1.
Esta semana, la noticia es la siguiente: “Ingeniero cambia ojo perdido por prótesis estilo “Terminator””
Es una noticia que sale en las páginas habituales y no en la ciencia ficción.
Entre horóscopos y noticias sobre la vasta política, guerras, bombas o discursos aplaudidos y abucheados, surge esta noticia que es una mezcla de accidente y enfermedad, pero luego habla sobre la respuesta que una ciencia creativa empieza a dar a las terribles pérdidas de partes del cuerpo humano.
2.
Sin juicios de valor –no se trata de defender ni de atacar, sino de describir– expliquemos rápidamente. Desde Stelarc, un artista que en tiempos hizo un tercer brazo autónomo, hecho con complejos programas que permitían que el señor sujeto humano-máquina pudiera escribir tres letras a la vez con sus tres manos. Desde ahí, pues, el cuerpo ya no es lo que era. Es cuerpo, sí, casi todo, y cloruro de sodio, pero también máquina, mucha máquina.
La conocida frase de Stelarc que aún hoy suena por ahí es esta: “el cuerpo humano está obsoleto”. Obsoleto, eso es, término utilizado para máquinas que ya están superadas. Y no es casualidad que él haya empleado esta ruda palabra. Para los maniacos de las máquinas el cuerpo humano, tal como lo conocíamos, ya puede ser mejorado por la tecnología existente. Por eso mismo está obsoleto, como un vulgar zx spectrum.
Otro tema paralelo a este: la forma del cuerpo, defienden los locos pro-cyborgs, no importa. Puede estar torcido, retazado, alterado. La forma humana, defienden, no es divina. Y repito: estoy describiendo, no diciendo que me gusta-no me gusta. Que a cada uno le guste según sus gustos, claro, y creencias y entusiasmos. Y así está bien, me parece.
Así que la cuestión es: no se trata solo de aceptar tranquilamente operaciones estéticas de la nariz u otras partes del cuerpo menos visibles –aceptar que el cuerpo con el que nacemos no es destino, sino material que puede ser retocado o incluso alterado radicalmente–, se trata de cambio de sexo, por ejemplo, y en el límite, cambio casi de especie, cambio de forma general del cuerpo.
La historia de Brian Stanley, explicada esta semana, muestra como el nuevo mundo feliz está por ahí. Para unos, asustador mundo nuevo, para otros, admirable. Siempre hay locos y, a veces, si miramos atentamente, veremos que están en ambos lados.
Ante la desgracia de perder un ojo, vino la respuesta inmediata – en el ojo que faltaba, Brian Stanley ha colocado “una linterna haciendo de ojo, capaz de iluminar una habitación entera.”
La noticia explica, con más detalle:
“Tras haber perdido un ojo a causa de un cáncer, Brian Stanley, un ingeniero del sur de California, ha decidido crear una linterna para su ojo y llamarla “Titanium Skull Lamp”.
Su ojo lámpara, como él lo llama, también es “perfecto para leer a oscuras”. Sin luz exterior, el ojo emite una luz suficiente para una lectura muy encendida en plena oscuridad.
Stanley, ingeniero, explica detalles. Por ejemplo: “la batería del ojo tiene una duración de aproximadamente 20 horas, y “no se calienta”.
3.
El mundo de las prótesis ha cambiado radicalmente. Antes, después de la terrible pérdida de una parte del cuerpo venía el intento de recuperarla en cuanto a función, pero también de forma exterior: tener una prótesis metálica, por ejemplo de una pierna, que se pareciera lo máximo posible a la pierna orgánica que se ha perdido.
Podemos hacer infinitos juicios de valor, pero lo que está en movimiento en el siglo XXI, es la posibilidad de sustituir pérdidas orgánicas de brazos o piernas – u ojos, como en el caso de Stanley – por prótesis creativas que aceptan al humano como humano mixto entre el organismo y el metal.
El cuerpo es organismo, sí, pero también a veces, cada vez más, por mucho que no lo queramos – chapa y máquina. De aquí la idea de que, en 2022, se multiplica a cada semana la idea de una población creciente de humanos cyborgs, no en el sentido de la ciencia ficción, sino en el sentido en que parte de su cuerpo es ya máquina – añadida o que surgió en momento de sustitución de una pérdida terrible por accidente o enfermedad.
Este ingeniero que ha cambiado el ojo perdido, debido a un cáncer, por una prótesis estilo “Terminator” solo es un ejemplo más.
Esto ocurre, claro, cuando hay posibilidades económicas, y esta es precisamente una de las muchas críticas posibles. Solo los ricos tienen acceso a prótesis diferentes que, en lugar de ser la manifestación pública de algo que se ha perdido, son muchas veces motivo de vanidad y orgullo. Como si Stanley dijera con su ojo linterna:
-Comparado con los demás humanos, yo no he perdido un ojo, yo he ganado una linterna-ojo capaz de ver en la oscuridad.
4.
En las prótesis de las piernas, por ejemplo, hace mucho que se instaló la misma idea, digamos. Para aquel que tenga posibilidades económicas –y terriblemente siempre es este el presupuesto– ya no se trata de intentar hacer una prótesis metálica que copie lo que se ha perdido, después de un accidente. Las prótesis ahora, y no solo en el mundo de la moda, han avanzado hacia otro camino: prótesis creativas, piernas semejantes a las de Spiderman o pierna imitando pinturas clásicas, con formas que muchas veces nada tienen que ver con la forma original (buscad imágenes en internet y veréis las infinitas posibilidades de color y forma de las nuevas prótesis de piernas y brazos) – hacen lo mismo, las prótesis, la misma función, pero la estética es totalmente diferente. A veces hay modelos, por ejemplo, que se ponen en una noche de gala una pierna-prótesis de un color, haciendo juego con el color del vestido que llevan, otras veces de un color totalmente distinto. En lugar de un intento de sustitución de lo que se ha perdido, se acepta la estética cyborg, y se hace algo diferente.
Admirable o terrible mundo feliz, cada uno que juzgue sobre los aires contemporáneos que por ahí van. Sin embargo, lo cierto es que el ojo linterna del vanguardista ingeniero Stanley se basa en algo antiquísimo: el viejo dinero. La pobreza sigue donde siempre ha estado: no tiene tiempo para estéticas futuristas: cuando pierde, pierde de verdad. Casa, pierna o brazo.
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Traducción de Leonor López de Carrión. Originalmente publicado no Jornal Expresso