Cerca de la medianoche del 28 de mayo era evidente que el mapa político de España se había pintado de azul. El color del Partido Popular, el principal partido de la derecha española, que hasta fecha muy reciente había logrado mantener unida en su seno a las diversas tendencias de la derecha.

En diciembre de 2013 se produjo una escisión pequeña liderada por un “apparachitki” del partido, alguien no especialmente notable, salvo por su procedencia, era vasco y ser militante del PP en tiempo de la desaparecida ETA era ya un mérito en el PP. Santiago Abascal Conde fundó o de hecho, refundó VOX, acusando al PP de ser una “derecha cobarde”, es decir, temerosa, por  no ser bastante dura, contra todos los valores superiores democráticos, y el “liberalismo social” o “socialdemocratismo” de la Constitución.

VOX formó enseguida parte del entramado que orquestaba Steve Bannon, para crear en Europa una derecha radical neoconservadora, que propugnaba un neoliberalismo económico basado en el fundamentalismo de mercado. En ese sentido no seguía el típico patrón de los fascismos europeos que mezclaban un cierto populismo para atraerse o confundir a la clase trabajadora, que implicaba un papel interventor del Estado en la economía. Se podría decir que el partido de Abascal era nacional-católico, seguidor de la línea autoritaria conservadora del franquismo y anti liberal. No sólo  anticomunista y antisocialista rabioso sino anti todos los valores, ideas y principios, tan odiados por ellos, del llamado progresismo.

Los votantes españoles, un 40,4%, 9 millones votaron el 28 de mayo por el PP y por VOX. Esto representaba un crecimiento respecto a las elecciones de 2019 de un millón más de votos. Ese crecimiento se debe a la recuperación de los votantes del hoy de hecho desaparecido partido Ciudadanos. Que aunque el 30 de mayo ha decidido no disolverse, lo hacen no tanto por su convicción de representar un espacio político diferenciado sino para poder negociar, en mejores condiciones con el PP, puestos en las listas electorales próximas o cargos políticos, si el PP logra formar gobierno. Si para Abascal el PP es una “derechita miedosa”, no es descabellado decir de Ciudadanos que es la “derechita hipócrita”.

Las izquierdas españolas, desde el PSOE hasta Unidos Podemos, pasando por todos los grupos que se pueden agrupar-siendo muy  amplios-, en ese espacio, sean ecologistas, regionalistas o  nacionalistas, no han logrado parar la avalancha de las derechas. Han perdido fuelle, no han sabido captar los sentimientos de parte importante de la población, ni mucho menos generar entusiasmo entre sus votantes y en ganar a otros sectores vacilantes ante la opción de a quien dar su voto.

A lo anterior se pude agregar  una abstención de casi el 36%, un 1.3% superior a las elecciones de mayo de 2019, lo cual se traduce en cerca de 600 mil votantes menos lo que sumados a los 220 mil blancos y nulos, da una cifra considerable de 820 mil ciudadanos que o no votaron, lo hicieron en blanco, o bien, hicieron que su voto fuera declarado nulo.

No todos esos no votantes o votos nulos y blancos son votantes de izquierda. Atribuirlos a las izquierdas sería un truco “contable”.  Ahora bien, dada la gran movilización que hizo la derecha, gran parte de ellos si se puede concluir que no son votantes fieles o disciplinados de las derechas. Ya que, tal como han funcionado los aparatos mediáticos, culturales, económicos y clericales de la derecha, los ciudadanos de derechas han ido a votar con disciplina castrense.

La izquierda entendida de la manera lata, amplia, con que utilizamos el término, ha pasado de contar en 2019 con casi 9 millones de votos  (8,95 millones) a tener el 28 de mayo casi un millón menos de votos, es decir, 8 millones de votos. La característica propensión de cierta izquierda a convertirse en “forjadores de derrotas” se ha hecho sentir en España.  Se trata de esa izquierda que se cierra en banda para pactar. La que no tiene sentido pragmático para hacer política  “entre adultos”, contando con los hechos y no con ensoñaciones sobre como realmente piensa, siente y actúa, el trabajador de carne y hueso, los cajeros de supermercados, los mecánicos de los talleres, los empleados de la hostelería y el personal administrativos de base, etc,.

En España los votantes han hablado, votando o absteniéndose, que la sociedad no es favorable a cambios más o menos “radicales” en materias como las comprendidas en las siglas LGTBIQ+. En poco tiempo se ha pasado de la represión de la homosexualidad a una gran tolerancia. Se ha asimilado y aceptado la libertad sexual pero muchos estiman que hay opciones más urgentes en Salud que ponerse pechos, nalgas  u hormonas a cargo de la Seguridad Social. Sobre esto no hay consenso social sino discrepancias. Al igual que sobre la idea del feminismo o de la libertad para prostituirse o decidir cambiar de sexo a una edad temprana, antes de la mayoría de edad. Por ello, el movimiento feminista está dividido y enfrentado. Y eso ha llevado a abstenciones, votos a la derecha o fomentar el voto nulo.

Es cierto que hay déficit en materia de viviendas pero  eso no se soluciona con medidas –que son vendidas con facilidad por las derechas como intentos confiscatorios-, de querer poner impuestos extraordinarios para las familias que poseen más de seis viviendas. Porque son medidas muy típicas del “socialismo” proudhoniano, muy pequeñoburgués, basado en buenas intenciones, pero que no tiene en cuenta que el sistema capitalista es una totalidad concreta.

Si lo esencial hoy, es el capitalismo financiero, no se le ha ocurrido a nadie pretender fijar hasta que cantidad un capitalista o una familia poseedora de capital puede invertir, porque eso sería sencillamente contraproducente. El capital se iría en un  click del ordenador a otros lugares más propicios. De la misma manera es inútil pretender limitar el número de casas que puede tener una familia o un individuo. ¿Por qué se pueden tener miles de millones invertidos en bancos, mercados financieros, y poner límites a tener propiedades inmobiliarias?

A mayores ingresos, a mayor patrimonio, se pagan mayores impuestos. Si el Estado, si el parlamento detecta que hay déficit de vivienda, puede decidir   construir viviendas sociales para alquilar y para vender a precios de mercado con buenas condiciones de pago, por ejemplo, el 20, el 15 % del salario de las familias, para habitar una vivienda social en alquiler o en venta, modulando el porcentaje a pagar de los ingresos en función del número de hijos o miembros de dicha familia. Esto tendría un efecto de estimulo de la economía que se manifiesta  positivamente en todos los sectores productivos. Cuando el albañil trabaja todos los demás trabajan. Se suele decir.

Pues hágase esa política y no amague usted con limitar pero permitir las ocupaciones de vivienda por ser de bancos, o de fondos de inversión, porque eso crea miedo en los propietarios de viviendas, y en materia de miedo la derecha tiene una larga y probada experiencia de suscitarlo, sobre todo, entre los que nada tienen o tienen poco, que por algún efecto del “instinto profundo”, asume las posiciones del verdadero poseedor de capitales y de patrimonios. Por ende, una izquierda seria y consciente, no provoca miedos, sino que  fomenta esperanza y alienta la búsqueda de una mayor igualdad social.

Esto de la propiedad de la vivienda es un tema muy delicado en España. Los que hemos vivido en España desde mitad de los años sesenta hemos conocido el hecho social de novios que durante diez años ahorraban para dar la entrada de una vivienda en propiedad. Mientras, parte de ellos –al contrario de lo que ocurre ahora- quizá no mantenían relaciones sexuales, o al menos, no tenían coito, hasta tener su vivienda y casarse. Eso ha cambiado pero queda una idea grabada en el llamado inconsciente colectivo. Que una familia debe tener una casa en propiedad. La idea a fomentar es que la pueden tener en alquiler y  hay que fomentarlo directa e indirectamente por el Estado construyendo un parque amplio de viviendas sociales en alquiler.

Nadie que pretenda facilitar la ocupación de viviendas, por muy sofisticados que sean los argumentos que utilice, obtendrá apoyo electoral. La idea es clara. Quien no tiene contrato de alquiler o  certificado de propiedad si ocupa una vivienda debe ser  desalojado ipso facto por la autoridad competente. Eso es lo que se entiende como justo y conforme a un Estado de derecho, la inmensa mayoría de los españoles. Todo lo demás es darle alimento electoral a las derechas. Y por eso muchos votantes de izquierda se quedaron en sus casas. No veían ciertas políticas y ciertas actitudes, como de izquierdas sino como fomentadoras de confusión y de inseguridad jurídica.

La política democrática representativa se hace sobre el supuesto que hay que ganarse la voluntad política o la aceptación, al menos, de los ciudadanos. Para hacer eso hay que escucharlos. Tener oídos donde se vive la cotidianidad. No solo en las aulas entre eruditos y sabelotodo, sino en los lugares de trabajo, de ocio, en los sitios donde la gente socializa. Quizás esa experiencia permita a los políticos de izquierda discernir que los valores más colectivos de igualdad social, no están tan generalizados como tendemos a creer. Hay tendencias igualitarias junto a un individualismo posesivo muy fuerte. Según las circunstancias sociales o personales, prevalece uno sobre el otro.

Por tanto, hay que plantearse las políticas públicas que deben ser realizadas teniendo como meta u objetivo una sociedad lo más igualitaria y solidaria posible pero siempre sin intentar hacer “vanguardismo”, es decir, ir muy por delante de las expectativas sociales prevalecientes en la sociedad. ¿Es que eso conduce a un gradualismo? Exacto.

Hay que ir paso a paso. Sin adelantarse demasiado del pelotón porque de lo contario terminas pareciendo un orate, que haces dislates tras dislates. Todas las revoluciones han sido posibles gracias a infinitos pasos graduales. Y cuando estallan y se produce el gran cambio social y económico, para poder hacer realidad lo que predican, será menester pasar del momento “del terror y de la virtud” al de la institucionalización de los cambios. Eso se hace a través de cambios graduales, evolutivos, prolongados. Véase si no desde la revolución francesa, a la soviética, o la China, y antes, la evolución gradual  del capitalismo desde el renacimiento a la revolución industrial hasta nuestros días.Cuando se pretenden dar “saltos hacia adelante” irreales, la realidad se impone y hay que dar marchas atrás, tomar caminos más realistas.

Ya lo dijo con precisión Karl Kautsky, nuestro partido es revolucionario, por eso “no hace” revoluciones. Las revoluciones no se hacen, las revoluciones se  producen como acumulación de cambios económicos, sociales, por eso cuando ocurren son imparables. En ellas hay momentos, históricamente breves y convulsos, para siempre volver a lo que constituye la vida social, sea cual sea el principio orientador de la misma, las reformas graduales. Por eso, la política para avanzar debe ser realizada por mujeres y hombres no desesperados, sino que sepan actuar con la lentitud y la oportunidad que requiere alcanzar las metas importantes.

De vuelta a la política en España, si antes del 28 de mayo las “izquierdas plurales” gobernaban en 20 capitales de provincias todo parece indicar – el resultado se verá en función de los pactos-, solo parece que podrá hacerlo ahora en apenas 12, mientras que la derecha  que gobernaba en 25 ahora gobernará en unas 34.Incluyendo en ellas ciudades tan importantes como Madrid, Sevilla, Valencia, Valladolid, Cádiz o Palma de Mallorca.

La izquierda pierde el gobierno de las Comunidades autónomas de de Valencia, Extremadura, Aragón, Baleares, La Rioja y en Cantabria, el dialogante y regionalista Revilla es desplazado por el PP. El PSOE retiene Asturias, Castilla La Mancha y quizás si hace un pacto con Coalición Canarias pueda gobernar en las islas Canarias en coalición. También si obtiene la abstención de Bildu pueda hacerlo en Navarra.

Hay que señalar que Podemos ha perdido fuelle y ha logrado lo contrario de lo que se proponía en sus inicios. De querer ser un partido transversal ha devenido en lo que entiendo como un “partido de grupo de edad”, un partido de jóvenes, dirigido por jóvenes, que de cara al público lo representan tres mujeres ninguna de las cuales sobrepasa los cuarenta años. El líder si no formal si moral e ideológico sigue siendo Pablo Iglesias, que tiene el mérito de haber logrado que la cúpula de Podemos llegará al Gobierno y el mismo fue vicepresidente, cargo al que renunció para dedicarse a dar la batalla de la comunicación mediante la creación de un canal de TV, “Canal Redes”, que pretende dar noticias veraces en tiempos de deformaciones de la realidad y de mentiras,

Pablo Iglesias ha llevado a su partido a la cima del poder político estatal  y ahora éste  se encuentra, con sus bajos índices de votación, en la sima política. Del cielo al suelo.Solo en Madrid ha perdido  la alianza “Unidas Podemos” 100 mil votos  y se quedan sin ningún diputado, ya que según la ley electoral vigente en la CAM,  se requiere un 5% de los votos para tener representación y solamente obtuvo un 4,7%. Por solo 3 décimas se quedan sin los 7 diputados que le hubieran correspondido y con este declive electoral logran favorecer a la lista más votada, la de Isabel Ayuso del PP, que obtiene así  la mayoría absoluta.

Podemos bordea la insignificancia política relativa, a menos que logre revivir a través de integrarse en el nuevo partido SUMAR que encabeza la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Al cual ya ha dado su apoyo político IU, desgajándose con ello de su alianza con Podemos. Ha salido una carta pública de intelectuales, artistas, sindicalistas, entre otros, dando su apoyo a SUMAR y haciendo un llamado a todos los partidos de izquierda a formar un frente único de los partidos  ”a la izquierda del PSOE”, para concurrir unidos a las elecciones convocadas por el Presidente Pedro Sánchez, para el 23 de julio, para las elecciones generales.

La convocatoria del presidente Sánchez ha sido una acción estratégica inteligente que lo coloca de nuevo en una posición no defensiva sino ofensiva. Hace que los partidos de izquierda cesen en sus debates internos para optar por unirse, a menos que quieran ir al desastre. Inyecta un espíritu de lucha en el pueblo español progresista, ya que como ha dicho un famoso periodista,  Sánchez que lo ha perdido todo ahora sólo puede ganar. El PP apenas tiene tiempo para prepararse para la batalla por llegar al gobierno y, aunque están optimistas con sus resultados electorales, es difícil predecir si obtendrán votos suficientes para poder gobernar, como es previsible, con  el apoyo de VOX.

Ahora bien, unas proyecciones de los votos obtenidos por el PP y VOX en estas elecciones llevados a las elecciones generales y traducido en diputados en el parlamento, muestra que el PSOE con el apoyo de las izquierdas y los partidos nacionalistas catalanes y vascos, puede obtener una mayoría parlamentaria y, por ende formar Gobierno. Esto es un “juego matemático”, es política ficción, pero indica que para Pedro Sánchez y para los progresistas en general, la lucha por el poder no ha terminado y que el PP-VOX han ganado una batalla importante pero no han ganado aún el poder político decisivo.

Y otro elemento electoral importante es que el PSOE no ha perdido votos en Madrid con relación a 2019, los que sí lo han hecho son los de “Unidas Podemos”, por tanto, si el nuevo partido SUMAR, logra lo que indica su nombre, sumar votos de las izquierdas, de los progresistas, de los votantes moderados, y que los abstencionistas vayan a las urnas, Pedro Sánchez podría seguir gobernando en España. Más aún, cuando es evidente que los datos macroeconómicos muestran que España va bien, que la inflación ha bajado, que no se está en recesión sino que hay crecimiento económico. Por tanto, que nadie venda la piel del oso, antes de haberlo cazado.