La dependencia es una condición física o psíquica, o ambas a la vez, sobre la que en el siglo XXI ya se ha legislado en varios países debido a la vulnerabilidad y a las necesidades de las personas que se encuentran en esta situación. Así, en 2006 en España, con el Gobierno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, se promulgó la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia, que sentó las bases, además, para el desarrollo de otras normas en esta materia por diferentes comunidades autónomas.
¿Cómo se define la situación de dependencia? Afecta a una persona que necesita ayuda para realizar las actividades esenciales de la vida diaria, como son comer, bañarse, cambiarse de ropa, preparar la comida, salir de la casa… Comprende, pues, una gama muy amplia de situaciones y es producto de enfermedades o dolencias que pueden limitar o impedir el desarrollo de estas actividades.
Nos referimos, por ejemplo, a lesiones congénitas, como las parálisis cerebrales, o a las que afectan a la médula espinal, que impiden que las personas puedan caminar. O a lesiones tipo ictus, estrechamente relacionadas con la hipertensión arterial (los antiguos accidentes cerebros vasculares), que pueden afectar el habla o el lenguaje expresivo e impiden, en el caso de la afasia, que sus palabras sean comprendidas.
Además, las secuelas por accidentes laborales (muy frecuentes, lamentablemente, en sectores como la construcción) o de tráfico también originan estas situaciones. En definitiva, toda persona que requiera de la ayuda de otra para realizar sus actividades básicas está en situación de dependencia, que afecta especialmente a las personas mayores, una población especialmente vulnerable que requiere de cuidados especiales y en muchos casos dependen de ellos.
Por tanto, creo que la sociedad dominicana, nuestro Gobierno y nuestros representantes políticos debieran abordar el desafío de debatir y aprobar la primera ley de dependencia de nuestro país.