Me animo a decirle a los hermanos en la fe de Jesucristo, en la Iglesia Episcopal y al pueblo de Haití en general lo siguiente: no desmayes, mantén la fe y la esperanza; pues, a mi memoria viene la canción del Afroamericano Sam Cooke: “A change is gonna come” (Muxmatch), cantada el día de la histórica marcha en Washington y el discurso del reverendo doctor Martin Luther King; Agosto 23, 1963.
Es de lugar y recomendable, ahora y en los días venideros, que el pueblo haitiano no desmaye sino que mantenga en alto la fe y la esperanza. Es cierto que hay motivos en la actualidad que causan molestias, angustias, intranquilidad mental, ansiedad emocional, inseguridad social, insalubridad, carencia económica, avaricia política, incertidumbre, debilitamiento espiritual, conflictos intrafamiliares, incongruencias de grupos sociales, deficiencias escolares, tachas académicas, retrasos culturales, existen bandas de violencia conflictiva, muchos otros trastornos que se conocen, se sufren y que inciden de manera fatal.
No se puede negar que gran parte del pueblo está en situaciones precarias. Esas condiciones se representan de manera terminante, se socaba la paciencia y se debilita el crédito que el conglomerado debe mantener como columna de confianza y fortaleza espiritual.
A pesar de la situación arriba mencionada, es necesario mantener la dignidad, no desmayar, más bien, apoyarse en lo que enseña el autor de la Carta a los Hebreros 11:1: “Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera”.
Dice, además, “la esperanza mantiene firme y segura nuestra alma (el ánimo), igual que el ancla mantiene firme al barco” (6:19). Hay que poner atención a esas dos proposiciones para confirmarlas y “no desmayar, si no mantener en alto la fe y la esperanza”.
Hay que sostener el rayo de la fe sin desfallecer y hay que tener abierta la ventana de la esperanza. Si se mantienen en alto las virtudes de la confianza, y la perspectiva aquí señalada, se podrán ver con mayor claridad los problemas que afectan a la sociedad y así tener objetividad y temple para luchar decididamente por lo que es propio, justo y necesario para el bien común.
No hay que dudar de que con fe inquebrantable y esperanza bien enfocada no tengan motivo de desánimo, de los que sufren en la presente realidad de inseguridad social, dificultad económica, privación de la libertad, y los tantos otros males, que angustian gran parte del pueblo. La situación que impera en este momento histórico y coyuntural en la sociedad haitiana no es sostenible por tiempo indefinido; por tanto, hay que prever que habrá cambios y estos serán favorables para todo el pueblo.
No hay razón para permanecer callado, indiferente, con aptitud pasiva, sufriente y aprisionada; por el contrario, no se debe sentir desanimado por los hechos que causan sufrimiento y desaliento. Hay que tener dignidad y buena voluntad a fin de mantener en alto la fe y la esperanza. La fe es el rayo de la dinámica emprendedora; la esperanza es la iluminación intuitiva que aviva e impulsa la debida decisión para la liberación de funestas y malogradas encerronas sociales. Mantenga pues, la ventana abierta para que entre el rayo de luz de la sabiduría y así ilumine la mente e incentive el ánimo, para coadyuvar en la necesaria reparación de la deplorable condición en que viven importantes sectores del pueblo haitiano.