Los diversos orígenes o nacimientos de la teatralidad están ligados a los grandes gestos imaginarios y a las grandes vertientes de las prácticas culturales y comunitarias, las prácticas artísticas y las ideas estéticas. El teatro se expresa mediante los diferentes niveles de lo visible y a partir del primer contacto expresivo en el espacio de la cultura. Todo lo cual permite instruir y pensar las técnicas que conlleva la creación espectacular.

Los diferentes registros de la teatralidad se apoyan en el lenguaje del cuerpo así como las diversas prácticas vocales  en la monovocalidad y la polivocalidad del actor, históricamente asumidas por el intérprete, el dancista o bailarín, el chamán, el mago o el sacerdote en la comunidad teatral y religiosa de origen. En su vertiente estética, el teatro explora la sensibilidad del espectador, provocando en estas posibilidades de acercamiento y de comprensión de la cultura de los signos. A través de los diversos lenguajes culturales y espectaculares el actor registra y expresa las diversas formas expresivas, que configuran en su materialidad, el espectáculo teatral, de tal manera que la relación entre público y actor se inscribe en una concentración-convicción comunicativa que transforma todo espacio sensible en acto espectacular.

Los propósitos de una estética del teatro y del actor se encuentran en la práctica teatral históricamente determinada por los diferentes gestos culturales y propiamente antropológicos, como sucede en los espectáculos de África Central, el Medio Oriente, China, Japón, Camerún, la India y Polinesia.

En efecto, el teatro es una actividad de los sentidos que involucra no solamente la temática escénica o a los participantes, sino que, además, penetra de manera esencial en la comunidad, tal y como lo han demostrado J. Sayna, T. Kantor y J. Grotowski, Augusto Boal,  Artaud en México, Enrique Buenaventura, E. Pavlovsky en Argentina, E. Barba en Dinamarca y América, así como muchos otros.

La visión dramática y la voz del actor tienen su posición en el cuerpo, pero también en el espacio escénico, en la máscara,  la voz, la música, el movimiento y el texto espectacular. Este último se ha considerado en la historia particular y social del teatro como estructura literal de la teatralidad.

En el caso de las formas teatrales cuyo centro principal es el gesto humano o la acción de los actores y personajes encontramos que las señales, fraseos verbales, caracterizaciones, escenografías y signos-funciones que constituyen la actividad teatral crean las posibilidades de realización, versión artística, presentificación e interpretación de las diversas expresiones culturales e imaginarias.

Las vertientes estéticas y teatrales originarias, se observan y sucedían en las representaciones dionisíacas y apolínicas de la antigua Grecia, pero también, en el espíritu de la música religiosa producida para los espectáculos del drama sagrado en el occidente cristiano. (Ver, T. Nietzsche, El origen de la tragedia, Ed. 1994). Véase, también, P. A. Touchard 1976, Maria Daraki 1994-2005; E. Cassirer 1924; W. Burkert 1975; M. Détienne 1977, 1979, otros.

Las modalidades de interpretación del acto escénico están ligadas a la creación dramatúrgica y a la visión de los directores escénicos que se apoyan en la tradición de los textos con carácter espectacular. Como sucede en el autosacramental, en el drama sagrado medieval, en el teatro barroco, en el teatro bunraku, las formas visibles del teatro antropológico, o del lenguaje simbólico, varían a partir de concepciones diversas del espectáculo dramático, siendo así que, en el interior mismo de la representación, advertimos un proceso de santificación y profanación por parte del actor y los demás participantes que, en su convicción, ironizan y dramatizan la realidad sometiéndola a un juego verbal, corporal, sacrificial e imaginario.

En efecto, la condición de toda estética teatral  revela una especial comprensión y percepción de los diferentes medios artísticos que integran la expresión  teatral. El horizonte de los medios que particularizan la expresión espectacular muestra la totalidad escénica donde la luz, el vestuario, el espacio escénico, la música, el maquillaje, los objetos, la actuación y otros recursos motivan la transformación de la representabilidad dramática entendida como acto teatral.

Las relaciones interculturales e interartísticas promueven en el espacio escénico, los diferentes órdenes de una interpretación que revela las diversas acciones y diversas corrientes epocales, siendo así que existe la perspectiva del gesto simbólico en el actor y en los diferentes juegos interpretativos que tienen su base en las pautas dramáticas del espectáculo teatral.

Se trata, pues, de encarnar, mediante un personaje, el símbolo o la metáfora;  las alegorías y lenguajes que producen la significación social del teatro. Todo lo que se entiende por gesto ritual y antropológico tiene su historia en la tradición dionisíaca y apolínica del espacio mediterráneo. Expresiones primitivas y ceremoniales, se advierten en la vivencia de los diversos tipos representativos de la tragedia y la comedia. El ditirambo y la sátira, así como la menipea y la danza sagrada, se hacen visibles en el Alto y el Bajo Occidente latino y cristiano, en un teatro que se reconoce por sus variados tipos de teatralidad.

Es así como la antropología simbólica y cultural han descubierto acciones colectivas, relacionales e intercomunicativas, lenguajes de grupos, sociolectos e ideolectos que explican la historia del espectáculo como la historia de las representaciones simbólicas y colectivas.

El reconocimiento y la medialidad de los lenguajes teatrales y artísticos remiten a un movimiento que se puede explicar en una antropología del teatro cuya base podría ser el estudio de las formas simbólicas y culturales. (Ver Eugenio Barba: La canoa de papel. Tratado de antropología teatral 1999).

En la India, Japón, el Tíbet, Camerún y en la China clásica, se reconocen espectáculos teatrales con una historia milenaria de formas expresivas. El lenguaje de la voz y el lenguaje del cuerpo producen la expresividad en la actuación teatral, tanto así que la acción dramática se torna participativa y productora de los diferentes mensajes de una cultura de los signos que se advierte tanto en Oriente como en Occidente.