Luis Dicent, el joven administrador de la estatal Lotería Nacional designado por el presidente Luis Abinader, luce una persona inteligente, empática y con deseos de garantizar un buen desempeño para proyectarse en la política del patio. Muy bien.

Pero debería cuidar los excesos de visibilización porque, comunicacionalmente, son tan perniciosos como los silencios injustificables.

Una muestra contundente de lo que debería cuidarse es el vídeo difundido por los medios tradicionales y nuevos, donde él aparece, en apariencia iracundo, mientras interroga, como si fuese un oficial policial, a un empleado y a un motoconchista de Bonao, asociados para robarse el premio mayor del Sorteo Extraordinario de Navidad, consistente en un apartamento, una jeepeta del año y 5 millones de pesos. El colaborador falsificaba el boleto y asignaría el número ganador al transportista informal a cambio de retribuirle con dos millones de pesos.

Le increpaba: ¡Cuidado si habla otra mentira. Lo que me duele es que te nombré yo a ti. Que te di mi confianza. Jugaste con mi corazón, el chin que me queda. Eso no se hace. Nos vemos en los tribunales de la justicia, no sólo estafaste la Lotería o intentaste estafarme. Jugaste con mi corazón. Eso no se hace!

https://noticiassin.com/empleado-loteria-nacional-es-sorprendido-alterando-boleto-para-ganar-premio/.

Aunque por sus acciones él ha recibido entendibles aplausos de algunos admiradores, en realidad, su dramaturgia ha sido impertinente, ruidosa.

Ya a mediados de diciembre había escenificado otro drama mediático con la presentación de cheques por 20 millones de pesos, a nombre de personas que –enfatizaba- no trabajaban allí.

Una sobreactuación innecesaria porque nada aporta a la recuperación de la credibilidad perdida por la Lotería desde los tiempos de Balaguer, pero que tuvo su punto de inflexión en 1997 con el escape mágico del empresario haitiano Frederic Mazourka, uno de los acusados de un fraude por 90 millones de pesos mediante la alteración de sorteos de la institución benéfica fundada el 24 de 1882 por el Padre Billini.

Según reseñas de prensa, Mazourka había “escapado” durante el proceso judicial incoado contra Manuel de Jesús Antún Batlle, el empresario Norberto Taveras, el mayor del Ejército, Pedro Julio Goico Guerrero, el técnico Mario Nez, el coronel de la Policía, Manuel Cruz Madera, el ingeniero Juan de los Santos y Agustín Pimentel, entre otros. https://www.diariolibre.com/actualidad/detienen-a-frederic-mazourka-en-brasil-YBDL88717.

El alma de una institución es la credibilidad. Más si se trata de una lotería. Si los jugadores descreen en sus sorteos, terminará sepultada. Y en el imaginario social, incluidos muchos apostadores, está anclada la convicción de que los premios de la Lotería se negocian en sus propias oficinas para enriquecer ejecutivos y familias.

Construir la credibilidad de una institución es muy difícil. Peor si se trata de recuperarla desde el fango de la vieja fama de corrupta. Y ese ha de ser el desafío de Dicent, además de mantenerla con vida.

La tarea inmediata del nuevo administrador es ciclópea. Debe extirpar el viejo cáncer que amenaza con sacar a la institución del organigrama del Estado, y hacerla competitiva en un mercado de los juegos de azar muy fuerte.

Pero la extirpación de un tumor canceroso, si no ha hecho metástasis en el cuerpo, requiere de un cirujano experimentado, con paciencia extrema y un pulso de relojero suizo.

Y un poco de paciencia le ha faltado al talentoso funcionario. Hace menos de un mes, a mediados de diciembre, presentaba en el mismo tono un paquete de cheques por 20 millones de pesos, a nombre de personas que no trabajaban para la institución ni aparecían para cobrarlos.

Dicent necesita abandonar el protagonismo en casos como los citados, y preservarse para otros detalles más en sintonía con su estatura gerencial y los desafíos esenciales de la Lotería.

El interrogatorio debió hacerlo fuera de cámara el jefe de seguridad. Si había méritos, entonces, someter a la justicia a los infractores. Y el administrador general informar, de manera sosegada, a la sociedad.

El vídeo que circula en periódicos digitales y redes sociales en el que el funcionario  fustiga a los estafadores, es un gran error. Resulta desagradable, resta a su buena imagen y podría ser usado por cualquier abogado “picapleito” para inhabilitar una acción judicial a favor del Estado. Porque hasta los ladrones tienen derechos.

Trabajar para que los públicos construyan en sus mentes una imagen memorable es tarea compleja. Lograr esos objetivos implica esfuerzos sostenidos durante mucho tiempo. Pero bastan minutos para destruirlos. Por eso es aconsejable evitar en lo posible las acciones ruidosas que podrían convertirse en bumerán.

El espectáculo con los dos estafadores jamás debió presentarse. Ahonda la crisis de credibilidad. Sólo pensar en la resignificación que harían los perceptores condicionados por el contexto. Creerían que se trata de “más de lo mismo”. Y eso en modo alguno favorecería la restauración de la reputación.

Ahora sólo queda no batir más el audiovisual y, en cuanto al administrador, esforzarse en que las emociones desmedidas no dominen a la razón cuando se exponga a los medios de comunicación.

Suerte que apenas comienza y luce con buenas intenciones. Reconocer y corregir los errores es de sabios.