En abril de 2007 se aprobó el Plan Nacional de Competitividad Sistémica, un proyecto en el que participé junto a especialistas y técnicos del Consejo Nacional de Competitividad (CNC). Fueron jornadas muy constructivas y provechosas. Lástima que no se ejecutara a cabalidad por falta de voluntad política.

Más tarde tuve el privilegio de participar en otras actividades que me producían gran satisfacción. Una de ellas fue la Cumbre de las Fuerzas Vivas, convocada por el presidente Leonel Fernández en el año 2009, en la que fui miembro del Comité Organizador junto a monseñor Agripino Nunez Collado y Jose del Castillo.

Esa Cumbre fue el preámbulo para que desde junio del 2009 empezaran los trabajos de discusión de la Estrategia Nacional de Desarrollo (END) y se encargara al mismo equipo de su organización. La END marcó un hito en la historia de la nación, pues mediante un amplio proceso de consultas populares se logró definir en qué país deseamos vivir para el año 2030 y cuáles eran las mejores vías para lograrlo. El consenso culminó con la promulgación de la ley 1-12 el 25 de enero de 2012.

Si bien trabajaba arduamente -durante los dos últimos períodos de gobierno de Leonel Fernández- en temas de reformas fundamentales, como el Plan de Competitividad, la Estrategia Nacional de Desarrollo y en una serie de actividades que implicaban transformaciones del modelo económico, eso no significaba que yo perdiera mi independencia conceptual.

Muchas veces, incluso públicamente, manifesté mi inconformidad con algunos acontecimientos y, sobre todo, con la forma en que se estaba implementando el modelo económico acordado, contrario a su concepción original. Me preocupaba el divorcio entre la teoría que se aprobaba, incluso a nivel de leyes, y la práctica gubernamental.

Cuando en noviembre de 2006 el secretario de la Presidencia de entonces, Danilo Medina, presentó su renuncia, meses después de haber trabajado en la campaña de medio término, vi una luz porque era preocupante, realmente preocupante, la situación política del país, prácticamente sin oposición. Pensé que se le haría un gran daño al país si se dejaba que el presidente Fernández corriera solo. Cuando Medina renunció para optar por la presidencia decidí apoyarlo, aunque no tenía tantos vínculos personales con él como los que tenía con Fernández. Me sentía conceptualmente identificado con las posiciones que mantuvo Danilo Medina y el valor mostrado al enfrentarse al presidente Fernández.

Trabajé con entusiasmo y pasión en la campaña y me he integrado, con igual entusiasmo, a los esfuerzos del presidente y su equipo para implementarlas. Dentro de ese grupo se encuentra un número importante de especialistas y gente comprometida con esa visión y que dirige Gustavo Montalvo, compuesto fundamentalmente de hombres y mujeres que nos acompañaron en la elaboración del Plan de Gobierno.

Todos trabajamos afinados y con ahínco, siguiendo las pautas del presidente, como una buena orquesta de cámara, aspirando a convertirse en sinfónica, aunque a veces nos quejamos porque las cosas no avanzan con la celeridad deseada. Es que hay muchos obstáculos, frenos y rémoras que permanecen en el gobierno sin alteración alguna.

Por programas como éste he estado clamando desde que ocupé las funciones de subsecretario de Industria y Comercio en 1983. Cuando veo que después de toda una vida luchando, las más de las veces arando en el mar, comienzan a concretarse esos sueños, siento satisfacción a pesar de las frustraciones.

Aunque el gobierno ha logrado poner en marcha muchos planes trascendentes, anhelo que se mantengan vigentes y superen la cultura política en la que prevalece la falta de continuidad del Estado.

El sistema político dominicano está carcomido por el clientelismo, el rentismo y la corrupción, los partidos que podrían servir de contrapeso tienen muy reducidas posibilidades de garantizar el relevo que se merece la sociedad dominicana.

Tenemos que transformar nuestro modelo de desarrollo económico para hacerlo más eficiente e inclusivo, debemos esforzarnos por tener una mejor distribución del ingreso, crear empleo, mejorar el consumo y entrar en el círculo virtuoso del crecimiento con justicia social, donde las personas vivan dignamente bajo un régimen de derecho que promueva la igualdad de oportunidades, la felicidad de las personas y de erradicación de la pobreza.

Extractos Editados de mi libro “Relatos de la vida de un desmemoriado”.