El planeta tierra parece un lugar inalcanzable para cada uno de nosotros. Nos resultaría una labor casi infinita recorrerlo por todos sus rincones. No nos daría “tiempo” en conocerlo. Aun viviendo 120 años y disponiendo de todos los recursos, se nos haría imposible, no solo visitar, sino también conocer un poco de cada uno de los 197 países “reconocidos” y de las más de 500 mil ciudades… Sin contar los millones de pueblos…

Como bien sé que no ha hecho aun el cálculo, se lo daré “por encimita”; si lográsemos llegar a los 120 años en “perfectas” condiciones físicas, dispondríamos de unos 100 años, partiendo desde la mayoría de edad, para echar a andar los caminos del mundo.
Si multiplicamos 100 años por 365 días, obtendremos la irrisoria y escalofriante cifra de 36 mil 500 días…

O sea, estamos más cerca de la tumba que del pueblo más cercano de la larga lista. Aun visitando un lugar distinto por día seria como si no se visitara, ya que no se trata de llegar, sino de deleitarse, ver y aprender que, porque y para que…

El libre albedrío tan zarandeado en la biblia está predeterminado a “un límite” bien calculado por “aquellos” que diseñaron esta jaula de oro llamada tierra. Usted “puede” gozar de la libertad de irse, eso dependiendo del país que le “haya” tocado”. Y buscar “su destino” en cualquiera de esas ciudades que usted desee. No se librará de este, pues estamos dentro de la ecuación del diseño terrenal y no se mueve una aguja sin el concurso asignado desde antes.

Esta masa gigante y viva, da vueltas y se hace temblar, se prende en llamas de repente y sacude sus aguas y ríos en movimientos “culebricos”. Derrama diluvios y rayos de las alturas manteniendo una actividad inagotable.

Aquí vivimos, somos piezas de un juego que, por más sentido que le busco, no logro entender. ¡Solo aceptando que somos producto del azar y ya! Que todo lo inventado por el hombre en su afán de “justificarse” es mentira tendría sentido entender este “intento” de eternidad.

Sin embargo, estoy consciente, gracias a experiencias anteriores, de que ¡no estamos solos! Y de que ¡nunca moriremos! Que regresamos a “un lugar” del que partimos para llegar aquí y que “allí” “seres iguales a nosotros”, a imagen y semejanza, nos dan la bienvenida como se las damos a “viejos amigos”… Nos “muestran” la vida que tuvimos haciéndonos “ver” lo estéril y vanidosos que fuimos.

Es como un juego en donde se nos envía con “un guion” y en “ese libre albedrío” actuamos “así o asa”. Me imagino que en “ese” lugar habrá un salón en donde sentados y dándose “unos traguitos” de quien sabe que, se platica y se ríe de los absurdos o no que fuimos. Si mantuvimos la cordura o la sensatez o si, en cambio, fuimos unos déspotas ante los dramas humanos de los otros.

La tierra es una prisión, un campo de juego de mil y unas noches de terror y comedia. Un lugar experimental en donde se logra probar el grado de “sadoquismo” o generosidad que puede alcanzar la máquina humana. No importa que tan rico se llegue a ser. Que tan “fácil” se le haga a unos en cuanto a otros esta experiencia humana. No hay escape y si un final determinado. Nadie se escapará de las situaciones, pero si como logra enfrentarlas.

Si todos hiciéramos consciencia de que, existe un más allá a donde “en verdad” pertenecemos, daríamos al traste con este juego y la tierra no tendría sentido de ser. De igual manera nos “rebelaríamos” en “ese” más allá, oponiéndonos a “participar” de este juego que, si bien es cierto que encierra satisfacciones, no es menos cierto que “el drama” es rey.

Parecería un acto masoquista de “aquellos” que están allá. Y que, paradójicamente, somos parte del mismo. Como si nos castigáramos porque si… Yo lo tengo bien claro, cuando me toque regresar pienso quejarme ante todos y “el todo”. Solo espero que no me declaren en rebelión y me manden de vuelta a la tierra con la premisa de que, en vez de vivir 120 años, me den hasta 200 ¡pa que aprenda a no joder! Y me comporte de acuerdo a los designios “de la corporación”. Nada distinto de lo que pasa aquí en la tierra.

En otras palabras, estamos jodidos desde aquí… Hasta el más allá, no le dé mente a nada, váyase a recorrer lo que pueda del mundo y dese un trago donde quiera que vaya. ¡Salud! Mínimo caminero.