Alberto Cortés cantó que, a partir de mañana empezaría a vivir la mitad de su vida e igual cantó que, a partir de mañana empezaría a morir la mitad de su muerte. Y creo no se ajusta a la partida de un simbólico ángel de guarda de la moral como el profe Castillo. Si, es un grito a voces que su vida fue vivida a plenitud con su vocación de maestro, ejemplar esposo y proverbial responsabilidad de su figura paternal. Ahora, profesor Castillo, te llegó la hora de vivir tu eterna presencia en el cielo y tu imperecedero recuerdo en la tierra por el paso de tu apacible vida que, al momento de pasar revista de la generación de acero y exponente de moralidad, sin ti, más otros de tu estirpe que se nos han marchados, estaría sin fundamento la esperanza de una sociedad de valores.

Luis Federico Castillo

Ahora ha subido al cielo. Y sé que, lo has hecho para buscar el ábaco de Baldor y sumar los latidos de tu corazón que, hundidos en tu partida borraron de la pizarra tus palsimónicas pisadas, pintadas estas, con tu tiza al hombro estampando la eternidad de una vida ejemplar y, resolviendo ecuaciones dadas por el monje Baltazar Gracián, de quien habría aprendido sus lecciones del arte de la prudencia.

Sé que era un ser humano de la vida terrenal, pero, pisabas las escarchas de los años persiguiendo los bostezos de la eternidad que ahora ha logrado simplemente empezándola a vivir en plenitud placentera y, poniendo de rodillas los ángeles que perdieron uno de ellos en la tierra.

! ¡Ahora ha emprendido el viaje de subir al cielo, y fundido en tu vida eterna,  abraza a San Pedro entregándole en ceremonia lúgubre las llaves de tu vida apacible y rebozada de pasos matemáticos que ahora se encienden cual luces relumbrantes que iluminan las estrellas opacas y, que, se apagaron de luto y duelo, porque uno de sus luceros incandescentes,  sin avisar tomó su vuelo, en un tropel de silencio, a la diestra de Dios padre, que sin dudas, seguirá brillando eternamente como tu destellante lucero.

Yo sé Federico, que cogiste a paso de paciencia a entregarte en alma y cuerpo a ritmo de tus años lerdos y, que algún trato habría hecho con el mecías, en irte a destiempo para así guiarle cuando el vuelva a redimir el mundo al tomar prestada tu alma sana en tu rol de Cirineo, cargando con él, la cruz hacia su nuevo calvario en la prometida redención de su pueblo y su pastoreo.

No le hagas caso a los gritos de los tuyos, que aquí, en tu papel de hombre, sabiendo todos, que no era más que un ángel en la tierra bendita, que descansaba como un huésped la siesta de tu apacible presencia al convivir entre nosotros con tus bondades infinitas.

No se profesor, si contigo hacer un trato. Sólo quiero agradecerte que hayas sido mí referencia positiva y, para tus demás congéneres un modelo de vida. Anda y ve, vive ahora la mitad de la muerte porque la otra mitad será vivida por nosotros solo al recordar que vida no diste con tan solo tenerte.

Y más Federico-y con el perdón del tuteo-, no te devuelvas a consolarnos, que jamás estaremos solo al pensar en tus recuerdos. Y es bueno que tengas presente, jamás tus obras estarán ausentes, ya que sembradas quedarán como modelos y vivas estas rondarán en el corazón de tus gentes.

Federico, corre y vete, no mires hacia atrás que allá en los cielos te espera la diestra del amor, y no quiero llegues tarde al encuentro con el señor y no vayas a ser que pierdas tiempo contemplando nuestras lágrimas infinitas, que a Dios pedimos que, en vez de llantos, nos las convierta para ti, en agua bendita.

¡Ve orondo profesor, subes rápido que, allá son largas las entrevistas y la tuya quedó liberada, ya que apareciste en el libro de San Pedro, sin ninguna mancha de los pecados capitales, ya que venciste tentaciones con tus virtudes de alma noble, que,  por siempre estampó tu vida y de seguro has llevado contigo como un legado ejemplar de tu misión cumplida como un ser humano de la exclusiva camada de los que viven como un referente de ángel viviente y moral, cuyas obras no necesitan alaracas para el cielo conquistar.

¡A ver profesor Castillo!, hagamos juntos un ejercicio Baldoriano, sumemos pues, una por una las generaciones que formaste en las aulas, sumemos pues, las generaciones a la que les serviste de ejemplo solo con tu encanto de vida apacible, ligera y esculpida en el solio de tus afanes magisteriales.

Sumemos pues, también, tu imagen, aquella que a Rosa y Celestino Duarte tuvieron que descifrar a través de unos oráculos sagrados del apóstol Juan Pablo, su hermano, de versión inmoladora, al que solo se conoce por la espiritualidad del amor patriótico, sus obras y descripciones morfológicas de su estructura facial y corporal, y que sin embargo, tu como un actor silente de la patria, lo encarnaste en tus actos, tu finura proverbial, tus encantos , tu esbeltez, tus pisadas, tu bigote y templanza, que, a leguas se te confundía como otro apóstol en el que reencarnaba su figura de su imagen y semejanza.

Sinceramente, Luis Federico, en ti, muchas generaciones construimos nuestros Castillos. Por ti frenamos nuestras ansias volátiles del sumo calenturiento de las pasiones desbordadas de la juventud desorbitadas, y creo, y me pongo a mí como testigo y juntos a millares de párvulos del ayer que, por tu simple presencia nos sirvió de freno a nuestras energías de desbocados carruseles.

Y más, a mi humilde juicio, en este epitafio lirico, por mí, por ellos y por aquel, invocaremos tu nombre cuando nos sintamos atrapados en la soledad de la sin razón, o en agónico tropel de sus convulsas existencias, y sin ser ningún santo, que no sea tu gran ejemplo, de rodilla nos pondremos a rumiar tu partida y, sin pedirte que vuelvas, siempre tu nombre y tu recuerdo veneraremos en espera que tan siquiera nos veamos en la otra vida.

¡Vete en paz, que tu paz nos disteis y en amor la vida os convertisteis!, y a partir de tu existencia, no será necesario morir la mitad de la muerte ni vivir la mitad de la vida, ¡solo basta con seguir tu ejemplo para vivirla en la tierra como si se viviera en el cielo eternamente!  ¡Adiós, Luis Federico!