Será costumbre o ley, pero siempre estaremos buscando las marcas tras cada nombre, con esa ansiedad colonial por establecer honores o, simplemente, integrarte dentro de algún cajón. Dime tu apellido y te pondré un sello. [A mí siempre me han estado tratando de vincular a los "Mena" de Puerto Plata y yo una y otra vez repito que mis "Mena" eran unos campesinos analfabetos de Monte la Jagua, en Moca. Con mi zona "Alcántara", no he tenido problema, por la naturaleza evidentemente pobre y sureña del apellido].

Los genealogistas son profesionales ahora más demandados que los cardiólogos. Si le puedes sacar el pedigrí a un político emergente o en decadencia, estableciendo, por ejemplo, que el mismísimo ex presidente Danilo Medina era descendiente de Francisco del Rosario Sánchez, lo que lo situaría como primo de nuestro adorado Enriquillo Sánchez, entonces te habrás ganado la lotería.

Desde los hijos de Colón hasta los de Narciso Isa Conde y Maximiliano Gómez, pasando por los hijos de Peña Gómez, Wessin y Wessin, Vincho Castillo, los nietos de Trujillo y de Bosch, entre miles de hijos, en nuestro país la primera vía de consolidación de cualquier currículum es pertenecer a la generación "Hijos de".

Ya lo he escrito en dos ocasiones (https://acento.com.do/opinion/generacion-hijos-de-8834465.html), y ahora una tercera:
Los "hijos de" superaron a sus padres en cuanto formación profesional. Mientras los "viejos" no pasaron del bachillerato o los primeros semestres en la UASD, por estar dedicados a la lucha; si los "viejos" no dieron "un golpe" porque se pasaron la vida en las cárceles, barricadas o en decisivas reuniones preparando la Revolución, los "hijos de" se quemaron muchas veces las pestañas estudiando, dándole para la página a la izquierda, superando el pasado familiar, cogiendo frío en Nueva York o Londres o París. (Saludos desde aquí a los hijos del Bacho).

Eso es naturalmente loable. Eso los convierte en ciudadanos con derechos, sin cortapisas.

El problema no es lo que los "hijos de" te cuenten, sino el aura mediática que los envuelve, ese sentido común de que ellos también contendrán un porcentaje de lo que heredaron. Ese es el punto crítico. Héroes, víctimas, muy bien, al final no eres responsable de donde vienes, pero cuando mencionas ese origen debes también tener consciente que el mismo es un pensable "valor agregado".

Recuerdo aquella acción del presidente Leonel Fernández, cuando en un momento de tensión con el sector de transporte, si mal no recuerdo, mandó a Hamlet Hermann y a Minú Tavárez a las escalinatas del Palacio Nacional para desactivar las protestas. También es posible abusar del heroísmo nacional.

Es bueno cultivar el amor paterno o materno, pero cuando tu universo familiar lo integras en tu currículum, naturalmente que estarás aprovechándote de la memoria histórica. Y en un país con una mentalidad histórica de carencia de legitimidad, de orfandad, por no decir de miseria hasta en el tuétanos, el ser parte de esa tropa de héroes te convierte en un ser frágil. Ser "hijo de" te agrega y te desagrega. Para salir con dignidad hay que tener la suerte y la magia del buen equilibrista. No puedes renunciar a una herencia, pero también tendrás que agenciarte lo propio, lo sanamente huérfano.

Frente a los "hijos de" están los "del montón salidos", aquellos evocados por el genio de Federico Bermúdez, el abuelo de René y el bisabuelo de Minerva e Iván René.

Repito una encantadora anécdota con nuestro entrañable Virgilio Díaz Grullón: un día me lo encontré en su lugar habitual sabatino, en su mecedora de la Librería La Trinitaria. Luego de un buen rato de conversación, me entregó una tarjeta de presentación con el nombre de su calle tachada. Resulta que era costumbre en la época de los Doce Años de Joaquín Balaguer el que el ayuntamiento le pusiera a la calle donde vivían los hijos el nombre de sus padres. De manera que don Virgilio vivía en la calle Virgilio Díaz Ordóñez, así como Polibio Díaz vivía en la calle Polibio Díaz. Le pregunté a don Virgilio que por qué se había mudado de la calle con el nombre de su padre y su respuesta fue la de una escena budista: "Pero es que no se puede vivir con el papá todo el tiempo".

Así la vida en nuestro país, donde uno de los cultos que más se practican es la transmisión de apellidos. Y si no, dése una vuelta por el mismísimo Congreso. ¡La cantidad de idénticos apellidos con los que arrancaron ahí en 1978 te dará la impresión de estar pasando por una vieja urbanización!

Pero naturalmente que junto a los "hijos de" también están los "hijos de Machepa".

Y no muy lejos están de esos pagos están los Pérez. Dentro de los del "montón salidos", además, están los que Pérez serán.