Lo habitual en este mundo es que las personas que lo habitan realicen alguna actividad remunerada para solventar sus necesidades y las de sus familias. En muy pocos casos, herederos de cuantiosas fortunas deciden no dar un golpe y vivir de sus rentas, pero lo común es que aún estos acaudalados personajes trabajen, aunque no lo necesiten.

Desde hace tiempo, llama la atención el que una serie de políticos y exfuncionarios que alguna vez ocuparon una posición pública de importancia no se les conoce actividad económica productiva alguna, ni la recepción de una cuantiosa herencia, o el que la diosa fortuna los haya favorecido con una loto abundantemente acumulada. Estos, sin embargo, exhiben un estilo de vida que requiere estar bien fondeado para poder financiarlo.

Por más generosos que pudieran haber sido los salarios que devengaron esas personas, no creemos que pudieran haber acumulado con ellos ahorros que le permitan vivir tan lujosamente sin trabajar.

Escuchamos decir que estos señores tienen generosos amigos que les facilitan su manera de vivir; si esto es cierto, me pregunto si tanta generosidad no estará pagando alguna concesión recibida, o si son avances que tendrán que pagarse de alguna manera cuando llegue la ocasión.

Sea de una manera o de otra, esta anómala situación nos obliga a pensar acerca de las causas que pudieran dar origen a este “dulce farniente” y necesariamente tenemos que llegar a la conclusión de que se aprovecharon de las posiciones que ocuparon para enriquecerse con descaro y sin disimulo.

En más de una ocasión, programas que realizan periodismo de investigación han presentado casos de manejos inapropiados y turbias negociaciones, pero no recuerdo que la acción pública se moviera para tratar de esclarecer estas denuncias. Se hace difícil aceptar que todo lo dicho en esos programas sea mentira. Creemos que existen situaciones que merecen ser investigadas, teniendo el Ministerio Público facultades para iniciar las acciones correspondientes, eso no ha ocurrido, y los señalados han continuado imperturbables sus vidas.

Mientras prevalezca la impunidad, la corrupción continuará reinando, enriqueciendo a unos pocos, en detrimento de la enorme cantidad de desposeídos que podrían ser los beneficiarios de la gran cantidad de recursos que se pierden en bolsillos ajenos.

Aunque se han producido por parte del poder judicial actuante algunas acciones que suscitan esperanzas de que la impunidad no existirá de ahora en adelante, ocurren hechos que me ponen a dudar.

La corrupción siempre ha existido y existirá, pero se puede controlar con un sistema judicial verdaderamente independiente, responsable y valiente, además no creo que nos haya caído encima una maldición bíblica que nos condene a sufrir de un Estado manejado por personas sin condiciones para ello, sólo interesados en lucrarse.

Es urgente lograr la renovación de quienes nos vienen dirigiendo desde hace tiempo, confiamos en que este nuevo gobierno continuará dando los pasos necesarios para producir un cambio en la forma en que se ha venido manejando el Estado. Es necesario sustituir a los ineptos y los corruptos que buscan acomodo en los gobiernos con el único interés de enriquecerse, y que tampoco se le dé cabida a otros que merodean vestidos de santos, y tienen las mismas intenciones.

No podemos olvidar lo dicho por la escritora norteamericana de origen ruso, Alissa Zinovievna, quien escribía bajo el seudónimo de Ayn Rand, en su novela La Rebelión de Atlas , dijo lo siguiente: “Cuando advierta que para producir necesita obtener  autorización de quienes no producen nada, cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes sino favores, cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y la influencia más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted, cuando repare que la corrupción es recompensada  y la honradez se convierte en auto sacrificio, entonces podrá afirmar, que su sociedad está condenada”.

Estas prácticas venían proliferando de manera alarmante en la República Dominicana, y aunque no han desaparecido, se ha producido un cambio notable que resulta promisorio.