A unos meses de haber finalizado 2021 es interesante dar una mirada a la ejecución del gasto público en ese período. Recurriremos a los datos publicados por la Dirección General de Presupuesto y utilizaremos cifras de la ejecución presupuestaria del Gobierno central. ¿Qué nos dicen los números?
Gasto Corriente: Se llevó un 87.5% del total y esto es cerca del promedio observado desde el año 2014. Un nivel elevado de gasto corriente se justifica en medio de una pandemia en la cual hubo desembolsos elevados para medicamentos y vacunas. Hay que remontarse al año 2013 para encontrar un gasto corriente inferior al 80% del total. Esto implica una gran rigidez en la ejecución presupuestaria.
Gasto en Nómina: Originalmente se presupuestó un monto de RD$ 209,127 millones y finalmente se gastó un total de RD$ 237,130 millones. Esta es una práctica vieja en la elaboración del presupuesto: se presupuesta un monto de nómina menor y luego al final de año se aumenta. El monto de gasto en nómina del Gobierno Central (24.1% del total) fue inferior al observado en 2019 (27.5%).
Publicidad: Esta es una partida a la cual se le presta mucha atención. En el año 2019 el gasto del Gobierno Central en publicidad fue de RD$ 5,722 millones (un 0.8% del total), mientras que el año pasado fue de RD$ 3,650 millones (un 0.4% del total). Aquí se evidencia un ahorro considerable, aunque es una partida relativamente pequeña de la ejecución total del Gobierno.
El gasto en productos farmacéuticos fue de casi RD$ 30,000 millones para enfrentar la pandemia. Este monto no es comparable con el de años anteriores y explica en gran parte el aumento relativo de los gastos corrientes y refleja el esfuerzo que se hizo para realizar este gasto al mismo tiempo que se cumplió con la meta de déficit.
Gasto de Capital: El Gobierno ejecutó exactamente lo que estaba presupuestado, un poco más de RD$ 123,000 millones. Y esto no es ni bueno ni malo. El problema es que durante casi todo el año la ejecución de esta partida fue muy baja. Entre enero y octubre apenas se ejecutó un 45% del total previsto en el presupuesto. Durante el año hubo llamados de la oposición y de analistas a que se aumentara el ritmo de ejecución para evitar un impacto negativo en la actividad económica. Incluso, ministros del mismo Gobierno vaticinaron unas semanas antes de finalizar el año que el Gobierno iba a terminar sin déficit fiscal. Es decir, dentro del mismo Gobierno aparentemente se ignoraba que en unas cuantas semanas se ejecutaría más de la mitad del gasto en inversión presupuestado para todo el año.
Pero quién sí lo sabía era la Dirección de Presupuesto, porque en el mes de noviembre envió una modificación presupuestaria al Congreso, en la que preveía una ejecución consistente con un déficit fiscal cercano al 3% del PIB. Aquí surgen preguntas para las que solo el Gobierno tiene respuestas: ¿Realmente se ejecutó todo ese gasto en un mes? ¿O simplemente se regularizó un gasto que se fue haciendo durante todo el año? Si es esto último, nuevamente estamos ante la repetición de prácticas que antes eran muy criticadas, pero que en realidad parecen ser parte de la forma normal de operar de nuestro presupuesto. La regularización de gastos ya realizados fue evidente en la primera modificación presupuestaria que envió el Gobierno en julio del 2021.
Al final, hacer y ejecutar un presupuesto es un ejercicio muy complicado en un país con tantas necesidades: la cantidad de empleados ha aumentado, todo el esfuerzo de reasignación de gastos se ha tenido que utilizar en desembolsos no previstos; y las demandas de la población parecen incrementarse. De hecho, para justificar la reforma tributaria el año pasado el mismo Gobierno identificó necesidades de gasto adicionales por más de 5% del PIB.
Al cierre del año pasado el gasto total fue de 18.3% del PIB, un monto superior al promedio de gasto observado antes de la pandemia (16.7%). Para este año se prevé un monto de 17.9%, todavía mayor en más de un punto porcentual a la tendencia pre-pandemia. Pero esto fue antes de la guerra.
No es coincidencia que Milton Friedman decía: “no hay nada más permanente que un programa transitorio de gasto del gobierno”. Está claro que el gasto público no bajará, mucho menos con la creciente necesidad de subsidios para paliar la crisis internacional de precios. Creo que a estas alturas eso debe estar claro.