De toda la historia de concertación de acuerdos que tiene la sociedad dominicana, lo único que se parece a un real pacto social es el pacto educativo. Hay otro pacto no firmado, que es el mantenimiento de la estabilidad macroeconómica. Ambos fueron acuerdos tácitos y, coincidencialmente, ambos se fraguaron en el mismo tiempo: el horrible período 1989-91, cuando las dos cosas hicieron crónica crisis.
En el caso de la estabilidad, todos los gobiernos se han esmerado por su preservación, con excepción de la crisis de Baninter, no tanto por el fraude en sí, sino por su tratamiento “a lo loco”, tal como se trataban en ese tiempo todos los problemas del país.
Y en el caso del educativo, la sociedad le impuso a Balaguer el Plan Decenal de Educación, con el compromiso de prestar la debida atención al sector para ver si el país lograba neutralizar su rezago histórico. Como en todo, Balaguer hizo trampas, y la educación continuó postrada. Pero ya la sociedad había asimilado el tema, hasta terminar convirtiendo el pacto educativo tácito en uno escrito, firmado como tal en 2014. Sin embargo, hubo un actor fundamental que nunca lo asumió como algo serio, a pesar de ir a firmarlo: la ADP.
Al convertirse en exitosa la larga y tenaz lucha de la sociedad dominicana para que se asignara el 4 % del PIB a la educación, al momento de acceder al poder Danilo Medina, buscando la vuelta para que los mayores insumos se convirtieran en mejores resultados, un grupo de profesionales estuvimos involucrados en esfuerzos para que se importaran maestros calificados de países que exhibieran calidad educativa razonablemente buena.
La intención era, no que maestros extranjeros enseñaran a los niños en la escuela, porque para eso se necesitaba traer demasiados, sino para que enseñaran en las universidades a los futuros profesores, por lo menos en matemáticas y ciencias. Pero ante la primera señal de resistencia de la ADP dichas gestiones pasaron al olvido. Los políticos no se meten con ese gremio.
Y por diversas razones, pero muy enfáticamente gracias a la ADP, la educación dominicana no ha avanzado un ápice después del 4 %, como siguen demostrando las evaluaciones. Es terrible tener que escribirlo así, cometiendo la injusticia de no sacar aparte la abnegación de miles de maestros que hacen de tripas corazón para sacar adelante sus alumnos, y que la culpa del mal también se les pegue a ellos. Pero algo tendrían que hacer contra sus cabecillas sindicales.
Al ser designado hace poco Ángel Hernández como ministro, muchos que conocemos su historial pusimos expectativas en que ahora hay cierto chance de real cambio. El esfuerzo es titánico, y se requiere mantenerlo por mucho tiempo, ya que la cretinización de un pueblo que se construyó por medio siglo no se resuelve de la noche a la mañana. Los resultados del estudio diagnóstico que se han estado discutiendo por estos días muestran lo mucho que nos falta por hacer, al seguir revelando algo que siempre supimos: que, a excepción de disponer de mayores insumos, en términos de ouput el sistema educativo dominicano sigue en la misma miseria que a inicios de la década pasada, y de la anterior, y de la…
Si hay un segmento social que tiene una deuda tremenda con el pueblo dominicano es el de los maestros, y lo que se ve hasta ahora es que no quieren pagarla. La llegada del COVID-19, con su secuela de dolor y muerte, por lo menos les dio la oportunidad de reivindicar su imagen pública a los médicos de hospitales, al tener que integrarse a combatirla mientras otros se recluían.
Pero los maestros, habituados a luchar por no trabajar, o viendo que podían hacerlo desde la comodidad de su hogar, se resistieron de manera empecinada a volver a la escuela; y cuando tuvieron que hacerlo ha sido de forma intermitente. Si la educación dominicana resulta la peor parada en cuantas evaluaciones se han hecho desde los doce años de Balaguer, no solo en América Latina sino en el mundo, y por añadidura el cierre por el COVID constituyó un retroceso educativo en todos los países, imaginemos la profundidad del agujero en nuestro país.
Desde hace tiempo, múltiples estudios ponen en evidencia que las asociaciones de maestros constituyen uno de los mayores escollos para superar la pobre calidad educativa en América Latina. Debido a ello, algunos gobiernos se han propuesto desmantelar dichos sindicatos, aunque usando métodos no siempre democráticos o que el pueblo esté dispuesto a apoyar. Ahora bien, el Gobierno Dominicano está en la responsabilidad frente a su pueblo, de abolir la capacidad de la ADP de estar paralizando las escuelas, y frecuentemente incumplir la responsabilidad para la que se les paga. ¡Ya está bueno!