iv) la paz como objetivo: En esencia, el pensamiento aristotélico fue una abogacía a favor de la paz y la cooperación; de una vida en armonía, en comunidad; y de la promoción de la virtud y la felicidad en la “ciudad-estado”, en la sociedad. En el fondo, Aristóteles fue un crítico que cuestionó la moralidad de la guerra en su sociedad, la de la antigua Grecia.

En “Historia de la Guerra del Peloponeso”, Tulcídedes (460-395 a.C.) ofrece su reflexión sobre el porqué de las guerras, poniendo de relieve el realismo político de su pensamiento filosófico. Reflexiona sobre la influencia de intereses egoístas y sobre la naturaleza humana como determinantes de los conflictos bélicos. En estos términos, concibe que la guerra es una consecuencia inevitable de la competencia y el poder; y que, a menudo, la moralidad de la guerra es eclipsada por la necesidad de sobrevivir y prevalecer en un mundo conflictivo. Para Tulcídedes, la guerra es el resultado que deviene de factores humanos y políticos. Su concepción ha sido un legado de influencia perdurable en las relaciones internacionales.

Asimismo, en “El Príncipe”, Nicolás Maquiavelo (1469-1527 d.C.): diplomático, funcionario, filósofo político y escritor italiano; considerado el padre de la Ciencia Política moderna. Maquiavelo es pragmático y realista. Concibe la política y la guerra como intrínsecamente relacionadas. Razona que la política y la guerra son herramientas necesarias para el ejercicio, la consolidación y la preservación del poder. En estos términos, los gobernantes (los líderes, el Príncipe) han de ser gente dispuesta a utilizar cualquier medio necesario, incluido la guerra, para mantener y consolidar el poder; han de ser individuos astutos, flexibles y capaces de tomar decisiones drásticas e impopulares, la guerra incluida, con tal de preservar el control político, y garantizar la supervivencia y el éxito de su gobierno.

Su enfoque no se centra en la moralidad, sino en la eficacia y la estabilidad del poder. Concibe la noción de la “razón de estado” para significar que, las decisiones políticas, incluida la guerra, deben basarse en situaciones concretas y en los intereses nacionales, más que en principios éticos abstractos.

Otro notable fue Erasmo de Rotterdam (1466-1536 d.C.): filósofo humanista, filólogo y teólogo cristiano holandés; que, en “Elogio de la Locura” (Encomium Moriae), a modo de sátira y crítica social, aportó su visión sobre los asuntos humanos, incluyendo la guerra y la política. Para Rotterdam, la guerra es no más ni menos que, una manifestación extrema de la locura humana; una derivación de impulsos capitales como la codicia, la ambición y la sed de poder.

Desde esta perspectiva, hace abogacía por la paz y la moderación, poniendo por delante su visión de un mundo más sensato, pacífico y humano. Así, su visión filosófica se sumó a la tradición humanista. Su abogacía fue a favor del uso de la razón y la moderación en la gestión de los conflictos bélicos. Fue un crítico de los excesos humanos tanto en la gestión política de las guerras como en los combates mismos.

Asimismo, Thomas Hobbes (1588-1679), en “Leviatán”; en que, reflexiona sobre la guerra y la política en el contexto de su teoría del “contrato social”. Hobbes argumenta que, en su estado de naturaleza, sin un gobierno central que imponga leyes y reglas, la vida humana es “solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”. Concibe que en ese “estado natural”, la competencia, la desconfianza y la guerra son la constante en la vida de los humanos. Para evitar el estado de caos y conflictividad permanente, postula la necesidad acordar un “contrato social implícito”, mediante el que los individuos renuncian a algunos de sus derechos en función de la autoridad suprema del “Leviatán” (el príncipe, el gobierno, el estado); mismo que, a través de su autoridad, tiene la facultad y autoridad de controlar y regular a la sociedad, evitando la guerra constante.

El núcleo de su pensar es que, la política, en forma de gobierno central fuerte, es esencial para prevenir la guerra y el caos; pues en su estado natural, los humanos son seres predispuestos a luchar y competir por sus intereses individuales.

Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900), filósofo existencialista, desarrolló sus reflexiones (cortas, pero influyentes) sobre la guerra y la política. En su obra “Así habló Zaratrustra”, cuestionó las estructuras morales tradicionales y sus efectos en la política y la guerra. Para el filósofo, filólogo, músico y poeta alemán, la guerra y la política son procesos y situaciones intrínsecamente relacionadas con la voluntad de poder; la cual, concibe como una fuerza motriz consustancial a la naturaleza humana.

En estos términos, entendía que las sociedades humanas son impulsadas por la competencia y el deseo de poder; de lo que derivan los conflictos y luchas por el dominio y el control. Asimismo, concibe que, más que intrínsecamente negativa, la guerra es una expresión de la vitalidad y la energía humanas. Sin embargo, advierte sobre el peligro de la agresión y la opresión desmedida en función de la búsqueda del poder.

Otro insigne fue Immanuel Kant (1724-1804): filósofo prusiano de la Ilustración; el primero y máximo representante del criticismo y precursor del idealismo alemán. En su obra “La paz perpetua”, desarrolló su teoría respecto de las guerras y la política. El planteamiento central de su filosofía es que, la paz perpetua es un objetivo alcanzable mediante la aplicación de tres principios racionales y morales en la esfera de las relaciones internacionales y la política, a saber: i) Principio de República Democrática: en que, la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas lleva a que las sociedades sean menos propensas a entrar en conflictos con otras repúblicas democráticas; esto, suponiendo que, la democracia promueve la rendición de cuentas y la transparencia, reduciendo la probabilidad de guerras.

Asimismo, ii) Principio del Derecho Internacional; en que, aboga por la necesidad de un derecho internacional basado en la igualdad y el respeto mutuo entre las naciones. Implica el establecimiento y respeto de tratados y acuerdos, así como la renuncia a la guerra como instrumento de política nacional; también, iii) la Federación de Naciones: en que, propone la creación de una federación de naciones o una “Liga de Naciones” que sirva de árbitro imparcial para resolver disputas internacionales y mantener la paz.

Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), en: “Lecciones sobre la Filosofía de la Historia” (Vorlesungen über die Philosophie der Geschichte), explora la dialéctica de la guerra y la historia, y examina la estrecha relación entre la historia, la política y la guerra. Para el filósofo más notable del idealismo alemán (merecidamente catalogado como “la conciencia de la modernidad”), la historia es un proceso dialéctico en el que, la lucha y el conflicto juegan un rol esencial en el desarrollo de las naciones y la realización de la libertad.

Para Hegel, la guerra es un elemento natural en la política y en la historia; correspondiendo al estado (los estados) regular la guerra y el progreso hacia una sociedad más avanzada y libre. En estos términos, concibe que i) la guerra es inherente a la política y al proceso histórico: con todo y su naturaleza destructiva, es herramienta mediante la que, las naciones buscan el reconocimiento mutuo y la afirmación de la propia identidad. Las guerras son catalizadoras del cambio y el progreso en la historia.

Asimismo, ii) el estado, mediador y gestor de las guerras y la política: hace abogacía por un estado fuerte, adecuadamente habilitado para mediar y gestionar conflictos (nacionales y entre las naciones); y iii) del propósito teleológico: Hegel postula que historia se dirige hacia un fin, que es la autorrealización del ser, el logro de la libertad. En su perspectiva, la política y la guerra son parte del proceso de la autorrealización de la historia y de la esencia humana. Es el proceso de realización de la conciencia. El devenir de la hominización.

Otro notable es Arthur Schopenhauer (1788-1860), considerado como uno de los filósofos más brillantes del s. XIX; el máximo exponente del pesimismo filosófico, y el de mayor importancia en la filosofía occidental. En su obra “El mundo como voluntad y representación”, realizó dilucidaciones clave sobre la guerra y la política.

En estos términos, i) desarrolla desarrolló sus reflexiones sobre la voluntad de vivir y la agresión humana en medio de la guerra. Para él, la guerra es un reflejo de la voluntad de poder y la lucha por los recursos, que son impulsos inherentes a la naturaleza humana. Concibe que la guerra es una manifestación de la irracionalidad y la agresión, elementos también consustanciales a la condición humana. Asimismo, ii) Schopenhauer cuestiona la política y la sociedad, argumentando que la competencia y la lucha por el poder son elementos esenciales de la política. Concibe a ésta, como una extensión de la lucha constante de la voluntad individual por la supervivencia y la dominación.

Otro planteamiento relevante es el Karl Jaspers (1883-1969), psiquiatra y filósofo existencialista, de nacionalidad alemana y suiza; que, en “La cuestión de la culpabilidad”, enfoca como cuestión central la responsabilidad ética y existencial de los individuos en un mundo marcado por conflictos y decisiones políticas cruciales. En estos términos, i) pone de relieve la importancia de la conciencia moral y la toma de decisiones éticas en contextos políticos convulsos, particularmente en tiempos de guerra y crisis. Asimismo, ii) argumenta la idea de la “culpa política”, estableciendo que los individuos tienen la responsabilidad de cuestionar y tomar decisiones éticas fuente a la política y la guerra. Esto, basado en la noción de que, en momentos turbulentos, es esencial que las personas no se limiten a seguir las órdenes o ideologías políticas ciegamente, sino que reflexionen sobre las implicaciones éticas de sus acciones y posiciones. En sí, es una proclama contra la indiferencia y a favor de adoptar una actitud humana, compasiva, empática y responsable.

Mohandas Karamchand Gandhi: Mahatma Gandhi (1869-1948), fue un pacifista, político, pensador y abogado hinduista indio. Un hombre de convicción, reflexión, actitud y acción. Un defensor de la resistencia no violenta que lideró el movimiento de independencia en su país (la India). Abogó por la resistencia no violenta como medio para lograr el cambio social y político. Concebía que la violencia y la guerra eran inmorales y contraproducentes para la búsqueda de la justicia y la libertad.

Su método de lucha fue la desobediencia civil no violenta, la no cooperación y la resistencia pasiva como estrategias para enfrentar la opresión política y colonial. Su planteamiento central es que la resistencia no violenta es un camino ético y efectivo para abordar los problemas políticos y sociales, en contraposición a la violencia la guerra. Su lucha por la independencia de la India contra el Raj británico estuvo basada en estos principios. Dejó huellas imborrables y un legado perdurable, que se reflejan en la política y los movimientos sociales no violentos en todo el mundo.

Hannah Arendt (1906-1975) fue una escritora y teórica alemana, nacionalizada estadunidense; considerada una de las filósofas más influentes del s. XX. En “Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal”, aborda la relación entre la guerra y la política desde una posición crítica y filosófica. Su reflexión se centra sobre la banalidad del mal y la importancia de la responsabilidad individual en contextos políticos de conflictividad extrema, y sobre la violencia política. En su análisis enfoca cuestiones sobre i) cómo en situaciones de guerra y conflicto, las personas pueden realizar actos crueles e inhumanos de manera aparentemente banal, como parte de estructuras políticas y sociales. Asimismo, ii) destaca la importancia de la responsabilidad individual y la necesidad de pensar críticamente en las consecuencias éticas de las acciones políticas.

Asimismo, en “Los orígenes del totalitarismo”, Arent iii) explora las dinámicas políticas subyacentes a los regímenes totalitarios, y sobre la violencia sistémica. Una tesis central en su pensar es la comprensión de cómo el poder político puede llevar a la deshumanización.

Albert Camus (1913-1960) fue un novelista y ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés, nacido en Argelia. En “La Peste”, y bajo la influencia de razonamientos filosóficos de Schopenhauer, Nietzsche y del existencialismo alemán, exploró y desarrolló sus concepciones en torno a i) la idea de la absurdez de la vida humana en un mundo marcado por la violencia y el conflicto; sugiriendo que la guerra es una manifestación de esa absurdez y de la desconexión entre los seres humanos y sus acciones.

Asimismo, ii) examina cómo la guerra y la enfermedad como metáforas de la dolencia humana, en tanto que pueden exponer la lucha de la humanidad por encontrar sentido en un mundo aparentemente indiferente. En su enfoque teórico de la absurdidad, destaca la importancia de la resistencia contra la injusticia, y refleja su posición ética y crítica a la violencia y a la opresión.

Otro notable pensador es Noam Chomsky (1928 -): lingüista, filósofo, politólogo y activista estadounidense de origen judío. Es profesor emérito del MIT. Un crítico feroz de la intervención militar, del imperialismo y de la opresión relativa a la política global estadounidense. En la obra “Los guardianes de la libertad” (Manufacturing Consent: The political economy of the mass media), del que es co-autor, desarrolla su pensar sobre la relación entre la guerra y la política.

Entre otros planteamientos, sostiene que i) muchas guerras y conflictos derivan de intereses económicos y políticos; mismos que, a menudo, se disfrazan bajo una retórica humanitaria. Sostiene que, muchas veces, se ha utilizado el poder militar para mantener el control sobre recursos y regiones estratégicas. En estos términos, ii) pone de relieve la importancia de la responsabilidad y el escrutinio público en cuestiones de guerra y política. Asimismo, iii) promueve la idea de la justicia y el respeto al derecho internacional en las relaciones internacionales. Aboga por la transparencia, la responsabilidad y la justicia en la toma de decisiones políticas y militares a nivel global.

Michael Walzer (1935 -) es uno expertos en filosofía política más influyentes en la actualidad. En su obra “Guerras justas e injustas: Una argumentación moral con ejemplos históricos” explora su teoría sobre las guerras, enfocando cuestiones éticas relativas a los conflictos armados. Produce una detallada argumentación moral, ilustrando y respaldando sus razonamientos con ejemplos históricos concretos.

El enfoque central es sobre la ética de la guerra y la teoría de las guerras justas; en que, pese a sostener que las guerras son inherentemente destructivas, pueden justificarse en circunstancias específicas, siempre que se cumpla con ciertos principios éticos.

Sostiene que una guerra solo puede ser considerada justa y moralmente aceptable, si y solo si se lucha por una causa legítima, y si el uso de la fuerza es necesario y proporcionado. Asimismo, si se protegen razonablemente los derechos humanos, especialmente los de quienes no están involucrados en el combate. Su obra se ha convertido en un texto influyente en el campo de la teoría de la guerra justa y de la ética de la guerra.

Mensajes y reflexiones clave

1ro. La guerra como fenómeno humano. Desde la perspectiva de la filosofía, la guerra es una manifestación de la naturaleza humana; que contrasta con la capacidad de esa misma esencia para procurar alternativas pacíficas y dinámicas de construcción bien común, progreso humano, y buena convivencia y vida en paz.

2do. Ética y humanidad. La filosofía resalta la necesidad de aplicar principios éticos y humanitarios, particularmente en tiempos de guerra. En consonancia con promover la limitación del sufrimiento y la protección de los derechos fundamentales de la población, principalmente civiles.

3ro. Contra el oprobio de ataques indiscriminados en perjuicio de la población civil. A la luz del pensamiento filosófico, ataques a mansalva y desprevenidos contra cientos o miles de civiles indefensos, cual que sea el escenario, son actos de guerra injustos, abominables, ominosos, execrables. Una conspiración contra la moralidad y la ética de guerra justa.