La verdad es que no sé por qué hace unos días se formó un revolú mediático tan grande con el asunto de los presos. Un registro a fondo del penal ¨descubrió¨ que en La Victoria había poco menos que unas bases de lanzamiento de cohetes espaciales construyéndose, como las gringas de Cabo Cañaveral o las ex soviéticas de Kazajistán para entretenerse, aprender nuevas tecnologías, venderlas a buen precio, o tal vez para fugarse en cuanto acabaran de confeccionar los trajes de astronautas.

Se encontró de todo, un sistema wifi, celulares por pi pá, centros de negocios internos y externos desde donde se cometían delitos propios y por encargo o por un muy rentable sicariato, transacciones comerciales, armas de fuego, blancas, negras, grises, rojas y azul celeste con lunares verdes en las cachas, y hasta un dinosaurio con paperas que un convicto criaba de mascota debajo de su cama para después entrenarlo y escapar a todo galope.

Y digo que no sé por qué se alarmaban de todo esto. Es un ¨deja vu¨ que no debería sorprendernos en absoluto. Desde siempre las cárceles dominicanas han sido y son un almacén al por mayor de sacos repletos de presos donde se amontonan ocho o nueve en el espacio de uno ellos. La Victoria según datos publicados está construida para algo más de mil personas y la habitan unas nueve mil. Un resort bien concurrido que a diferencia de los del norte y el sur del país estos turistas obligados pagarían por no estar ahí.

¿Y la rehabilitación? Eso de devolver a los presos regenerados a la sociedad más allá de retóricas oficiales y algunos casos que podrán calificarse casi como anecdóticos, a las calles los regresan aún peores de lo que entraron porque durante su cautiverio han podido seguir ejerciendo de malos y hasta de peores gracias al permiso directo, la tolerancia o la vista gorda -pagada- de sus cuidadores. Las cárceles dominicanas más que centros de corrección son universidades del delito.

No hablamos de todos los presos naturalmente, pero sí de muchos porque para sobrevivir en un medio tan hostil hay que desarrollar la imaginación, sobre todo la mala, y hasta refinar y hacer más eficientes las técnicas criminales para sacarles el mejor provecho.

Pero el principal mal del asunto es que ese almacén es un negocio o mejor dicho un negociazo para todos, tanto para los internos como para sus guardianes. Esto lo hemos sabido todos por intuición, por crudos relatos de los presos, por denuncias serias en los medios nunca bien escuchadas, o por tristes experiencias cercanas de amigos o familiares, o hasta en carne propia.

Las cárceles de aquí son más que nada empresas productivas, hay que pagar por todo, por comer algo mejor en los comedores extras en los patios de que disponen, por dormir algo más cómodo en mejores camas o colchones, por estar en lugares más seguros, por seguir con vida, por conseguir cuchillos, machetes, electrodomésticos o bombas atómicas si es necesario, y claro los cuidadores desde los de abajo pasando por los del medio y hasta los de arriba no se van a quedar al margen de las hermosas boronas con esos sueldos tan magros que reciben a fin de mes. Como decía el genial Oscar Wilde, la mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella.

No sé si recuerdan a Florian, el delincuente tan famoso de hace unos años, aquel que lo mataron otros colegas en la misma cárcel por malvado y al que le dejaban pasar mujeres para orgías con manjares, bebidas caras, hasta champaña de las mejores marcas, disfrutaba de aire acondicionado, televisión y  buenas comidas a la carta. Todo un hotel cinco estrellas en un recinto carcelario donde las estrellas se apagaban para otros a una hora en punto y para el criminal seguían prendidas toda la noche en tonos tenues de prostíbulo ¿Cuántos Florianes más han habido o aún hay entre rejas de oro?

Claro está que las mujeres delgadas o gorditas, pasaban a la celda por el tubo del desague del inodoro y por eso los carceleros, los pobrecitos, no se daban cuenta. Igual sucedía con los aparatos de música, los alimentos, los costosos licores. Si se colaban las damas todo lo demás eran pecatas minutas. Si el Florián hubiera necesitado un tanque de guerra de verdad para jugar o largarse, se lo hubieran pasado entre los barrotes de la ventana aceitándolo con suficiente grasa y no de cerdo o de vaca precisamente.

Ahora con el gran aparataje mediático que ya nos tiene acostumbrado este gobierno redentor han cambiado toda la dotación de la Victoria. Muy bien hecho. Ahora los de fuera también deberían estar con los de dentro, por solidaridad entre ellos y para ejemplo y tranquilidad de los ciudadanos.

Vendrán otros carceleros nuevos y durante un periodo las cosas mejorarán, pero tiempo al tiempo, las malas aguas vuelven rápido a su nivel, a no ser que estos registros a fondo en lugar de años a años se hagan de manera sistemática cada tres o seis meses, y aun así las dudas no se nos disipan del todo. Tan escarmentados estamos. Oscar Wilde tenía mucha razón.