¿Acaso será que la propensión a hacer la guerra es pasión intrínseca a la esencia humana misma?; y, por consiguiente, los conflictos bélicos son una manifestación de impulsos y sentimientos innatos como la agresividad, el egoísmo, la competencia, la ambición y la codicia? Entonces, los conflictos armados serían una concretización y reflejo de la naturaleza humana.
¿O acaso será que no?; ¿que las guerras son el resultado de circunstancias históricas, sociales y políticas que se dan cuando a los seres humanos no les dan las competencias para resolver por las buenas los conflictos a través del diálogo, la cooperación y la empatía?
Posiblemente sea lo uno y lo otro.
Es revelador que, sentimientos y actitudes antigénicas del virus causante de las guerras, como el amor, la compasión, la confraternidad y la empatía para la convivencia en paz entre las personas y los pueblos, sí requieren un esfuerzo ingente para infundirlos, promoverlos, trabajarlos, predicarlos y ayudarlos; y a ver qué se logra, … ¡si se logra! Los motores de la guerra, no. Como que encienden solos.
Art Spiegelman es un reconocido escritor, ilustrador e historietista estadounidense nacido en Estocolmo (Suecia) en 1948. En 1986 y 1991, respectivamente, publicó los dos volúmenes de su obra maestra “Maus”, novela gráfica que le dio fama mundial y numerosos premios, el Pulitzer incluido.
La influencia de su padre, un judío-polaco sobreviviente del Holocausto, es marca indeleble en su creatura (“Maus”), en la que explora a profundidad el trágico drama humano de la guerra: una desgracia que, vista la imagen que emplea, deviene de la naturaleza humana misma.
El ser humano es dado a hacer la guerra como tiende el pato al agua. Entra en modo guerra por cualquier ´quítame esta paja´ y muestra su peor versión del ser. Rivaliza, normaliza la violencia, ´ninguenea´, crea caos, odia. Piensa en la muerte, y está puesto a que lo maten. Destruye y mata.
Así lo describe con su magistral estilo el ilustrador e historietista: “La guerra es como una enfermedad. Te entra por la piel, se extiende por el cuerpo y te cambia. Te convierte en alguien que no eres. Te enseña a odiar y a matar, a pensar en la muerte como algo natural, a vivir en un mundo donde la violencia y el sufrimiento son constantes”.
Spiegelman se muestra persuadido, lúcido en su concepción sobre la capacidad del ser humano para la crueldad y la degradación en medio de la guerra; sea en funciones de líder inspirador y carismático, como funcionario o gerente o comandante, o en el campo de batalla. Al hacer la analogía en que retrata a los nazis como gatos y a los judíos como ratones, simboliza inmejorablemente la deshumanización y la brutalidad humana. A tal punto de degradación, que las personas llegan a mirarse unas a otras como meros objetos desechables, ignorando su humanidad y generando un ciclo de violencia sin fin.
"Maus" es una composición del desenvolvimiento de la vida humana en medio de la guerra. En la guerra la vida es lucha intensa. Es afán, es pulsación, es agonía, pura lucha persistente por la supervivencia. Un constante torear los peligros encarados sacando de debajo de las piedras el coraje, la tenacidad y demás valores necesarios para salvar el pellejo en condiciones extremadamente adversas.
Pero en la guerra hay lo bueno y hay lo malo. “También puede mostrarte lo mejor y lo peor de la humanidad. Te puede enseñar a amar a tus compañeros de lucha, a hacer sacrificios por ellos, a encontrar la esperanza y la alegría en medio del caos y la destrucción. La guerra es un monstruo, una aberración, pero también es una parte de la historia de la humanidad, una parte de nosotros mismos que no podemos ignorar o negar. En la guerra se pierden vidas y se destruyen sueños, pero también se forjan lazos indestructibles y se descubren la fuerza y la resiliencia del espíritu humano”.
Mensajes. Primero, concienciar sobre la tendencia humana a hacer la guerra. En “Maus”, Spiegelman insta a reflexionar sobre la tendencia natural del ser humano a hacer la guerra, y a asumir la responsabilidad de mantener viva la memoria histórica, esa especie de elíxir valioso en estos tiempos bárbaros, ¡tiempos raros!; cuando no se vale voltear la cara, ajenos a los signos de los días. Cual si no pasara nada.
Segundo, los impactos duraderos. Las consecuencias de la guerra cierran con un simple protocolo de declaración de alto el fuego o de firma de la paz, ¡que ya es muchísimo! El drama humano no termina ahí. Spiegelman lo sabe, lo siente y lo resiente en la propia historia familiar. Sabe los desafíos emocionales que entrañan las circunstancias del peligro y la persecución a muerte. Cómo las cicatrices de la guerra se transmiten a través de las generaciones, afectando relaciones y dejando una profunda huella en la identidad individual y colectiva.
Tercero, recordar y aprender las lecciones vivas de la historia. Con su narrativa y estilo visual único (los personajes son como animales antropomórficos: judíos retratados como ratones; los nazis, como gatos), Spiegelman da cátedras sobre la maldad, la crueldad y la degradación humana en tiempos de guerra. De la lucha por la supervivencia, del legado que queda en las generaciones posteriores y la importancia de recordar y aprender las lecciones de la historia; esa especie de destilados que mueven a prevenir tropezar nueva vez con los mismos horrores desgarradores de guerras ya vividas.
“Maus” es un poderoso testimonio de la condición humana, y un recordatorio de los horrores y las lecciones aprendidas. Cumple el propósito de provocar e infundir conciencia sobre la importancia de defender los derechos humanos y la dignidad de todas las personas. ¡Así sea!