El pequeño puente en el kilómetro 7 de la carretera de la bauxita de Cabo Rojo-Aceitillar (altos de Sierra del Baoruco), debajo de la vía que lleva a la ciudad Pedernales, debe ser el primer elevado del país, o uno de los primeros.

Lo construyó la minera estadounidense Alcoa Exploration Company en el segundo lustro de la década del 50 para transportar sin obstáculos en camiones gigantes la bauxita que extrajo sin cesar hasta su partida a mediados de los años ochenta.

La infraestructura no es lujosa ni es obra maestra de la ingeniería, como el Golden Gates de Los Ángeles, California.  Mucho menos el puente de 55 kilómetros sobre el mar que conecta a Hong Kong y Macao con la ciudad de Zhuhai, sureste de China.

Pero es nuestro puente, el de los pedernalenses. Mismo que en el imaginario de nuestra niñez, en nuestra buscadera de cangrejos, día y noche en manglares del área, percibíamos majestuoso.

Y muy alto cuando nos parábamos arriba para desorbitar los ojos cuando los camiones bajaban atisbados del mineral hacia el muelle de embarque, ahora en conversión de terminal de cruceros en el marco del proyecto de desarrollo turístico que ejecuta la gestión de gobierno de Luis Abinader.

Junto a la carretera de unos 33 kilómetros hacia la sierra (desatentida) es lo muy poco que le está quedando a los pedernalenses para, al menos, mirar el panorama.

El viejo balneario de playa Cabo Rojo y el simbólico dátil pasaron a “mejor vida”. Ahora ya se ve imponente uno de los 12 grandes  de cuatro pisos que compondrán el complejo. Y, en el farallón de Cabo Rojo, el hermoso Senior Staff,  simbólico hotel para los altos ejecutivos de la empresa extranjera,  diseñado por el maestro de la arquitectura dominicana Gay Vega, que será revitalizado para convertirlo en hotel boutique, -según dijo hace unos tres años Sigmund Freund, director general de Alianza Público-Privada. No hay acceso del público hacia esas áreas.

Resulta que el puentecito de Cabo Rojo tendría los días contados como parte del proceso de modernización del entorno, conforme fuentes ligadas al Gobierno. Lo que se haga será mejor, dicen.

Pero, ¿Por qué eliminarlo si continúa sólido como el primer día y no impide el desarrollo del proyecto porque tierras sobran en el entorno para diseños arquitectónicos creativos?

¿Por qué plantearse esa solución tan radical sin consultar a la comunidad pedernalense?

Esa infraestructura debería ser conservada como parte del patrimonio de la provincia Pedernales. Por tanto, Obras Públicas debería auxiliarse de un arquitecto de verdad, amante de los paisajes y de la cultura de los pueblos, para que presente un diseño que la ponga en valor de acuerdo al entorno (un mirador del paisaje del Baoruco o, hacia el sur, el mar Caribe, hoteles y puertos;   un letrero, una pasarela).

La demolición sí o sí de “nuestro elevado” contraviene los preceptos del turismo sostenible que el mismo Gobierno ha redicho que implementa en la construcción del destino.

El presidente Abinader debería pedir cuentas sobre la  decisión draconiana que eliminaría de cuajo un puente que representa parte de la historia de Pedernales y corre hacia los tres cuartos de siglo.