Las elecciones presidenciales en Estados Unidos siempre han generado un interés profundo a nivel mundial, y para quienes observamos desde afuera, es inevitable reflexionar sobre sus posibles consecuencias. Estados Unidos, con su influencia política, económica y cultural, impacta de manera directa o indirecta a casi todos los países, incluyendo a los de América Latina y obviamente al nuestro, República Dominicana. Sin embargo, opinar sobre procesos políticos de otro país sin ser ciudadanos con derecho a voto es un terreno delicado y me ha sorprendido la ola de comentarios previo, durante y posterior a las elecciones, que con mucho ímpetu y pasión han expresado no solo personalidades de cierta relevancia sino también ciudadanos de a pie, sobre todo en redes sociales, como si desde RD estuviéramos votando por Kamala o Trump o incidiendo en un proceso que es ajeno a nosotros, aun así tengamos familiares, amigos o una gran comunidad dominicana en ese país.

Es fascinante presenciar aunque sea de manera externa, virtual o digital,  cómo se desarrolla la política en una nación tan diversa como Estados Unidos. En lo personal, aunque me sentía atraída por la idea de que Kamala Harris pudiera ser la primera mujer presidenta, como en todo, siempre trato de mantener un juicio reservado. Idealizar una figura política o una victoria basada en aspectos simbólicos, como el avance hacia la equidad de género, es comprensible, pero es prudente no perder de vista la complejidad de lo que estaba en juego para ese país y para la región. Con ambas figuras, Kamala y Trump compartía una que otra idea o posición, así como estaba en desacuerdo con otras.

En términos de política migratoria, Kamala Harris hubiera propuesto un enfoque más humanitario, aunque sin ignorar las realidades de un control fronterizo necesario. En contraste, Donald Trump, quien ha ganado las elecciones, representa un endurecimiento de estas políticas, lo que probablemente afectará a miles de familias latinoamericanas que tienen miembros indocumentados. Las promesas de Trump de reforzar las fronteras y presionar a países como México para que contengan los flujos migratorios serán una realidad desafiante para la región, sin embargo, es de comprender y respetar, cada país debe controlar quien ingresa y bajo que vías y normas, en nuestro país tenemos un tema similar.

La economía también es un terreno donde las decisiones de Estados Unidos resuenan con fuerza en América Latina y en todo el mundo. La revisión de acuerdos comerciales en los próximos años podría ser un tema espinoso. Harris, aunque proteccionista, podría haber mostrado más flexibilidad en las negociaciones. Trump, en cambio, ha demostrado en el pasado una postura rígida, por lo que debemos reflexionar sobre la fragilidad de las relaciones comerciales en un mundo interconectado.

A pesar de las diferencias en políticas y visiones, el resultado de las elecciones siempre abre un nuevo capítulo. Ahora que el camino está definido, lo más importante es buscar lo positivo y trabajar con la realidad. La diplomacia y la cooperación serán clave para enfrentar cualquier desafío que se avecine. Siempre lo fundamental debe ser mantener el respeto y el entendimiento, incluso cuando las decisiones de otro país pueden parecer contrarias a nuestros intereses, si los tenemos, o a nuestras opiniones, si no tenemos injerencia alguna o interacción alguna desde nuestra realidad.

El futuro de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina dependerá de cómo los líderes y ciudadanos de ambos lados aborden las diferencias y busquen soluciones conjuntas. Lo esencial, como en todo, es no obstinarnos en nuestras opiniones ni pasiones, las que a veces son infundadas. La paciencia, la diplomacia y la capacidad de adaptarse a los cambios son, al final, lo que permitirá construir un futuro más prometedor. La política sigue su curso, y mientras tanto, el resto del mundo observa, espera y se prepara para lo que venga, que esperamos siempre sea lo mejor.